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A los músicos y docentes ignotos de Puerto Tirol, porque se quedan

Verde.
Entrando con el sol, por el Este, se llega a Puerto Tirol. La longevidad no se manifiesta en estos lares del Chaco y a falta de un abuelo que oficie de testigo, hay que sumergirse en soledad en la reconstrucción de los 118 años con que carga el pueblo. A partir de la lectura minuciosa de las paredes, las calles, las grietas de los rostros. Un puñado de quintas de fin de semana recién estrenadas, lapachos en flor y pájaros incansables como banda sonora invitan a quedarse acá no más, donde el pueblito apenas si se adivina; seducen a llenar el espíritu con eso que en las grandes citys no abunda.

Marrón.
Pero la curiosidad llama y los pasos le hacen caso. Así arriban a un puentecito que pareciera exagerado para saldar el paso al otro lado de un río Negro más parecido, hoy, a una zanja que ni siquiera alberga renacuajos. Un río teñido artificialmente de rojo, un río que parece desangrarse. Un río insultado en su carácter de tal: ni pequeñas embarcaciones, ni pesca, ni balnearios. El río es, en efecto, una zanja crecidita donde en lugar de mierda flotan desechos de fábricas de tanino, curtiembres y mataderos.
A la izquierda del asfalto, como cayéndose de la curva, se erige un tríptico mural que lleva por epígrafe: “…para mi fuiste el crisol que forja mi entendimiento y te llevo en todo momento junto a mi peregrinar y aún lejos te he de cantar al compás de mi instrumento” y que firman el “Pueblo y Gobierno, en homenaje a los fundadores”. Estos últimos no dicen mucho desde el naranja opaco con que los han bañado. O quizás sí: en el primero, una pareja de nativos sostiene ramas y un jarrón enorme; en el que sigue se ve a un hachero y a varios criollos en santa procesión; y en el tercero se paran desafiantes el bigote tupido y el vestido grandulón de una pareja de italianos recién bajaditos de un barco.
Publicada en el diario más vendido de la provincia, la historia oficial reza que fue la radicación de la industria taninera Quebrachales Fusionados S.A, la que dio origen al pueblo. Cuenta además que “el río Negro fue la vía de comunicación para llevar y traer productos de Resistencia, y también de gran utilidad para la industria taninera, que volcaba allí todos los residuos de la producción”. Y si siempre hay que desconfiarle a la historia oficial, en este caso pareciera pertinente la duda sobre ese verbo en pasado: volcaba. En honor a lo que los ojos propios perciben y los estudios científicos comprueban.
Dos acoplados repletos de cadáveres vegetales se aplastan al inicio de la arteria principal: 12 de octubre. En la primera esquina, un cajero automático parece desconcertado entre las paredes achacadas que lo albergan y mira con respeto el cartel donde se estampa el nombre de la calle que se cruza con los quinientos años de conquista. Allí se lee UNITÁN. Y se lo lee en mayúsculas. No tanto porque sea una de las dos empresas que manejan la exportación de extractos del quebracho, que asciende a los 35 millones de dólares anuales; sino más bien porque en un pedazo de tierra donde habitan 12.000 almas es la principal fuente de empleo.
En la geografía tirolesa los edificios de la fábrica aparecen altísimos, contrastan el chirriar incesante de sus chimeneas con la pasividad insoportable de las callecitas retaconas de afuera. Es difícil imaginar mentalmente los contornos de sus caderas: se puede caminar durante horas alrededor de esa media de red que son los alambrados que cubren Unitán. Un matemático genial se rendiría fácilmente ante la apuesta sobre cuantos quebrachos muertos esperan que un drácula egoísta no los vuelva vampiros pero les extraiga el tanino.
Utilizado para curtir cueros, hacer aditivos para madera, cartones, asfalto y estabilizantes de suelos, el 90 por ciento del tanino se exporta a más de cincuenta países. Eso dice la página web de la empresa, representante de firmas de España, Estados Unidos e Italia. Y asegura también que Unitán “cumple con todas las reglamentaciones forestales vigentes y produce 500.000 plantines anuales en sus viveros”. No aclara, en cambio, cuánto tiempo tarda el quebracho colorado en crecer, que los extractos de quebracho son una compleja combinación de polifenoles ni cuál es el tratamiento que dan a los residuos que vierten en el río.

