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El despertar de Ana.


Ruta.
La niebla cae presa de los noctámbulos.
De mí también, que permanezco despierto acortando distancias.
El frío. Lo tengo adherido al cuerpo cual ropa mojada.
La calefacción del coche se ha descompuesto y me lo hace saber a cada instante.
De nada vale que frote las manos, lo hago para alimentar la ilusión de que volverán a recobrar su calor.
Sueño. Un enemigo que trato de vencer.
No es mucha la distancia que me separa de mi destino.
Después de tan largo viaje lo único que deseo es volver a casa y poder estar con Ana y el pequeño Nicolás, que deben estar ansiosos aguardando mi llegada. Tanto tiempo sin ellos me obliga a pisar tan solo un poco más el pedal del acelerador, sé que es peligroso pero el ansia de estar con ellos, calor de por medio, es muy fuerte en mí.
Frío, mucho frío... intolerable. Parece morder rabiosamente...
...y este sueño que trata de apoderarse de mi tiritar.
Los párpados...
...los párpados...
... los... párpados...
...los...


...caen...
.
¡Caen!!
Dios mío!!.
Caen tan solo un segundo. Lo suficiente para escuchar la bocina.
¡Abrirlos!
¡Abrirlos!
¡Abrirlos!
Y ver los faros que me encandilan.
Es todo tan fugaz, tanto que no recordaría el momento en que bruscamente giré el volante, tampoco cuando comencé a gritar, cuando dejé y si lo hice o no.
Eso sí, a continuación vino a mí un temblor en todo el cuerpo y no es el frío, lo puedo asegurar.
Me costó volver a retomar la ruta, estuve andando por la banquina durante largo tiempo sin poder mirar atrás, delante, la niebla que me mantiene hipnotizado.
El espejo retrovisor, puedo hechar un vistazo, niebla otra vez, azul vestimenta etérea que todo lo devora.
No puedo seguir así, todo mi cuerpo es un temblor desesperado.
No puedo calmarme.
Busco los cigarrillos y encuentro el paquete vacío.
La radio, la enciendo y tan solo me devuelve el silencio, posiblemente se haya descompuesto cuando salí de la ruta.
Sigo duro al volante.
No sé cuanto tiempo pasó.
La naturaleza cual gigante e invisible ilustrador comienza a utilizar su borrador, la bruma que se adhería al pavimento (y a todo alrededor) comenzó a desdibujarse, dejando al descubierto la línea zigzagueante del camino, iluminado por las luces de los faros de mi coche y las tenues estrellas.
Tengo que parar en algún lugar, no ya para dormir, pues todo sueño se me ha ido al igual que el frío, pero siento la imperiosa necesidad de detenerme para beber algo.
No encuentro señalización alguna.
Más adelante, la fosforescencia de un cartel con fondo verde me devuelve la leyenda: “a un kilómetro – bar”.
Tomo el desvío que lleva a ese lugar.
Diviso las luces parpadeando a lo lejos, es un pequeño pueblo que no tengo idea que existiera.
Ingreso.
Las calles aparecen vacías.
Sería inconcebible ver gente deambulando debido al frío, deben permanecer guarecidas en sus casas.
Veo el cartel de un bar.
Estaciono casi al frente de la entrada.
Entro.
Pido un cortado.
Miro en derredor y todo me parece extraño, hay un no se qué en el ambiente que no logro descifrar.
La barra de roble roso, vaya uno a saber si por el barniz o por el largo uso a través de los años, una antigua máquina de café como en el viejo bar “la buena medida”, asientos de metal apoyadas sobre las mesas redondas del mismo material.
Las paredes repletas de fotos de artistas de tango, fotos del lugar tiempo atrás, cuadros con letras de canciones, reconozco una estrofa:
“...tu voz que llora y me nombra,
mientras más aún se asombran
los fantasmas de ésta noche...
...Más, muchísimo más
extrañan mis manos
tus manos amantes
más, muchísimo más
me aturdo al saberte
tan cerca y tan distante...”
“Tabaco”, por el “polaco” Goyeneche, lo recuerdo porque mis viejos lo escuchan siempre.
Hay en el lugar un par de parroquianos, sus rostros surcados por el tiempo y sus excesos. Me miran cada tanto, pero no hay burla ni maldad en sus miradas, dejan entrever una leve sonrisa y vuelven a sus respectivas lecturas.
Me vuelve el sueño y me acurruca en sus brazos entonando una canción de cuna.
El café estaba muy sabroso.
El café...
...el café...
...el...caf...
Me dejo llevar.
Me despierto y es de día ya, no lo puedo creer, la puerta y las ventanas están abiertas de par en par, un sol perfecto baña con sus oros el verde que se cuela a través de todo. Increíble que tanta primavera haya nacido tan de repente, luego de una fría y vertiginosa noche.
Salgo, subo al auto, lo enciendo y emprendo el regreso.
Tan rápido fue que ni cuenta me di.
Llego a casa.
Nico está durmiendo en su pieza, entro y acaricio su cabecita tiernamente.
Voy a nuestra habitación y Ana duerme tan hermosa como siempre, sus ondas en el pelo forman olas de espuma colorada sobre la blanca almohada, es una imagen tan dulce. Me acerco y no puedo evitar besar sus labios, es tanto el amor que me inspira.

