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A los pasajeros, del vuelo 709 de North Airlines, se les comunica que comienza el abordaje en la puerta 22 del sector D para su vuelo con destino a México…Passengers of the flight sevent…

El espacio estaba repleto de restaurantes, Francisco lo había observado detenidamente, mientras escuchaba como la señorita daba las indicaciones con respecto a su vuelo rumbo a México por los parlantes del aeropuerto.

Estaban completamente contentos. Hacia más de un año que él no regresaba, y ella lo conocería por primera vez. No había motivos de angustias como casi siempre los había cuando él sentía que algo extraño, una de esas situaciones por demás complejas de la vida cotidiana acerca de algún desconocido que se acercaría a su vida y a sus reflexiones vía el azar, y le demostraría que la ciencia y lo cotidiano siguen sin tener mucha certidumbre.

Carolina, tres pasos atrás como solía ser su costumbre cada vez que viajaba con alguien más, al creer que era hora de observar que tipos de viajeros hay, dejaba que Francisco sacara los boletos del avión mientras ella seguía mirando a su alrededor.

Sección D puerta 20…Sección D puerta 21…Sección D puerta 22…
Carolina lo miró notando la completa felicidad de llegar a la puerta que lo dejaría cada vez más cerca de regresar, algo que ella creía necesario para alejarlo del tema de la angustia de terminar un escrito al cual le había dedicado bastante tiempo.

El segundo llamado comenzaba a escucharse.

A los pasajeros, del vuelo 709 de North Airlines, se les comunica que ya se esta realizando el abordaje en la puerta 22 del sector D para su vuelo con destino a México…Passengers of the flight Se…

En la puerta la fila era lo bastante larga como para darse el tiempo de observar con quién se viajaría, hecho de gran importancia que siempre pasa desapercibido.

Se veían algunos rostros no tan contentos, otros que tenían el color de mejillas resaltadas debido a la pena de aceptar que se va de vacaciones aún en estos malos tiempos económicos, pero sobre enrojecidos debido al tremendo préstamo, pero aún más a los intereses que les cobraría el banco regresando por el viaje.

Y ellos, preguntándose acerca de quién los recogería llegando allá.
Durante algunos minutos, Carolina lucía mas impaciente que Francisco. Pero la verdad era que estaba cansada después de todos los preparativos para conocer aquel país del que tanto le habían hablado. Y mientras, él jugaba con el teléfono tratando de no acordarse de algún tema extraño que lo pusiera demasiado reflexivo.

A los pasajeros, del vuelo 709 de North Airlines, que no han abordado les pedimos pasar a la brevedad a la sala. Su abordaje se realizará en la puerta 22 del sector D para su vuelo con destino a México…Passengers of the flight Se…

Todos iban entrando al avión, pero ellos eran los últimos de la fila, por lo que tendrían que esperar varios minutos para entrar. Ella corrió a comprar el diario a la tienda libre de impuestos, mientras él seguía fijamente con la mente en el juego telefónico.

Después de comprar el diario, y camino a la fila, Carolina iba reclamándose por seguir leyendo una mentira total en ese pedazo de papel, al recordar que ahora las noticias son si alguien se electrocutó, o si alguien camina en cuatro patas, o si tal deportista está en problemas por salir con tal modelo, pero pensando que serviría para pasar un poco la primer hora de vuelo, que siempre terminaba por ser algo complicada para ella al darse cuenta sólo en ese momento que viajaba. Lo que la llevaba a recordar, un supuesto temor a los aviones, el cual se vio reforzado un poco por la extensa paranoia que el sistema norteamericano propagó por el mundo, incluyendo medidas de seguridad a partir de aquel día en que a su vez, la mamá de Francisco lo despertó para decirle que estaban tirando algo contra Estados Unidos, que estaban en guerra de una manera alarmada. Y años después siendo este momento, tema de conversación en una mesa donde todos se preguntaron dónde estaban cuando lo del supuesto ataque por parte del terrorismo islámico y dónde lo vieron.

Al llegar a la fila, Francisco le regresó el teléfono a ella, para poder pedirle el diario. La fila no avanzaba debido a los problemas con el tamaño de una maleta muy grande para el interior del avión, que en realidad era un pretexto para traer un perro policía ya que dos personas más atrás venía un joven antropólogo que viajaba a México a un congreso que lucía sospechoso para las medidas de seguridad y prevención de narcóticos del aeropuerto. El había observado todas las acciones y se lo comentaba a Carolina.

