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Inicio / Cuenteros Locales / AnaCecilia / Él también estuvo. (Sólo un sueño).

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A la memoria de tu papá, Ricardo...



Anoche volví a través del tiempo, tu papá estaba ahí con sus lentes oscuros y su cuerpo regordete caminando en las aceras de mis sueños. Lo miré como enamorada de lo que había dejado en la tierra, con ese mismo cariño que siento al verte a vos, mientras era retribuida con su semblante calmo y una sonrisa reflejada junto a la mía. Acompañé su recorrido a la vez que no cesaba de indagarlo:
- Yo soy Ana, la persona que ama a su hijo – le dije mientras brincaba de un lado al otro como aquella nena de otrora – Él me miró atrapado en el tiempo, entendiendo y no lo que le decía:
- Hola, ¿me estas hablando de Ricardo? – esbozó entre sus labios ajenos bañados de nostalgia –
- Sí claro, de quien más sino – le sonreí con mis ojos perdidos en su hijo –
- Y sugerís que estas enamorada de él – continuó diciendo, a la vez que se quitaba los lentes de la cara –
- Sí lo estoy y estuve – dije mientras reía por lo confuso de la historia –
- Aja, antes, ahora y siempre sería la cosa – dijo mirando el horizonte de la cuadra –
- Eso creo - murmuré asustada de mis sentimientos - entonces insistí –
- ¿Porqué se casó tan pronto él, ¿porqué no me esperó si lo sabía...?
- No lo sé, creí que era feliz, eso creo aunque viendo tu deseo así tan fresco y alborotado... – quedó pensando, mientras mi piel sólo quería más respuestas –
- Yo también quiero su felicidad y me muero por saber todo de él – le recriminé ansiosa –
- ¿Cuál todo? – me dijo – Lo que ves, es él, simple y claramente.
- Sí, lo sé – murmuré segura de mis pensamientos –
- Pero a veces me gustaría entrar en él, poder recorrer su cuerpo con mi alma para estar siempre juntos, para cuidarlo de todo – le dije mirándolo a los ojos –
- Sin dudas que ese sentimiento es amor – deslizó con sus labios partícipes de esa misma sensación –
- ¿Así comienza verdad? – le pregunté tomándolo del brazo –
- Así se manifiesta cuando está – esbozó con los ojos perdidos en su familia –

Le pedí que no dijera nada, que fuera nuestro secreto y aceptó. Entonces lo aferré aún más tratando de que no se diluyera con las luces en una simbiosis pura y extraña que latía con la misma intensidad. Y seguí caminando a su lado jugueteando entre las baldosas con esa complicidad ausente que sentía por su vida. Él se mantuvo a la par disfrutando de mis frases, miedos y vergüenzas, riendo de ese sentimiento que rondaba mi silueta de mujer infante.

La mañana llegó nuevamente; desperté atrapada en la realidad de un sueño que colmaba la felicidad mientras mis ojos amanecían infinitamente húmedos y sonrientes.

Ana Cecilia.


Texto agregado el 14-02-2003, y leído por 574 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
15-02-2003 Todos acompañamos el luto. gatelgto
 
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