Cuando miro por la ventana y llueve furiosamente. A veces incluso estalla una tormenta dentro o fuera de mi cabeza. Me oculto y trato de escapar. Pero no te encuentro en mi interior. Salgo, en la plaza de enfrente la gente pasea sin mirarse a los ojos. Mi vida está vacía y quiero gritar pero no puedo hacerlo sin mirar a los ojos de los demás. No quiero ojos a mi alrededor. Prefiero perderme.
Ayer me llamaste, de nuevo, tras meses sin oírte. Parecías contento. Hoy incluso una señora, cargada con bolsas de la compra y ojeras, miró a mis ojos y juraría que esbozó una tímida sonrisa, la señal de complicidad de dos seres felices en medio de la nada.