Lo que llevó a la acción fue que mis visiones necesitaban una salida, arquear mi vida con original parida y así todo comenzó; o quizás por la necesidad extrema de vaciar mi mente como un locuaz demente, que baja velozmente para escupir una diadema.
No sé lo que lo originó, mas me vi con un lápiz en la mano y dejé de ser humano a dos metros del suelo vociferando al tirano y mi espectro ardió…
Cayendo al infierno, suplicando un silencio, de hinojos sin aliento y vacío de amor.

Oh mi dios, que dolor esperar cada día una sola salida para tanta cobardía sin sumisión, que maldición perpetua me entregó este lápiz para no buscar lo fácil, para solidificar lo frágil en busca de redención.
Quien podrá entender a este niño adulto que ocupa caretas y tetras para engañar a los profetas con ideales de probeta sin alma ni tareas completas…
Este niño adulto que aun espera en navidad vaciarse de insultos, una verdad sin susto y al viejo pascuero con regalos bajando del adornado arbusto.

Maldito lápiz que maldición le has dado a un tipo tan complicado que pare miedos colgados de sus sueños e imaginación, que imprecación perpetua colgaste en mis braguetas como diablillo riendo al comer galletas antes de de llevarte a la condenación.
Que fue de ese chico que se peinaba con gomina y escuchaba atento la clase de geografía y que luego con manía corría a ver al sol bajar por la avenida y en el mar darse un chapuzón…
Ese chico que vive en mi y quiere salir con cada escribir con cada adjetivo con cada suspiro y sólo quiere hacerme reír…

… que será del niño risueño que vive en mi y me sigue como sombra al caminar, el niño que sólo a través de mis líneas aparece como un sueño, que rehúso perderlo, pero que mato con cada respirar.