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El último paseo

-Seré tu conductor si tú eres mi paseo.-

Fueron sus primeras palabras mientras yo me subía a su taxi y solo me limitaba a contestar un sí con la cabeza. Mientras el apagaba el taximetro yo pensaba que tal vez comenzaba otra historia de amor entre homosexuales que tal vez podría ser la mía. Me preguntó hacia donde me dirigía, yo sin mas tardanza le comenté mi destino. El me pidió que lo acompañara a dar un vuelta por la ciudad, me preguntó acerca de mi prisa y le contesté que era ninguna, después de todo, nadie me esperaba en mi casa. Accedí a ser su paseo como él me pidió. Veía a través del espejo retrovisor unos ojos tiernos que solo dejaban de mirarme cuando era inevitable ponerle la vista al camino. Yo sonreia, parecía un chiquillo enamorado, no podía evitar con mi rostro que el taxista me agradaba. Noté su corta edad, tal vez unos 22 o 23 y me pareció extraño que a esa edad alguien condujera un taxi. Osé a preguntarle la edad, y él sin guardar reparo alguno me respondió 22. Mi visión para descifrar la edad no se me había vuelto obsoleta. También añadió que el taxi era de su padre y que solo le hacía el favor ese día porque él no pudo trabajar. Afirmé con la cabeza mientras volvía a sonreir pensando que me había sacado la lotería con aquel lindo conductor que tenía buen corazón y que sin duda alguna era homosexual y yo le gustaba. El silencio entre miradas él lo disipaba haciendo de guía turístico pero a diferencia de ellos que cuentan toda la historia de los lugares, aquel taxista solo me contaba los recuerdos que el tenía de los lugares por los cuales pasabamos. Osó entonces en preguntarme el nombre a lo que sin mas reservas contesté, él me dijo el suyo, me atreví a preguntarle que si tenía novia o que si era casado. El sonrió de medio lado, bajó la vista del espejo retrovisor y me contestó mirando un viejo hotel que quedaba en la esquina que allí había perdido su virginidad, con su maestro de sociales. Volvió a trepar la mirada al espejo, esta vez con una sonrisa completa en su rostro, misma sonrisa que me hizo regalarle. La ciudad me pareció más grande que de costumbre, parecía como si cada lugar por el cual pasaramos fuera uno nuevo, pero la verdad era que pasamos por los mismos lugares una y otra vez. Una hora y media duró el viaje, me llevó a mi destino, mi hogar. Lo invité a pasar a tomar algo si eso deseaba, me dijo que tenía que entregar el taxi. Yo saqué un papel y un bolígrafo, le escribí mi número de teléfono y le extendí la mano para dárselo. Una lágrima rodó por su rostro, no tomó el papel.

-Me suicidaré esta noche.-

El mundo poco a poco se fue quebrando en pedazos, en ese momento la ciudad me tragó entero, sentí como aquel taxi se convertía en mi infierno. Un taco se me formó en la garganta, las palabras no me salían, tragué saliba tratando de aliviar mi situación y poder decirle algunas palabras de aliento. Cierto es que nunca he sido buen psicólogo pero en ese momento en que protegía lo que me convenía Freud se me quedaba pequeño. Unas sirenas de polícias se oían a lo lejos, me pidió perdón y luego que me bajara del vehículo. Lloré con él, me trepé por el asiento y caí en el de alfrente. Solo se me ocurrió abrazarlo, él me besó en la mejilla y me pidió al oido que me bajara. Mojó mi camisa en el hombro cuando se limpio sus lágrimas en ella. Me bajé, le rogué. Continuó su camino, lo esperé media hora en la entrada del edificio por si volvía, nunca volvió.

La mañana siguiente lo volví a ver, para mi desgracia no fue su sonrisa de medio lado, ni la entera, ni siquiera su rostro lloroso. Ví su foto en el periódico y leí un titular que me trajo lágrimas a los ojos. No las mismas lágrimas que el día anterior, aquellas eran de esperanza, estas de dolor. "Joven ladrón muere ahogado al caer al lago en auto robado." El taxi no era de su padre como me había contado, no sé si las historias eran ciertas pero tiendo a creer que sí. De todos los taxis de la ciudad, yo tuve la suerte de tomar el único que llevaba un ladrón suicida. ¿Como puede uno enamorarse en una hora y media?, será esta ciudad que tiene esa magia o será mi necesidad urgente de un abrazo, pero esa hora y media me quedará para toda la vida. A veces, en ocasiones me sorprendo camino a mi casa en la noche creyendo ver su mirada en el espejo retrovisor de mi auto. Nunca más tomaré un taxi.


Darkel

Texto agregado el 15-06-2006, y leído por 147 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-01-2007 que cuento tan rico! tristeza
15-06-2006 Esta bueno el cuento... sorpresivo. Sabes ? creí que contabas una anecdota verídica, hasta que leí... nunca más tomé un taxi...eso lo hecha a perder. Con todo respeto hago este comentario. Existe el amor? Y más aún, Existe así? Digo, como un suicida puede amar nada? o quizá ama demasiado y por eso es suicida, no? que opinas tu.? salute! pandemonium
 
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