La casa de Claudio es una hacienda en el campo, grande y de forma alargada. Sólo planta baja y primer piso, con ocho habitaciones para huéspedes, techos muy altos y el tejado de tejas rojas. Los muros de piedra, de casi medio metro de espesor, la hacen fresca en el verano y conservan el calor del hogar en invierno. Puertas exteriores y contraventanas en todas las habitaciones, de madera de pino barnizadas para darles un alegre color rojizo. La parte delantera de la casa se encuentra rodeada por un área de pasto, con dos castaños y un tilo muy cerca de la entrada y una valla que separa la casa de la reserva de caza, donde pacen varios ciervos. Junto a una de las puertas traseras, una pequeña escalera exterior conduce a mi habitación. Por la baranda de esta escalera trepa un magnífico rosal, de flores pequeñas, que noche tras noche se deslizan, furtivas, en mis sueños.