El infinito mira,
nos miramos.
Siente, yo lo se.
Concibo mis cicatrices midiendo su desesperanza, dibujando mi rostro.
Miro el abismo y desde el fondo de él irrumpe el Yo,
cual germen primero de mi identidad,
débil y taciturno
cansado de tanta no-vida, pero ansioso y violento como las olas del mar.

Ven a mí, le digo
ven pequeño EGO avergonzante
ven y eyacula en mi oído horribles y exquisitas melodías,
dadme la locura que necesito.
Sube y flota, ven yo te haré crecer
ahora eres acaso un suspiro
en huracán te convertirás y naciones se arrodillaran ante ti.
Ven y ni el mundo podrá con nosotros.
¡Jamás nadie sabrá que mierda paso!.
Te daré todo lo que quieras sangre y sudor, incluso amor.
Sensatos y deplorables consejos,
prostitutas y abismos.

Altisonante y frenético mi YO contesto:
“Veo una soledad avergonzada de ser soledad y no compañía
“Veo los fantasmas que estando vivos caminan contigo.
“Veo el mundo y su quimera, la verdad y la mentira
“Veo a ese invecil ebrio -al que llaman dios- masturbándose sobre una humanidad de sangrantes y rotas rodillas.

Encontré mi Vida y nazco para mi perdición: amarga Poesía.