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Era muy tarde en la casa de Pedro, el niño que jugaba ajedrez. Todas las luces de la casa menos la de su cuarto estaban apagadas. Pedro estaba sentado frente a su tablero de ajedrez, jugando su última partida y, como siempre, solo, pero no tan solo mí querido amigo curioso, pues, en muchos cuartos como el de Pedro, existen unos seres que, al igual a él, les gusta jugar contra sigo mismos. Y éste era el caso de una curiosa hormiguita que observaba al niño jugar ya sea de día o de noche. ¿Su nombre? Bueno, no lo recuerdo muy bien pero creo haber escuchado en algún lugar de mi cuarto llamado fantasía, que solían llamarle Samuel, la hormiga curiosa.

Era una costumbre que, cuando Pedro dejaba de jugar, inmediatamente la hormiga bajaba de su rincón, subía al tablero y empezaba a pasearse a través de cada una de las fichas y, como era curiosa y fantasiosa, solía a conversar con cada una de ellas. Hacían una buena amistad, ya sea con el alfil, la torre, el peón, con todos menos con el Rey. Este, no permitía que nadie se le suba o se le acerque. Era el Rey, y eso, Samuel lo supo muy bien.

Una de las muchas noches, en que el niño jugaba en su tablero, sintió que el cansancio y el sueño empezaban a llamarlo a su cama. De pronto, escuchó un pequeño murmullo, como si alguien en el cuarto tratara de llamar su atención.

- ¿Quién es? - preguntó Pedro.

Al no obtener respuesta, el niño detuvo su juego, se paró y se puso a caminar por todo su cuarto, pensando no tan solo en la próxima ficha de ajedrez a mover sino en aquel extraño sonido que había llegado a escuchar. De pronto, Samuel, vio que su amiga la torre le quiñaba el ojo, indicándole que se le acercara al niño, y le hablara para jugar una linda partida de ajedrez. La hormiga no supo qué hacer pues nunca se había atrevido a conversar con un niño y mucho menos enfrentarse a jugar una partida, pero cuando vio que todas las fichas sonreían, indicándole que serían sus cómplices en cada movida, Samuel, la hormiga curiosa no dudo en manifestarse con el niño, y dijo:

- Niño, me llamo Samuel y veo que no tienes con quien jugar. Si tú lo deseas podemos enfrentarnos en una partida...

El niño volteó y al ver que una hormiga se paraba frente a él, haciéndole reverencias y retándole a una partida, se puso muy sorprendido y contrariado...

- ¡¿Oh, pero qué sabes tú de ajedrez?! - exclamó el niño

- Porqué no lo averiguas y jugamos de una vez, o es que te sientes demasiado cansado. Si es así, podemos dejarlo para otra noche - respondió la hormiga, volteando con gran elegancia y haciendo un gesto como que el niño no era de su mismo nivel para una importante partida, ante todas las risas de cada una de las piezas de ajedrez.

- ¡No te vayas, Samuel! - exclamó el niño - Sueño no tengo y, una partida con una hormiga curiosa, ¿por qué no? Es bueno un compañero que guste de una partida aunque seas tan solo una pequeña hormiga...

Y así fue como empezaron, sentándose uno frente al otro, mirando cada cual sus piezas ubicadas en el tablero de cuadrados negros y blancos, y también, observándose una que otra vez a los ojos... Pero todo estaba arreglado para que la hormiga pudiera jugarle de igual a igual a Pedro. Como le habían prometido las piezas de ajedrez, todas le aconsejaron a Samuel, la hormiga curiosa, todas le musitaban muy bajito, el elemento a tocar, y el espacio a donde colocar... Y como todo estaba predicho, ya cerca de la media noche, el niño notó que la partida estaba casi perdida y sintió que su cara empezaba a quemarle de cólera al ver que un bicho jugaba mejor ajedrez que él. La hormiga curiosa, que estaba con sus antenas y patas totalmente enhiestas de la concentración, vio que la esposa del Rey, la reina, le advertía que el partido lo ganaba si este moviera en diagonal, a la reina, amenazando a su rival... Y así lo hizo ante los ojos llameantes de Pedro.

- ¡Jaque Mate! – exclamó al ver que Pedro no tenía un solo cuadrado negro ni blanco en donde esconder a su negro Rey.

Al ver que la partida estaba perdida, el niño se puso rojo como un camaleón. Las fichas de ajedrez al ver su rostro del niño, temblaron, pues conocían el extraño carácter de este cuando perdía una partida. Pedro levantó a su Rey con su mano derecha y de un sopetón, pateó todo el tablero de cuadrados blanco y negro, haciendo volar a todas las piezas ante el susto de la pequeña hormiga curiosa que al ver volar a todos sus amiguitos, no dudó en buscar un refugio en uno de los tantos rincones de aquel cuarto.

- ¡¡Jaque Mate... bendita hormiga!! - gritó muchas veces el niño, y luego, apagó todas las luces del cuarto. A oscuras se deslizó hasta su cama, tumbándose a dormir, con la cabeza caliente y los pensamientos llenos roja vergüenza, mientras Samuel, la hormiga curiosa, se iba alejando de este cuarto, jurándose que nunca jamás volvería a jugar con un niño como Pedro, que no supiera ganar ni perder...




Lima, septiembre del 2004

Texto agregado el 28-06-2006, y leído por 399 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-06-2006 excelente muy bueno, lastima que tu familia sea medio-franchute, es una pena. inakix
28-06-2006 Compatriota, déjame decirte que es un buen texto, da un mensaje magnifico, sin duda te seguiré leyendo. Mis 5* suerte un abrazo fraterno.. punk13
 
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