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Nuestro líder, el más veterano en el arte de la guerra, se presentó con su uniforme imperial, era sin duda un buen jefe, muy aguerrido y ello en parte lo demostraba, sus innumerables marcas sobre su cara y su cuerpo, sino como ahora, su manera de arengando, pues en ello mostraba la suficiente convicción de convencernos que morir por nuestra causa era la perpetuidad de la vida, de nuestro hijos y hermanos mas con ello la definitiva la victoria de nuestro pueblo


Una campaña sin duda, pensaba mientras escuchaba muy dura, y que fuese mandada por nuestros dirigentes sentados en nuestra colonia lejos de allí, muy lejos, pero con el objetivo que solo nos expandiésemos hasta la victoria final...

Pero nuestro líder, hoy y así le reconocíamos, se le veía exultante.
Muy seguro del éxito y sumamente confiado en nuestro poder, el mayor puesto en tiempo de ésta campaña a fines del otoño.
Al parecer de nuestros vigías, las fuerzas contrarias estaban sumamente distraídas en defensa de sus cosas y algo lejos para defender la comida, disfrutando del tiempo, muy calido por ser otoño.
Solo se veía los grandes bultos de comida, además de ocupación de una buena parte del valle con objetos que desconocíamos pero que los vigías le habían asignado poco merito en la guerra.
Nuestro objetivo era la comida especial para sobrevivir.

Lo mejor de nuestras fuerzas activas y los cinco grupos de ataque serían los primeros en subir el escarpado terreno y llegar a lo que componía el valle y sus alrededores.
Serian a mi modo de entender unas mil quinientas almas que establecerían el ataque previo y total, quedando más de cuatro mil en nuestra zona de reserva para llevar la comida después del seguro éxito de la confrontación.
Las reservas de comida eran fundamentales, ante que sucedan las lluvias y el invierno tan temible en esa zona, y llegasen las mandadas por nuestras colonias, muy distantes de allí.

Me encontraba muy excitado, es que nuestro grupo sería el primer en acompañar a los soldados de avanzada en su apoyo, era peligroso mi lugar en ese ejército, pero así lo habíamos hechos en todas las campañas y siempre salí bien compuesto, mas ahora con lo mejor de nuestras fuerzas de ataque al frente, era menos arriesgado.
Los soldados que se nos adelantarían estaban sumamente habidos de combate y de lograr la victoria para nuestro líder, que dio la órden de partida desde un montículo de tierra al costado de la entrada al valle.
El sol a nuestras espaldas nos acompañaba en un seguro éxito.

Los primero grupos no mas de trescientos se dividieron por dos frentes, así le ofrecerían la posibilidad de una defensa dividida a ellos, que al parecer no ofrecían nada de resistencia, fue así que nuestro líder dio la orden de salir, a nuestro grupo el mas numeroso en el que me encontraba, ya habíamos recorrido mas de treinta metro, sin tener ninguna baja y estar a no mas de doscientos metros de la comida.

Nuestro primeros soldados se encontraban a mitad del valle cuando, un ruido ensordecedor, y un viento opresor, les tomó por sorpresa, y fue como resultado de ello que prácticamente sus cuerpos fueron achatando y introducidos en la tierra, para algunos de los nuestros, esa maza de aire y luego un mazazo fabuloso era la causante de que nuestros soldados fuesen partidos al medio.
A otros los desparramo, a metros del lugar de estallido, pero sus cuerpos totalmente partidos en dos, más otros que atinaron a escapar despavoridos, el segundo impacto peor que el primero los acabos contra el borde de las piedras que cerraban el valle.

De inmediato dos mas mazazos furiosos tomaron el centro de la columna de avance, y de un solo golpe cientos de nuestros hermanos estaban muriendo, sin saber donde estaba la causal de su muerte.
Esa impresionante maquina para matar, que se desparramaba muerte a distancia ya que no dejaba huellas ni sombras
A ello, nuestras fuerzas de elite, estaba acabadas habíamos perdidos cientos de las mejores fuerzas, y las de apoyo de ellas, ahora estábamos desorientados ya que el enemigo estaba dirigiendo sus ataques hacia nosotros.
Pensé, que efectivamente esa sería mi ultima batalla dándome vuelta vi al líder nuestro desencajado y sorprendido emprender la retirada.
Instintivamente paré mi estupida corrida hacia la comida, sabia que no llegaríamos, y de llegar ya nuestras fuerzas solo serían decenas, así que emprendí la retirada como cientos de mis compañeros.
Fue, creo que lo peor que pudimos hacer,
Y en ese minuto, comprendí que todo era tarde, el sol se estaba tapando y la oscuridad era casi total, un ruido ensordecedor nos aprisionaba sobre la tierra y solo pensé en mi familia allá en la colonia.
Es el fin, me dije...


Gustavo, por favor deja de matar a esas hormigas...

y vení a almorzar que ya es tarde!.
Ah, además, límpiate bien de barro esos zapatos...

Si Mamá, está bien, es que me estaba divirtiendo tanto.




Gustavo Gabriel Camisasca
Contemporáneo
Almagro
Argentina



Texto agregado el 06-06-2006, y leído por 109 visitantes. (0 votos)


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