El MAIZ.-
Erase una ves dos pueblos vecinos que vivían enfrentados por una guerra, en una de las aldeas habitaba una hermosa doncella, hija del jefe del pueblo, y en la otra vivía un apuesto joven que al fallecer su padre le dejó al mando de su tribu.

Un día ella, la bella doncella, colectaba flores para adornar sus largos cabellos y el joven guerrero caminaba, buscando en el viento las sabias palabras de su padre. De repente ambos se divisaron él sin saber que hacer ante tan linda chica, no dejó de mirarle, no le perdió un solo detalle –su cabello, su rostro y su sonrisa– y ella intimidada ante el desconocido liberó sus temores cuando casi instantáneamente reconoció a ese ser que se revelaba en sus sueños.

Cuando quedaron atrapados por la dulce mirada que intercambiaban les vio el padre de la chica y sin ánimos de perdonarle la vida a su enemigo que además acechaba a su hija, disparó una flecha que oportunamente el joven esquivó pero sin poderlo evitar alcanzó a la doncella.

El padre enloqueció y el joven que apenas tuvo tiempo de conocer a su amada lloró con tal fervor sobre su cuerpo que la tierra se abrió, y recibió a los enamorados para unirlos mas allá de la muerte.

Hay quienes afirman esta historia otros sencillamente la creen, lo cierto es que la joven a resucitado en una bondadosa y altiva planta donde los granos delatan su sonrisa, la barba insinúa sus ondulados cabellos y la espiga que se levanta desde la tierra es la flecha que la accidentalmente la quitó la vida. Esto para decirle a su padre que lo ha perdonado.