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-"¡Señor, señor! Acá termina el recorrido." Sin detenerme en pensar que decía, bajé del micro, el sol tímidamente se asomaba sobre el viejo almacén, cargué el bolso sobre mi espalda, y me decidí a caminar, sólo 3 cuadras me separaban de casa, pase por lo de Carlos, Pedro, Marita, todo seguía igual, y mi mente, divagaba entre recuerdos y sentimientos, que aquellas veredas y calles ocultaban.
-"Hola, primo, viniste!" Me quede mirándola, con Maria, habíamos prácticamente crecido juntos, vivíamos en casas vecinas, y no había día que no pasemos uno con el otro, después de tanto tiempo, la volvía a ver. "Se lo prometí a papá". Con una sonrisa le respondí, ocultando lo imprescindible que me resultó verla. "Pasá, están todos en la cocina" y me llevó con el resto de la familia, estaban arreglando los detalles del velorio, y el entierro, no era algo de lo que me interesaba opinar, con la excusa del largo viaje, me retiré al dormitorio a descansar.
Por la tarde me decidí a recorrer el barrio, no demoré mucho, todo seguía igual, el subi-baja de la plaza aun seguía partido; la fuente tenia escritas algunas declaraciones nuevas. Inconscientemente busqué el "Sabri siempre te amaré", que tímidamente había dejado en el siglo anterior, una sonrisa se me escapó al mismo tiempo que un cosquilleo me recorría el cuerpo.
Como cuando era niño, mi recorrido terminó en el mirador, nunca supe el porqué del nombre, solo el rió se podía observar, seco de peces, y sólo los barcos que nuestra imaginación podían crear, por allí pasaban; decidí terminar la tarde ahí, ya no tenia ganas de seguir caminando; me había jurado no volver al pueblo, por razones que ya ni recuerdo, es increíble como el destino juega con nosotros, haciéndonos contradecirnos, después de 20 años, había vuelto a hablar con mi padre, y su llamado era para avisarme que mi madre había fallecido, no me afecto, hacía 20 años no sabía de ellos, no podía llorar, ni sentirme mal, por alguien que ya no pertenecía a mi vida.
Pero sí sentía culpa por no hacerlo. "¿Para qué había vuelto?" Decidí que, como antes había hecho, debía irme, tengo esos arranques, sin un porqué y sin explicaciones, desaparezco. Cuando me decidí a ir a la terminal, a mis espaldas escuché un llamado, no necesité darme vuelta, su voz nunca la había olvidado, y aun seguía escuchándola en los viajes que mi mente hacía. "Todavia me debes un ADIÓS", me dijo. Quedé petrificado, con el corazón latiendo a mil, lentamente di media vuelta, mis ojos encontraron los suyos, y me derretí, como aquella vez cuando la vi entrar en mi salón de tercer grado, desde entonces supe, que había encontrado mi debilidad, mi talón de Aquiles, sus negros ojos eran el escenario de la mirada más tierna que jamás haya visto.
-"Y, BIEN!?"; me replicó. No pude responderle, quería, necesitaba decirle que nunca había dejado de pensar en ella, que la extrañaba todas las mañanas al despertar y no tenerla a mi lado, que solo veía su rostro al cerrar mis ojos. Pero nada salió, nada pude decirle; ella me conocía, no necesitaba hablar, podía entrar a mi mente cuando quisiera, y creo que eso la detuvo...
El anochecer se podía distinguir en el horizonte, y por un instante el cielo se volvió naranja, me le acerque, y tímidamente un "nunca te olvidé", salió de mi garganta, comenzamos a besarnos, estudiándonos, reconociéndonos, había olvidado lo bien que se sentían sus labios, sus caricias, y su solemne presencia. Ya caída la noche, nos quedamos a la orilla del río. La noche era perfecta, estaba estrellada, en la ciudad no se ven tantas estrellas, la luna nos iluminaba. -"Eres mucho mas bella de lo que recordaba". Sonrió e hizo una mueca cómplice, sin resistirlo, yo le devolví la sonrisa. -¿Por qué te fuiste?, me pregunto. -"No lo se" y seguí viendo las estrellas, al ratito se quedó dormida, no pude dejar de verla ni un instante. Dicen que cuando pasas toda la noche viendo dormir a alguien, es porque estas realmente enamorado.
No la quería soltar, no quería separarme de su lado, y empecé a soñar, en nuestra vida juntos en las afueras del pueblo, una casa, grande, con muchos perros, y varios hijos. Me lograba ver dentro de mi sueño, y estaba realmente feliz, como nunca lo había estado. Los rayos del sol molestaron mi sueño, con los ojos lagañosos aun, apoyé la cara contra la ventanilla y pregunte al chofer: "a dónde va el micro?". "A la capital", me contestó.

Texto agregado el 15-06-2006, y leído por 184 visitantes. (0 votos)


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