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(Crossroad blues)

Cuenta la leyenda que Robert Johnson vendió su alma a cambio de hacer gemir su guitarra como ningún otro mortal. Pagó el precio con una vida corta, tan áspera, sórdida y viril como su propia música.

El hombre había nacido para el blues, era un maestro en su arte, y bien que lo sabía, como el hijo de puta individualista y egocéntrico que era. Pero quería más. Y una noche, sentado al lado de una lápida, entonando melodías blasfemas, acompañado de su guitarra, una botella de whisky y de Willie Brown –su fiel compañero de juergas– decidió pactar con el viejo diablo. Todo lo que tenía que hacer, como bien saben los ribereños del Mississipi, era pararse en un cruce de caminos –justo a medianoche, bajo la luna llena– y esperar a que un negro grande, con aires de gusto y fortuna, tomara su guitarra y la afinara. Así lo hizo Johnson y lo demás es historia...

Pues sí señores, heme aquí, siguiendo las huellas de mi ídolo y maestro. Es media noche, la luna llena brilla y, a pesar del aire húmedo y cálido que se respira en la unión de las autopistas 61 y 49, en Clarcksdale, Mississipi, el alma se ahoga en un terror silencioso como frío de tumba. Ha sido largo el camino que me ha traído hasta este sitio desde mi lejana América del Sur. En mis sienes palpita un torrente de tambores africanos y rezos de macumba, entremezclados con gemidos de un tono intermedio entre el dolor y el placer. Me siento como uno de esos zombies a los que el vudú ha robado el alma.

Y allí está Él, por fin, el Maligno. O al menos eso creo. Viene vestido de blanco y cargado de oro, caminando con estilo y jugueteando graciosamente con un bastón; un sombrero de ala ancha –blanco también– cubre su cabeza. Debe tratarse del hombre negro “con aires de gusto y fortuna” del que habla la leyenda, aunque a primera vista más bien parezca un proxeneta de película gringa. Al instante caigo de rodillas y le ofrezco tembloroso mi Fender Stratocaster negra. Él sonríe divertido y me pregunta:

–What’s up, man? Are you nuts or what?

Y entonces exclamo, con lágrimas en los ojos y emoción en la garganta:

–Toma mi alma, Señor mío, pagaré el precio que halla que pagar. Quiero ser inmortal y luego morir. Quiero ser un héroe del rock‘n’roll, un semidiós. Entonces suelta una terrible carcajada que me hiela hasta el tuétano. Una niebla púrpura se expande por todo el delta del Mississipi anegando mi cerebro mientras un poderoso rayo se descarga en el cielo...

Al día siguiente me despiertan inclementes los rayos del sol. Mi cabeza está a punto de estallar, no tengo pantalones, y siento un sospechoso ardor en el trasero. ¿Satanás?... Por ningún lado; y en vez de la guitarra una rosa roja.

Sólo atino a pensar: ¡cómo se habrá reído de mí ese negro hijo de puta!

Fucking pimp!!!!

Juan David Villegas

Texto agregado el 28-07-2006, y leído por 97 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
01-10-2006 Excelente! pensèque estaban muy trillados los cuentos de Satanàs, pero este, exquisitamente escrito me hizo olvidar que oì un chiste similar, ademàs, me encantò tu presentaciòn-què finge ser cientìfico-jejeje y me llenò de curiosidad, serà verdad? un cientìfico con humor?Recibe un abrazo desde Paraguay doctora
 
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