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Se que me perdí en ese comienzo de la noche.
(solo de ello estoy seguro)
En el trayecto de ir a buscar la pelota.

Sí, luego de la última acción de juego, de esa cuerpeada que nos mezcla en gambeta tratando de llevarla.
Escaramuza final, polvorienta, de la tarde.

El que emboca el último gol gana, habíamos decidido y ahí fue cuando el Zurdo solo frente al arquito, ya sin arquero que lo tape, que se lo impida, le había pegado de punta.
Refulminando.
De punta y con rabia, haciéndola volar muy alto y lejos.
Perforando la red imaginaria, que supuestamente estaba entre los palos que eran dos latas llenas con piedritas y con tierra.

Ya sin gobierno (ella) se agarró del gris del cielo, se le subió al viento y cruzó las vías, para caer dando rebotes y rodar.

Rodar y saltar.

Rodar y picar. Hasta ocultarse entre quietos vagones. Entre brotes metálicos que le salen al suelo.
Y no se deja ver.

Yo voy (dije).
Y no escuche más voces.

No había pasado los andenes cuando sentí el peso de la noche.
Solo noche y silencio.
Eso me hizo volver la cabeza.

Giré en busca de alguien solidario que me espere, o me ayude en la búsqueda y no vi a nadie. No había nadie.

Algunas luces encendidas eran ojos amarillos parpadeando y espeso el aire acompañaba a las sombras a cubrir la tarde.

Busco como un ciego. Titubeante.

Y la encuentro al simular ser una mancha entre dos rieles, junto a las palancas de cambio de vías.
Incorporada a las sombras, como un muerto.
Exacta y quieta como un muerto.

Pero hay algo que no saben, ella siempre brilla cuando la miro.
Se vuelve casi blanca, palidece, y no es la indiferente a la que todos patean.
Le gusta (estoy seguro) que la tengan en mis manos.

Me quedo en las penumbras sentado en un durmiente, la apoyo en mis piernas, la aprieto con el pecho y la abrazo.
Miro la noche, ya funcionando como noche, herida por las luces, las luces encendidas de las calles y suspiro.

Sí, ahí solos.
Solo yo y ella, abrazados.
Y ella también suspira.

La cubro con la camiseta y se pega a mi piel.
Apretada, juntando los latidos.
La cubro para que la noche sea más oscura.
Y yo estar ahí, perdido.

(2006)

Texto agregado el 22-06-2006, y leído por 589 visitantes. (28 votos)


Lectores Opinan
29-05-2007 Me ha conmovido profundamente, por razones varias. mechitagarcia
21-05-2007 Describes el paisaje de una forma maravillosa, todo pareciera que se va viendo. Esa pelota es una ternura cuando no es pateada.********** Sí, ahí solos. Solo yo y ella, abrazados. Y la siento que también suspira. La cubro con mi camiseta sudorosa, y la dejo contra mi piel Besitos Victoria 6236013
15-05-2007 Mira nada más amigo lo que me había perdido... un poema... una historia... un desbocado amor por la pelota, pasión que arrastra al precipicio al más recio, como una mujer hermosa!!! Bello y contado con tal maestría ¡carajo hermano! esto es poesía... La Vía Láctea entera... tobegio
02-11-2006 Qué preciosas imágenes!! Me gustó mucho tu cuento- chantal-deveraux
02-11-2006 Lindas imàgenes, todo el relato parece un balsamo para los ojos, se puede ver con claridad. ebrierau
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