Después de 10 minutos todo volvió a la calma. El antropólogo no traía nada sospechoso en los lugares visibles, así que la fila recobró su ritmo y comenzó a avanzar.


Al pasajero Ricardo Gómez, del vuelo 709 de North Airlines, le pedimos pasar a documentarse para su vuelo el cual ya está en procesos de abordaje.

Un servicio exclusivo que a Carolina le habían asegurado se daba a los pasajeros de aquella aerolínea para que se sintiera un trato personalizado y pudieran llegar aunque fuese de último momento a su abordaje, y todo gracias a la gran inversión que los dueños de la aerolínea hicieron en aquel aeropuerto para obtener algunos beneficios como éste.

Pero Francisco no sabía de él, y se sintió extrañado de que en los parlantes del aeropuerto se escuchara un mensaje tan personal, y además que era del mismo vuelo en el que él viajaría.

Justo en aquel momento, él comenzó a sentir esa sensación de que aquel Ricardo Gómez, fuera quién fuera, le cambiaría al menos alguna de sus ideas antes de llegar a México. Y le pidió de nuevo el teléfono. Y esta vez no funcionó.

La situación donde un pasajero deje su vuelo no es muy común. Por un lado, pocas son las veces que los pasajeros saben si ese asiento al lado suyo se vendió o no, y lo saben sobre todo cuando no se vende y pueden estirarse cómodamente usando los dos asientos para la envidia de aquellos que les tocó arrinconados. Y por el otro lado, sólo esta compañía ofrece el servicio tan personalizado. Ahora Francisco sabía que si había un asiento vació, en un vuelo que les habían asegurado se habían vendido todos los asientos, a la hora de que ellos compraran los boletos. Y además sabía cómo se llamaba.

Estaban a punto de llegar a la entrada. Eran los últimos de la fila, pero los penúltimos en abordar el vuelo, o al menos eso quería pensar Francisco para dejar de lado las preguntas que había comenzado a hacerse con respecto al por qué alguien que compra un boleto de avión, que significa no sólo un gran gasto sino también una no menor planificación, podía no llegar al aeropuerto.

Y a menos que se fuera como aquellos que ven el viajar como parte de lo cotidiano perdiendo el sentido de transformación con el hecho de pisar otra cultura, la otra explicación tendría que ser demasiado complicada. Y no podía ser resuelta tampoco con la idea de que aquel Ricardo se había quedado dormido, ya que el vuelo salía a las 5 P.M. Ni tampoco pensando que Ricardo era un niño como aquel de New York que se quedaba solo, y que tantas veces vio de pequeño cómo parte de la imposición de ideas de las tradiciones por parte de los mismos del avionazo.

Los boletos ahora los llevaba Carolina. Ahora él estaba tres pasos atrás, mirando con discreción cada pocos segundos hacia atrás a ver si se encontraba con aquel Ricardo y si era buena persona le podría explicar por qué casi pierde el vuelo.

Al pasajero Ricardo Gómez, del vuelo 709 de North Airlines, le pedimos acudir de inmediato a la puerta 22 del sector D. Su vuelo está a punto de despegar.

Cada paso que ellos caminaban por el pasillo, Francisco dejaba notar más su preocupación por algo que Carolina no sabía, y que ella asimilaba como el nervio de si todo seguirá igual en su reconstruida ciudad.

Los asientos estaban llenos, tal y como se los mencionaron. Los últimos pasajeros acomodaban sus cosas, y ellos caminaban rumbo a sus asientos. Francisco era el último en guardar sus cosas. Sólo quedaban dos asientos y uno era el de él. Esperó discretamente de pie, hasta que la azafata le pidió que se sentara.

Era hora de despegar.

Carolina iba en la ventanilla, lucía calmada y miraba el diario mientras Francisco leía un libro que le llevaba de regalo a su hermano sobre un escritor extranjero, que sabía leer demasiado bien la única ciudad que no deja tiempo de leerse debido a lo rápido que crece y se transforma, y a la cual era hora de volver.

El avión iba tomando altitud. Los pasillos comenzaban la actividad del jugo. El comandante saludaba, daba su nombre, y algunos datos que sólo él sabe si son verdad y no un invento suyo, o a lo mejor sus máquinas de medición no son tan precisas y nos los dice para impresionarnos.

