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Día CERO

La tierra había sido azotada por terremotos, había caído fuego y azufre desde el cielo, después llegaron los océanos invadiendo las tierras bajas. Los pocos sobrevivientes tratában de protegerse, todo, sin embargo, era en vano. Cayeron los árboles más fuertes, las rocas más sólidas se rompiéron en mil pedazos. Ninguna construcción humana había quedado en pie. Y todavía faltaba lo peor. Una lluvia de ceniza volcánica incandescente hería de muerte a miles de personas, no había dónde escondérse.
Por la noche miles de animales salidos de sus guaridas subterráneas atacaron a los humanos que aún quedaban. Cayeron miles de miles y la tierra seguían moviéndose. Poderosos movimientos sísmicos abrían grietas en la tierra por las cuáles caían indefensas víctimas. Las oscuridad era total, cuando cesó todo. Sobrevino un silencio impresionante. No se escucharon lamentos, ni gritos.

Día UNO

Columnas de humo se vislumbraban cuando comenzó a amanecer. La destrucción era total. Ni árboles, ni bosques ni rios. El suelo estaba caliente y plagado de cadaveres.
Los sobrevivientes estaban consternados, salían de lugares inverosímiles, algunos increíblemente indemnes, otros con algunas herídas. Mujeres y niños lloraban. Caminában sin rumbo fijo. Alguien sín embargo comenzó a dirigir a la multitud. "Bajémos al valle". Todos siguieron las ordenes, ya que estaban bajo efecto de schock. Otros no se movian, sentados en el suelo con la vista perdida.
Los que conservában la cordura se preguntában, "¿qué nos ha courrido?", había varias conjeturas. Una ataque atómico de los terrorístas, la Tercera Guerra Mundial, invasión extraterrestre. Nadie tenía la respuesta.
Como las cosas se habían calmado, decidieron organizárse para sobrevivir en ese páramo inhabitable en que se había convertido el planeta tierra. No existía comunicación entre las personas, ni por teléfono celular, ni menos por Internet. Aquellos más lúcidos comenzáron a erigírse en líderes. Se hicieron algunos grupos con tareas concretas. Buscar agua, buscar alimentos, cazar animales. Las tareas más básicas servirían para pasar el primer día.
A mediodía, aquel grupo de humanos estában medianamente organizados. Cosa similar ocurría en otras latitudes con distíantos grados de personas que administraban las cosas a partir del caos.
Nadie tenía las cosas en claro. Algunos pensában en una hecatombe de carácter local. No se inmagináron que la destrucción era mundial.
Fué entónces que se abrió el cielo, y se escucharon las palabras sagradas. La voz de trueno se escuchó en todo el planeta tierra.
Yo soy el que Soy, había enviado la destrucción. Casi la totalidad de los sobrevivientes cayó al suelo de rodillas, llorándo y golpeándose el pecho, confesándo innumerables faltas. Otros llorában de alegría y se abrazában gozosos.
Había sin embargo personas escépticas que no hacían demostraciones de gozo ni de tristeza. Todo estaba claro, había sido la terrible Hecatombe Mundial anunciada desde los principios de la Era Cristiana.
Entrada la tarde llegaron los Angeles, lucían una túnica muy blanca y radiaban una luminosidad por la cuál eran reonocídos desde cualquier lugar.
Ellos comenzaron a dar las órdenes, se llevaría a cabo el Juicio Universal, entre los sobrevivientes, después de lo cuál sobrevendría la resurrección. Había que hacer una fila y se les llamaría por sus nombres. De inmediato cundió el nerviosísmo entre la multitud, cada cuál más o menos sentía el corazón compungido por aquellas cosas que intérnamente los hacía culpables. Así las cosas, la fila de seres humanos era interminable. El principio de organización que había comenzado hacía algunas horas, se desarticuló, y nuevamente la multitud comenzó a llorar, a gesticular, suplicándo a la Deidad el pedón y la misericordia.
Circuló entre los presentes otra órden de los mensajeros alados. "Había que despojarse de toda prenda de vestir, todas las alhajas, collares, aros, y posesiones materiales" La consternación fué enorme, mujeres ancianas, niños pequeños, adultos, se cohibieron en su desnudéz. Otros que mantenían en sus ropas cantidades de billetes o Títulos Bancarios se negaban a deshacerse de ellos. Se hizo un enorme acumulación de ropas, joyas, celulares, billetes de Banco, Acciones, tarjetas de crédito, y luego un rayo caído desde lo alto las consumió y las dejó convertidas en cenizas.
Entrada la noche ya las personas habían perdido el pudor del pasado. La temperatura de la tierra aún era cálida. Habían pasado muchas horas sín alimentos y algunos comenzaron a pedir agua o comida. Las voces comenzaron a subir de tono. Los ángeles no daban abasto. Distribuyeron primero unos cuencos con agua y en seguida una porción de maná. La multitud se sentó en el suelo para consumir ese inesperado alimento. El sabor era muy agradable, una mezcla de leche y miel, satisfízo por igual a niños y adultos.

