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El viento azotaba nuestras caras como si tratara de preservar la virginidad de aquella vía de la misma forma que había pulido la majestuosa pared de granito de la que colgábamos. Me sentía en forma, con los músculos en tensión y las manos fuertes como garras. Mi compañero y yo, formábamos un equipo potente con ansias de superarnos en cada escalada.

Era inútil que el viento y el frío se empeñaran en tirarnos abajo, íbamos a abrir una herida en aquella pared de ochocientos metros por donde nadie lo había intentado antes. Frente a nosotros, el paso más complicado de aquel intento al que habíamos bautizado como "rayo de luz". Lo llamamos así porque, desde abajo, entre los muros que la escoltaban, asomaba la esperanza que nos mostraba el camino a seguir en forma de rayo de Sol.

Me tocaba ir de primero a mi y la dificultad era grande. Nunca había superado un grado semejante hasta aquel día. Pero entonces, en aquella pared, con aquel fuego dentro de mis brazos y hielo en la cabeza, sentía la mayor confianza que nunca antes había tenido.

Mi compañero desde la reunión me aseguraba y animaba. Discutíamos la forma de ganarle la partida a la pared y a nuestros propios límites. No fue fácil. Me lancé a ello y, al instante, colgaba de mis brazos sobre un vacío que, lejos de aterrarme, me atría... A menudo, pienso que ésto es como una droga que provoca en mi cabeza la más placentera de las sensaciones haciéndome sentir incomprensiblemente bien.

Mis fuerzas estaban al límite. Mis dedos adheridos a aquella pared, apegándose a ella en contra de las leyes físicas, con mi cabeza luchando contra la razón y yo progresando en aquel muro de piedra, que muchos sólo verían como eso: piedra.

LLegó el momento decisivo. Aquel movimiento sólo iba a permitir, que en aquella osadía por violar los miles de años de solitaria existencia de aquella pared, un único dedo fuera el arma que yo pudiera esgrimir contra ella. Pero muchas batallas aparentemente perdidas, se ganan.

¿Cómo después de haber llegado hasta allí me iba a dar media vuelta, ¿Haría lo mismo que muchos otros hicieron en su día? No estaba dispuesto a ello, decidí imponer mi voluntad a falta, todavía, de mostrar mis argumentos

Tome aire un par de veces. Miré aquella placa lisa con rabia y juré que no permitiría que me escupiera al aire, ni pensarlo. Relajé mi mano antes de castigarla como nunca lo había hecho y le pedí a mi cabeza, que esta vez fuese ella la que escuchara al corazón...

Tomé impulso y alargué mi brazo derecho. Cuando estaba donde quería, sin pensarlo más, levanté los pies y noté como mi dedo protestaba en el centro del cerebro. Pero le callé. "Sólo será un instante", le dije... "Hasta que tus hermanos alcancen ese saliente. Hasta que yo alcance mi límite, mi verdad, mi libertad".

Por aquello que hice, se me puede admirar en pequeños círculos, pero lo que de verdad e reconforta es, que venga lo que venga en la vida, lo abordaré de la misma manera, con un dedo si hace falta. Y lo superaré. Si, lo hicimos. Pero lo que importa es lo que está por venir, de nada vale lo pasado si no le das valor en el futuro, si te quedas en la reunión y no subes más porque lograste una buena cota. Siempre se puede más y esa debe ser la actitud de un escalador. La actitud de cualquier hombre.

Texto agregado el 28-07-2006, y leído por 186 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-08-2006 carajooo!!... por un momento me pareció estar viendo cualquier programa de Al filo de lo Imposible,jajaa... Sentí hasta vértigo ¿sabias?. Todas y un susurro* susurros
30-07-2006 Buen relato no sólo por el tema, sino por su simbolismo de la lucha rebelde ante las adversidades. Incita además a la lectura por su supense. eneas
 
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