Al terminar de leer una línea que Francisco había subrayado del libro, (hay que empaparse de realidad más no exponerse, el que se expone se convierte en víctima de ella) discretamente para después borrarla y ver si así esa frase podría cobrar una reflexión en su hermano, el problema del asiento había desaparecido.

O al menos por un jugo de tomate y un café así fue.

Carolina estaba por terminar el diario. Una vez más comenzaba a reclamar acerca de las noticias que aparecen, entre las cuales había una que le llamaba la atención, ya que sucedió en el pueblo en el que vivió con sus papás los primeros años de su vida, y del cual recordaba aun todo claramente. Aunque también, claramente, decidió no entablar ninguna conversación sobre ella con Francisco, pensando que esta no era ninguna noticia para conversar.

Al tomar el diario, lo primero que él buscó fue esa sección de día Domingo acerca de entrevistas o artículos sobre literatura y cine. Leyó algunas actividades que se realizarían por el mundo, se encontró con la sorpresa de un homenaje acerca de aquel escritor del que antes subrayó. Anotó los datos y pensó en ir llegando.

Cogió las siguientes secciones. La comida esta siendo servida.
Casi era su turno, sólo faltaba una parte de la sección Nacional, y fue ahí que vio su nombre.

No escogió ni pollo, ni atún. No quiso comer. Carolina lo miraba aun sin saber que pasaba pero sabiendo que en ese momento algo comenzaba a pasar.

El título era llamativo: Visita a Mamá enferma y muere en su tierra.

Sabía al principio que a lo mejor era una de esas noticias que los guionistas y directores de cine suelen buscar para suplir la falta de ideas y poder escarbar en algo que no se vivió y que es necesario documentar para dejar fe de que se puede trabajar con algunas temáticas de la vida cotidiana, siempre y cuando tengan algo que las saque de ahí.
Pero continuó leyendo porque recordó que algunos títulos no dicen nada sobre lo que se escribe como texto y a lo mejor alguna idea para un cortometraje podría aparecer por ahí.

No habían pasado aún tres renglones.

Ricardo Gómez había viajado desde México para visitar a su madre. Su madre está en una situación de cáncer. Le quedan pocos días de vida. Pero como un párrafo adelante se menciona, la señora aún puede mantenerse de pie y reconocer toda su situación.

Ricardo había llegado una semana antes, con el fin de comprarle un ataúd y pagar el cementerio a su madre. Y ahora el ataúd era usado por él mismo al igual que el cementerio.

La noche del miércoles, Ricardo se comenzó a sentir mal por la noche y una de sus hermanas lo llevó a la clínica donde le dieron unas pastillas contra el dolor de estómago y lo mandaron a dormir.

En el camino a la casa, Ricardo se sentía cada vez peor, así que su hermana decidió llevarlo desde el puerto hasta la ciudad, la cual quedaba a una hora, para que lo revisaran en el hospital.

Al llegar, un doctor observó a Ricardo, quién yacía recostado en el asiento del carro. Había fallecido 5 minutos atrás. El doctor diagnosticoó apendicitis.

Carolina notó que Francisco estaba leyendo la noticia. Y no entendía la reacción de su cara. Por un momento pensó en mencionarle que allí vivía ella de niña, pero prefirió callar y responder si pollo o atún.

La madre aún no sabía de la muerte de su hijo, y parecía que con la visita comenzaba a recuperarse. El día viernes. Un cortejo fúnebre pasaba por enfrente de su casa, ella lo saludaba como tratando de darle aliento a los familiares del fallecido. Era su hijo y ella no lo sabría nunca.

La noticia terminaba con una fotografía muy pequeña de la madre despidiéndose de la ventana. No había firma de ningún autor, ni señales de quién pudo pensar, que ésta era una noticia. De esas noticias que siempre pasan desapercibidas, y que si uno revisa los periódicos viejos antes de venderlos por kilo se encontraría varias con el mismo estilo.

Francisco se asomó por el pasillo, buscando el asiento de la orilla de la quinta fila. Un par de pies salían por ahí. Alguien que creía ser afortunado por no tener pareja de viaje. Alguien que a Francisco le hubiese gustado ser, para así pensar entre pollo y atún y no acerca de aquél que en esos movimientos de alea, que llevan todo el rostro del indomesticable azar, terminó por comprar su propio ataúd. Una explicación de por qué algunos pueden perder sus vuelos.

Texto agregado el 24-07-2006, y leído por 88 visitantes. (1 voto)


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