Que extraña sensación, se pregunta Ana, hace ya un año exacto de la muerte de su marido en un e automovilístico en la ruta, cuando volvía para su casa.
Aún no ha podido trabajar ese vacío en sus adentros, esa falta del ser querido que ya no está más, que se va así, de repente.
Pero en ese instante supo que ha partir de hoy, todo sería diferente.
Ha soñado con él, fue algo hermoso y muy dulce se dice, mientras mira a su hijito, Nicolás, que duerme plácidamente.
Él estuvo con ella en ese sueño, le había besado en la boca, es como si... hubiera venido a despedirse, (se quedó sentada sobre la cama, sin pisar el suelo, balanceando sus pies, tratando de traer a la memoria las imágenes, tan reales habían sido éstas), era como si hubiera venido a dar por terminada una etapa que no había culminado, cerrando un círculo de una vez por todas.
Y sintió... que él ahora no era lo mismo, era mucho más que esa forma que alguna vez tuvo y formaba parte al igual que ellos del mismo universo.
Algo le dijo que estarían por siempre juntos, él cuidándolos, observándolos, si ella así lo quería, hasta el momento de volver a encontrarse.
Y se sintió colmada, feliz, preparada para seguir viviendo y creciendo... a pesar de sus lágrimas.

CFA
17/08/2006. –

Texto agregado el 18-08-2006, y leído por 253 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
13-03-2008 me quito la galera ante vos cris!!!q orgullo tenerte cerca siempre kreisk
07-07-2007 hola cris me encanta,es muy lindo, cada dia me sorprendes mas kreisk
30-11-2006 muy bien narrado , me resultó poca afortunada está frase que no desmerece la narración la naturaleza cual gigante...creo que no es adecuda la forma en este tipo de narracíon...pero felicitaciones amigo usted da catedra. SORIAS
29-11-2006 "... y cala hondo el surco de la ausencia..." Què difìcil alcanzar la resignaciòn, esa a la que el personaje de tu cuento llega... pero no sè de otra mejor... Bien contado winter, ¡ Llega ! Mis ***** Lancy_
23-10-2006 uff que triste!... la verdad que no se si es por mi pesimismo habitual, o ya intuia que se habia muerto el protagonista, porque no me extraño el final. La verdad que tu escrito es atrapante, y tiene buenas imagenes, y un dejo de ternura el final, el marido que se despide de su amada, y de su hijo. 5 estrellas, saludos, LD...... Lady_Dark
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