Día DOS

Al amanecer los que lograron dormir toda la noche en el suelo, despertáron con los gritos de la multitud que se agitába por la demora en ventilarse los juicios. Otros se adelantában para conseguir los lugares de avanzada. Los Angeles debían ser firmes para imponer el órden. Nuevamente con la promesa de la porción del día de maná, volvió la calma. Pero la fila no avanzaba, ya había personas que lograron hacer una amistad, conversában de sus vidas anteriores y hubo casos de encuentros fortuítos entre parientes o amigos. Se sorprendían de verse desnudos bajo otro punto de vista moral. También aparecieron los recalcitrántes que reclamában la demora y exigían a gritos. Los Angeles andában de un lado a otro imponiendo el órden, separándo a las parejas que se veían demasiado amistosas, separándo a los antagonistas que pensában lograr a golpes la aceptación de sus ideas.
Ese día terminó sín que nadie avanzara ni un centimetro del puesto que tenía. La indignación ya era generalizada. Se formó un comité de personas para hablar con el Arcángel a cargo, y así calmar a las multitudes. Partieron a hacer la solicitud y demorában en llegar.
Entretanto se corría la voz de que esa fila de personas literalmente daba vueltas al globo terráqueo. No faltaron aquellos que deseáron conocer por sus ojos la verdad de esa aseveración y desandaron el camino. Volvieron por la noche, justo a la hora del maná, para comunicar que efectivamente había personas de todas las nacionalidades haciendo fila.

Día TRES

Los ánimos estában caldeados. Algunos no habían pegado los ojos por la angustia de ser juzgados y además por la lentitud del proceso.
La delegación que fué a hablar con el Arcángel Mayor no había llegado. Corría el rumor de que los Angeles habían dicho que el Sistema se había caído, y que necesitaban un técnico para echarlo a andar. Rumores íban y rumores venían. Inútil, la fila no avanzaba. Muchos de los que estaban preocupados al comienzo, comenzában a alzar la voz de repudio por la falta de consideración.
Los niños era los que más se entretenían, hiciéron juegos, corrieron, y los más divertido, formáron una fila imitándo a la de verdad. Las mujeres buscaron actividades manuales, juntaban piedrecillas y hacían collares. Los hombres hicieron unos grupos de disertación sobre algunas materias. Todo eso hasta el tiempo de la colación. Los Angeles que traían el maná no sabían nada, eso le correspondía a otros encargados.
Finalizó ese día con todo el grupo desarticulado. Ya nadie hacía fila, algunos salieron a pasear. Otros descubrieron una fuente de agua termal, llevaron a los niños y disfrutáron el día.

Día CUATRO

Similar al anterior

Día CINCO

Similar al anterior

Día SEIS

Igual cosa

Día SIETE

! Gran noticia ¡, habían llegado los de la delegación que fueron a presentar la queja ante el Arcangel Mayor.
La multitd se arremolinó en el centro del valle para escuchar las nuevas. Pidieron silencio y luego hablaron:

" Nosotros, los acá presentes, encomendados para presentar nuestra queja ante el Arcángel Mayor, por la demora en ser Juzgados, y, habiéndo conversado directamente con el Arcángel a Cargo, hemos recibido ésta respuesta:

" Para Dios, mil años es como un día, y un día es como mil años "

Texto agregado el 02-01-2004, y leído por 245 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
05-01-2004 Buena imaginación. La verdad es que a muchos los deberían dejar en cueros y que comenzaran de nuevo. Un abrazo Pinocho
 
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