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Lo vi varias veces comiéndose las flores, intenté matar a la asquerosa larva cada vez que mutilaba alguna rosa o clavel pero algo me decía que no lo hiciera.

Esto parecía pensar el joven discípulo que no atinaba decisión alguna. Quitarle la vida a un insecto, no es lo más apropiado si tampoco podemos crearla o reponerla al momento. Actuar precipitadamente deja demasiado espacio a los errores que son hijos de la ceguera, pero el placer de lo inmediato atrae a muchos con irresistible poder.

Esta mañana lo volví a ver cuidando el jardín de Krishna y me escondí entre las plantas, cuando sorprendido noté que había llorado porque al parecer no sabía que hacer con esa inconveniente oruga. Al poco rato entró el Maestro y posó su mano sobre el hombro del muchacho mientras que sonriendo lo miraba a sus ojos. Al instante el consuelo llenó sus ánimos y prosiguió sus labores en el cuidado del jardín como siempre. Pero el discípulo queriendo hacer un buen trabajo seguía vigilando al feo gusano sin poder hacer más nada. Hasta que una mañana de sol no la volvió a ver. Preocupado el discípulo buscó por todas partes pero la oruga ya no estaba en ningún lado.

Pasaron unos días y el Maestro decidió disfrutar un poco de su jardín y el joven algo apenado le dice que la oruga se ha ido pero que no pensara que la había aniquilado.

El Maestro, nuevamente sonrió y posó su mano sobre su hombro mientras que al mismo tiempo señalaba a una hermosa mariposa de colores vivos. Creo que el discípulo comprendió lo que le había sucedido a la fea oruga de siempre. Mientras tanto yo barría las hojas que habían caído en la glorieta y veía todo lo que acontecía.

Desde entonces he visto que el discípulo canta alegremente porque parte del aprendizaje para él, era el contacto con la naturaleza y sus pequeños habitantes.

Pude ver también que el Maestro colocó una tabla con unas palabras en ella inscritas que decían: Yo no enseño nada y tampoco nada hago. Después de eso todos volvimos a nuestras rutinas.

A veces adivino el pensamiento, es un don natural y ayer me dijeron que ya no barriera más el jardín, ahora sería yo el que cuidaría las plantas y el joven discípulo pasó a ser el cuidador y veedor del jardín central, más allá de la glorieta en donde conversan de cosas más específicas junto a otros tres discípulos que como él tenían otras actividades anteriormente en el jardín exterior. Yo adiviné que me cambiarían al puesto del joven discípulo.

He comprendido que la sabiduría la alcanzan los que no aprenden nada y lo desaprenden todo. Después del incidente de la mariposa sé que semejante transformación es la consecuencia, no de algo que se hace sino de algo que se omite.

Esta mañana ví otro gusano comiendo hojas y con alegría seguí regando las plantas. Creo que hoy terminaré temprano, así podré saludar y conversar con el nuevo discipulo que barre el templo y los jardines del Maestro.

Texto agregado el 10-07-2006, y leído por 733 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
26-10-2006 Genial Otro_Jota
24-09-2006 Eneas tiene razón, y yo me pregunto que acaso no será que en la vida hay mucha magía. Tu cuento me hizo recordarlo. regina_mojadita
10-07-2006 Creas con tu relato un ambiente mágico y entrañable. Me gustó. eneas
 
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