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Hay historias que se cuentan cuando ya no importan. Cuando ya no duelen en el corazón.
Aquella lluviosa noche no entendí porque me había decidido a salir a pasear sin compañía. Con lo miedosa que soy, no entendí qué hacía paseando sola bajo la lluvia por las calles de París.
Era algo más de media noche, una fría noche de Enero, lluviosa… más yo no sentía el frío, no percibía la soledad de las encharcadas calles.
Caminé durante horas, creo que fueron cuatro. No sé que buscaba, hacia dónde me dirigía ni en qué pensaba.
La lluvia cesó, pero el frío viento seguía azotando mi cara descubierta. Seguía sin pensar en nada con la mirada perdida en la lejanía.
Encontré un viejo banco, con las astillas levantadas, saludándome. Me senté. En ese instante noté la lluvia. Se agarraba a mi abrigo como una garrapata y me penetraba por las costuras.
No entendí porqué una lágrima asomó en mi ojo. No comprendí que me estaba sucediendo. Intenté ocultar esa lágrima y no sé de quién, puesto que la calle estaba desierta, no había nadie. Sólo un gato gris cruzaba la carretera en ese instante. Puede ser que ni siquiera fuera un gato y que mis ojos empañados confundieran mi mirada, entonces borrosa.
Permanecí sentada por un tiempo indefinido, sería incapaz de saberlo. Creo que me dormí.
Recuerdo que a mí me pareció que sólo habían pasado unos segundos cuando el sol empezaba a calentar mi cara. Los primeros rayos de sol del amanecer chocaban en mis párpados. La noche había pasado, la lluvia había desaparecido del todo, ni una sola nube en el cielo. Un cielo azul y raso, nada que ver con la noche.
Me incorporé del viejo banco, ahora aún parecía más viejo. Seguía sin saber nada acerca de mi extraño comportamiento.
Me acerqué a una iglesia próxima. En la puerta el sacristán me saludó: Buenos días señorita Agustin, me dijo con una amplia sonrisa. Buenos días Padre Aurelio, le contesté mientras atravesaba la aviejada puerta negra.
Me dirigí a la capilla adyacente al altar. Hacía frío. La humedad penetraba en mis huesos. Apenas había luz. Saqué una moneda de mi bolsillo y encendí una vela. Bajé la cabeza ante el cristo románico de madera. Transcurridos varios minutos, me dirigí de nuevo a la puerta de salida. Allí continuaba el Padre Aurelio: Hasta mañana señorita Agustin, me dijo de nuevo.
Caminé calle abajo, hasta llegar a mi casa, había pasado toda la noche fuera. Necesitaba una ducha. Me quité los guantes y coloqué unas flores que había cogido en el patio de casa, en un jarrón de cristal azul y me dirigí al baño.
Lentamente me fui quitando la bufanda, el abrigo y el sombrero. Entonces abrí el grifo de la ducha. Continúe quitándome las botas, la falda, el jersey… finalmente me retiré las orquillas del pelo y dejé caer mi larga oscura melena sobre mi blanca piel.
Me senté a contemplar como caía el agua, me recordaba a la lluvia de la noche, de nuevo sentía ganas de sentirla caer sobre mi cuerpo. Me cubrí con el albornoz y salí a poner algo de música, en el aparato musical estaba el vals del Danubio Azul, perfecto. Empezó a sonar y me dirigí de nuevo al baño. Me retiré el albornoz y me zambullí debajo del grifo. El agua me caía y yo estaba absorta sintiendo el vals en mi cuerpo.
No veía el momento de salir de mi refugio.
Pasé varias horas bajo el grifo de la ducha, evadiéndome de la realidad, del mundo…
Me cubrí con el albornoz, me quedé contemplando las flores que había recogido del patio. De nuevo otra lágrima salió recorriendo mi mejilla. Empezaba a entender. Me dirigí a la cama, esa cama que anoche no había querido ocupar. Estaba intacta, ni una arruga, tal como la había hecho el día anterior. Bajé la persiana y me introduje entre las sábanas. Cerré los ojos buscando la oscuridad. Estaba agitada. Me consumían los nervios, me devoraba la angustia. Finalmente me dormí.

Me despertó el sonido del timbre. Me incorporé de la cama, miré a mi alrededor, no veía nada, no recordaba qué pasaba, no entendía nada, pero el dolor de mi alma seguía conmigo. Salí de la cama y levanté la persiana. Mientras me cubría con una bata, pude contemplar las flores del jarrón azul, me dirigí a la puerta, acababa de comprender. Había dormido todo el día y la noche. Por fin pude dormir, la segunda noche.
Mi hermana subió a todo correr. Vestía de negro, ella que es tan alegre y jamás usa el negro.
¿Aún estás así? _Me gritó mientras pasaba por mi lado entrando por la puerta_ Date prisa, el Padre Aurelio nos está esperando.
Comprendí porqué el Padre Aurelio me despidió con un hasta mañana.
Mi hermana me ayudó a vestir. Nos dirigimos juntas a la iglesia donde había estado la mañana anterior. Las lágrimas manaban de mí. Pero seguía sin entender nada.
Allí estaba esperándome el último instante de mi vida junto a Pierre.
Jamás comenté a nadie qué hice aquella noche cuando me dijeron que había muerto. Aunque hubiera querido, no hubiera podido, no lo recordaba con claridad.
Ahora que el tiempo ha curado las heridas, ahora que lo veo desde la distancia, puedo hablar de ese instante de mi vida, puedo hablar con tristeza y explicar el sufrimiento de aquella noche. Aquella noche que aún es confusa para mí. Pero que ya no duele como aquel día.



Texto agregado el 19-08-2006, y leído por 164 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-09-2006 Un gran misterio rodea este relato, hasta que por fin se entiende la actitud de la protagonista. Triste, melancólico, sentimientos propios de cuando se pierde a una persona querida de repente. Lo transmite muy bien a lo largo de la historia. Al final todo tiene sentido, hasta las flores que coge y coloca en un jarrón azul (color del cielo) para la persona que acaba de perder. maite32
19-08-2006 Triste, nostalgico pero atrapante y misterioso relato que mira un poco el existencialismo de una persona herida y que sin embargo no comprende el porqué ya que en esos primeros instantes en que la muerte golpea nuestra mente se resiste a aceptar lo inapelable. Un divagar sin sentido buscando un sentido al sinsentido de la muerte; triste, preo también sentido y nostálgico y sobre todo pude comprender esos sentimientos porque yo también los he experimentado. Un saludo y***** josef
 
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