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Sin pensarlo dos veces me lance a caminar. El cansancio no era mi compañero, mas bien, quedaba cada vez más atrás a medida que mis pasos continuaban su rumbo. ¿Qué rumbo?, no lo se, solo seguía mi vista, mi olfato, mi oído, mis pasos empapados de polvo, que solo deseaban limpiarse caminando y dejar la suciedad caer por la acera.
No lograba alcanzar absolutamente nada, no podía detenerme, todo me llamaba la atención, aquel hombre sentado atándose los cordones, aquella joven mujer llena de vida que discutía al parecer con su pareja, un tipo poco agraciado, poca cosa para ella según mi opinión; aquel gato que intentaba sacar algo de comer de la basura, aquel perro paseando con su anciana dueña, único compañero fiel en esos días de soledad senil. Todo me era maravilloso, pero todo transcurría a un velocidad sorprendente, a veces ni mis más sensibles sentidos podían captar ni guardar alguna emoción, algún resquebrajado sonido entre el silencio provocado por el ensordecer ruido de la ciudad, ese silencio que es audible solo para quienes queremos escapar de todo lo mundano, de todo lo que trae ese sentimiento de agobio, eso que algunos llaman estrés, pero que para mi simplemente es el grito del alma que quiere escapar del cuerpo sometido ante tanto que mirar, oír y sentir, que finalmente causa que todo pase velozmente ante nuestro ojos.

Seguí caminando, intentando descifrar lo que me rodeaba, caras, espejos, bocetos humanos, nubes de humo, ruidos acorazados, cuerpos desteñidos, solo seres con almas sometidas a la esclavitud corpórea, la esclavitud mundana, la auto-libertad del no sentir más allá, realmente me era difícil dar significado a todo aquello, así que simplemente continué mi camino en búsqueda de algo completo, natural, etéreo pero palpable a los sentidos. En eso, algo me detuvo, un murallón de piedras antiguas, opacas, débiles pero que en conjunto eran una fortaleza, muy bien tratadas que a pesar de su infertilidad daban una sensación de paz, de quietud, de parsimonioso descanso. Rodeé la gran estructura; encontré una puerta, enorme, poderosa, manijas de bronce ancestral, una barrera infranqueable, precipitadas por la multitud de seres que la han tocado, pero que para mí fue como abrir un regalo de navidad, así de sencillo.

Penetro aquella fortaleza, una multitud de gente, muchas caras conocidas, sin embargo nadie se da vuelta a ver quien viene entrando por aquella puerta de bisagras ensordecedoras, seré invisible me pregunto. Veo a mis amigos, seres queridos, familiares, mi madre y hermana, todos muy tristes y en ese momento comencé a darme cuenta por que aquel lugar detuvo mi carrera, por fuera un témpano pero por dentro era el escape de las almas, aquel que andaba buscando sin tanta prisa, pero que me era necesario.

Salgo del sendero central del palacio y me ubico al lado de un grupo de amigos pero ni siquiera se alertan de mi presencia, sus rostros, homogéneos a los demás asistentes, pálidos, desfigurados, penosos, inmóviles. Me dio pena tal escena, ellos, con los cuales tantas risas fluyeron y fundieron en nuestras conversaciones, ahora ni siquiera esbozan aquellas sonrisas que me daban tantas energías y alegrías. Hago el intento de llamar la atención pero les soy invisible, habrá ocurrido algo con ellos? o conmigo?, no lo se.

Vuelvo a entrar en aquel sendero central y logro darme cuenta que cada vez camino más lento y que puedo observar todo a mí alrededor, toda esa única imagen lúgubre del lugar, pero que sin embargo cada vez que me acerco al centro del palacio me voy sintiendo más liviano y placentero. Me posesionó frente mi madre, la miro pera ella no me ve, le doy un beso, no se inmuta, le hablo pero ni yo puedo escuchar mis sonidos, de repente, un instante de imágenes eternas, desde mi creación hasta el último recuerdo de mi mente, cubren mi viaje hasta el centro del palacio y me veo en frente a toda esa multitud que al parecer ahora si me están observando, los saludo con la mano pero nadie me responde, no se que ocurre, es una broma?.

Comienzo a sentir un cosquilleo en mis pies, el que siempre sentía después de tantas caminatas pero que ahora era eternamente fuerte y cobijante, me miro y veo que estoy flotando, asomo la mirada y logro observar una imagen perpendicular a mi posición, un humano, un hombre, horizontal, una urna?.

Heme aquí descansando después de tan corto y tedioso caminar, por fin veo que ese no es el fin…..solo se que luego de usar los pies para proseguir, son las alas del alma las que nos llevan a nuestro destino eterno.

Texto agregado el 27-06-2006, y leído por 94 visitantes. (0 votos)


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