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El sudor recorría en finas y frías gotas su espalda, cayendo desde la nuca. El grito se expandía con fuerza a lo largo del amplio corredor, bajaba las escaleras y chocaba ante la gran puerta para volver nuevamente hasta él. Estaba ya despierto, pero sin embargo, el sueño seguía ahí.
Antes, mientras dormía, le sobrecogió la visión aterradora de aquel mundo onírico. Estaba él sentado sobre una loma ante el paisaje más desolador que hubiera visto. Los escombros se veían por todas partes y un fuerte olor a carne chamuscada volaba en el aire de aquel atardecer. El horizonte ardía en el rojo más intenso que habían visto sus ojos y la niebla era un fantasma a la luz de la pálida luna. Luego apartó por un momento la vista del horizonte y pudo ver a sus padres, amigos, vecinos, hermanos, todos eran ahora simples pedazos de huesos ennegrecidos, ramas secas junto a las otras diseminadas en aquel lugar.
Cuando comenzó a caminar por aquel páramo desolado y en ruinas, evitó en lo posible tropezar con aquellos restos humeantes que habían compartido con él sus risas, juegos, tragos,todos los momentos de su vida. Siguió caminando, sin saber exactamente donde ir. Cuando avanzó dos pasos más, sintió que algo se aferraba a su pie, estiró y estiró pero el pie seguía trabado. Dirigió la vista al suelo y se estremeció.
Ahí, aferrado al talón y apretando con más fuerza, el esqueleto lo miraba como suplicándole un hálito de vida para compartir. Miró fijamente a los ojos del esqueleto y fue en ese momento, desde lo más hondo de sí, donde el grito nació. Reconoció los ojos de aquel y lo que quedaba de él. Eran él.
Estirando con más fuerza, intentó escapar pero no pudo, la huesuda garra era un grillete que ya penetraba en sus carnes introduciéndose más y más y que nunca más lo dejáría ir.
Fue en ese instante cuando despertó, sudoroso, agitado, con el corazón latiéndole con una fuerza sobrehumana.Y luego empezó a gritar.
Mientras gritaba, sus ecos recorrían la casa, salían por la ventana, ya abierta en ese momento y se perdían entre los edificios y la noche.
Y mientras seguía gritando, desde sus tobillos una fina línea roja manchaba la cama.

Texto agregado el 27-06-2006, y leído por 118 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
04-07-2006 Bravo!***** gonzoyar
27-06-2006 Muy bueno..escalofriante... Kurmos
 
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