A las once de la noche Isaías se sentó delante de la PC. Previamente había acudido al toilette, mojado su rostro, secado cuidadosamente, cepillado prolijamente sus dientes y luego habíase vestido con su bata gastada y limpia, y calzado sus pies en usadas y cómodas pantuflas abrigadas, en su cabeza, casi calva, habíase acomodado un gorro de lana. Sobre un perchero, en el dormitorio, su saco y corbata quedaron solitarios imitando una enseña usada, dotada de esa melancolía propia de los objetos que solo cobran vida para determinados eventos.
Prendió la PC y ésta, habituada a una rutina programada en pretéritos pasos, fue directamente al sitio predilecto del chat en que Isaías incursionaba. Un menú de nicks se abrió ante sus ojos. Cuidadosa, lentamente, el cursor del mouse se detenía indeciso ante un nombre u otro de la larga lista desplegada. “A ver,” musitó para sí Isaías, “hoy....... Sí, ya sé, seré Orgas_Women” y decidido esto sus dedos se trasladaron al teclado y dando el pasaporte entro rápida y decididamente al sitio seleccionado.
“¡¡¡¡Hola!!!!” Desplegó su mensaje en grandes caracteres de color rojo intenso.
“¿Algún hombre para hablar? “
A muchos kilómetros de allí Andrés sonrió. Afuera tras los cristales dobles empañados por el vapor de la habitación, la nieve caía en ráfagas heladas y mañana debería tantear para cerciorarse que puerta podría abrir para salir de la casa. Pero por ahora estaba feliz. ¡¡¡¡Qué mujer!!!! ¡¡¡¡Qué comprensión, qué poder de seducción y de dulzura se escondían tras esas letras que llegaron a su alma solitaria!!! Eran ya las 4.00 am y por fin lograría dormir acompañado de sueños expectantes y agridulces. En sus largas horas de chat anteriores encontró erotismo, camaradería, banalidad y hasta agresiones que después se alojaban como espinas clavadas en su alma y que se profundizaban aún más debido a su espíritu melancólico agravado por la soledad de su vivencia. Pero una mujer así, cálida, comprensiva, sensual y sexual como le hizo entrever ésta. Nunca , nunca...
Isaías desplegó displicente y con cierta frialdad profesional las telas. Su presunta compradora, una mujer madura, las examinó tanteando entre sus dedos la textura, eligió una, se la colocó sobre su abultado pecho a forma de banda y mirándose de reojo en el gran espejo lateral preguntó con voz casi implorante de ser convencida. “¿Me queda bien?” Isaías musitó un sí mecánico y tras preguntar los metros requeridos los cortó hábilmente con su tijera negra de sastre y envolvió la tela, opacada por los pliegues e inmediatamente después de cobrar el precio y entregar el vuelto volvió a sumirse en pensamientos.
Tres meses habían transcurrido y a excepción de una sola noche que asumió el nick, y con ello la identidad, de un adolescente, el resto fue Orgas_Women y su único interlocutor Andrés_2002. Aislado en el silencio y en el frío. Sus charlas fueron cada vez más fuertes, intensas, íntimas, profundas y lo más perturbador, sexuales. Sí sexuales. Cuando Andrés solicitó con letras impulsivas que se dejara el pelo suelto, que desabotone su blusa y le deje entrever sus pechos. Él lo hizo. Se quitó el gorro de lana, alborotó con dedos temblorosos su ralo cabello grisáceo y fino, y se abrió la bata, incluso dejo que sus dedos gordos e inhábiles jugaran con sus pezones diminutos y jadeó, mejor dicho, transmitió en letras sus suspiros y sus ansias y pidió basta!!!!!! En un grito silencioso que trascendió el vacío...
Sobre el sendero cubierto de una masa negruzca de agua nieve Andrés corría sus 7 km diarios. Cada día, esto después de los chats con Women, trotaba más liviano y fuerte y cada paso que martillaba rítmico era una descarga a tierra de su libido pletórica y su respiración acorde al paso dejaba escapar un nombre a cada tranco. Women....women....women....
Isaías llevó como un ladrón a su casa el paquete. Le parecía que todos los transeúntes adivinaban su contenido y lo miraban socarronamente, así que sintió un fuerte alivio cuando entró y cerró rápidamente la puerta tras de sí. En el dormitorio sacó primero el vestido de un azul intenso, luego la peluca rubia, casi platinada, la ropa interior suave con delicados encajes y las medias con portaligas. Por último los zapatos de altos tacones que fueron lo más difícil de hallar, al punto que debió acudir a la zapatería exclusiva en la zona roja. De su cartera de mano extrajo un set de cosméticos que desparramó sobre la cama.
Isaías se contempló larga y duramente en el espejo. El vestido azul se adaptaba a su cuerpo. La peluca lo hizo sentir extraño pero el fuerte cambio le agradó. Su boca de rojo intenso esbozo una sonrisa que le sorprendió por lo inesperada. Isaías raras veces sonreía, así que feliz, dejó que la expresión novedosa se fijara en su rostro. Sus ojos sombreados por sus propias largas pestañas contenían una expresión de deleite y de temor entremezclados. Contempló minuciosa y extensamente sus iris, sus pupilas. Se adivinó de niño, aislado, solo, mimetizado con los umbrales sombrío de los pasillos de los conventillos, percibió nostalgias y soledades y corazas de espinas agrias que escondían una sensualidad y una fuerza, una capacidad de entrega total hacia el ser que lo amara. Tuvo certeza de esto y sonrió mas aún con ojos empañados y brillantes de lágrimas. Así era. Escondido tras un traje gris. Oculto tras soledades y abandonos estaba Isaías. Un ser humano sensual, sexual. Tierno, posesivo y nunca poseído, cálido, egoísta, desconfiado, celoso y capaz por eso mismo de entregarse sin límites ni cordura a quien, no importaba su envoltura externa, musitara ronco de pasión, de deseo, de amor, palabras, letras que siempre siempre ansió escuchar.
Isaías retrocedió un paso y se contempló mas sosegado en la luna del espejo. Se acomodó el pelo platinado sobre la frente. Alisó el vestido azul sobre sus caderas y decidió que era la hora en que debía acudir a la cita con su amado Andrés.
En el aeropuerto Andrés esperaba. Cada minuto, siglos. Buscaba en vano una figura, un vestido azul, una cabellera platinada, su ansiedad se medía en largos pasos sin fin y sin sentido, y en su desesperación y angustia no advirtió ni tan siquiera subliminalmente los titulares del vespertino de última edición de un pasquín amarillo: TRAVESTI SE ARROJÓ DE UN SÉPTIMO PISO…
FIN
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