Gris.
Habiendo rodeado al gigante despierto, cercado por las añejas casas de sus primeros gerentes y un puñado de ranchos que quedan ocultos tras sus espaldas, resta recorrer el pueblo. A la izquierda, al costado de una laguna quietísima, completando la idiosincrasia tirolesa está el templo de Santa Rita, la virgen más taquillera del Chaco. Cada 23 de mayo, los matutinos provinciales se encargan de reseñar con asombro cómo aumenta la cantidad de fieles que marchan a contemplar su humilde figura de yeso. La causa de tanta adhesión se halle, quizás, en el hecho de que es la patrona de los imposibles.
En la intersección de 12 de Octubre y Julio Argentino Roca –prócer genocida recién asfaltado- está el edificio de la Municipalidad, unos pocos metros antes el Correo, una cuadra después el Hospital y a la vuelta –allí donde termina la calle principal- el Club Independiente. Las instituciones nuestras de cada pueblo, para parafrasear la oración más conocida entre los católicos. Aparentemente, la inversión privada no se vio tentada: apenas una panadería, un almacén de ramos generales, un ciber, un gimnasio, una pilchería, un gimnasio y un comedor donde se consiguen cigarrillos nacionales. La vista adormecida agradece los colores chic de algunas de las paredes y se detiene con gusto a leer las únicas dos fotocopias que se suceden en las paredes. Una invita a reuniones de reconciliación en el templo. La otra tienta a una II noche de zapadas, en el bar del club, a las 23.30.
El sol todavía calienta el cuerpo así que convendrá continuar bajando por los ahora terrosos caminitos. Se perfilan casuchas desteñidas con chapas derruidas, alguna bicicleta estacionada en la vereda, un padre de familia que saluda, una 4por4 polarizada. Es frecuente escuchar que el viento Norte pone de malhumor a cualquiera. Pero si se vive en Tirol, las cualidades molestas de ese soplido se potencian, pues cuando eso sucede no es aire lo las nubes emanan sino que acarrean hacia la gente y sus moradas el olor ácido de las chimeneas. “Eso combinado con la humedad oxida los techos de las casas”, afirma una maestra que a fuerza de mucha ropa perdida aprendió qué días usar el tendal. Y después de permitirse una broma a los estúpidos desafíos de la blancura que hacen por televisión las marcas de jabón en polvo, se pone seria y se pregunta qué hará ese humo a los pulmones…
Se me ocurre que eso que salva al ser humano muchas veces acaba también condenándolo. Pareciera que la capacidad de adaptación acaba reducida a la capacidad de acostumbrase, de aletargarse en lo que le toca en suerte. El humo como una constante que no sólo viene de la fábrica sino que también se genera por la basura que los vecinos queman ante la ausencia de recolectores. Acostumbrarse al olor. Y a tantas otras cosas. En cada barrio. Por ejemplo Villa Jalón, donde hace tres años una chica de 14 años y 25 kilos murió tras un cuadro de anemia, desnutrición y deshidratación. En el Gran Resistencia, del que forma parte Puerto Tirol, el 54 por ciento de las personas son pobres y otro 23 por ciento es indigente . Así se explica que en los festejos por el Día del Niño abunden como únicos regalos tétricas bolsitas con golosinas del plan alimentario Aipo Ayuda.
Respirando tenue detrás de la bufanda y la noche que se va filtrando entre las manzanas, un profesor que se sumó a la caminata se pregunta si además de palabras como crisol, la taninera y la virgen taquillera; el hambre y las fallas respiratorias también se irán sumando a la idiosincrasia del pueblo o si los mecanismos de negación serán más fuertes. Por lo pronto, me cuenta, desde la Escuela Felipe Varela vienen dando brazadas fuertes para no hundirse en el aplomo de los metales que inundan río y ambiente por igual. Dice que es difícil hablar con los chicos sobre la fábrica, muchos de sus padres trabajan ahí, cuesta romper el silencio. Hace un mes se realizó en el colegio un encuentro de Arte Público que dejó como huella palpable una serie de murales que denuncian, a apenas tres cuadras de Unitán, el diario asesinato de la naturaleza en el pueblo. Los murales sean quizás el primer grito de un largo despertar.

La helada que comienza a caer no pide permiso y se filtra hasta los huesos. Excusa suficiente para ceder a la tentación de refugiarse en el bar de Independiente, comprar una cerveza y abandonarse a la ilación absurda de pensamientos. Un único veladorcito amarillo apenas dibuja las siluetas de un baterista, tres guitarristas de pelos ochentosos y un bajo de cinco cuerdas. Una veintena de muchachos que dejaron sus bicicletas estacionadas en la entrada esperan que los parlantes justifiquen su presencia. Pocos minutos después comienzan a sucederse las mejores interpretaciones de blues y rocanroles que quien escribe haya escuchando en tantísimo tiempo. Es más: un baterista foráneo se asombra y desliza: “Un nivel de músicos que no hay ni en Resistencia ni en Corrientes”. En tono religioso se diría: dulce recompensa al deber cumplido.
Pero es más que eso, porque cuando esos pibes comiencen a versear las estrofas de una canción de Pappo estarán contestándole con desparpajo a esa idiosincrasia que idolatra a viejos músicos compoblanos que siempre prometieron no olvidarse del suelo en que nacieron, claro que a la distancia. Y así estas guitarras chillarán: “No se por qué, imaginé, que estábamos unidos, y me sentí mejor, pero aquí estoy tan solo en la vida, que mejor me voy. Un viejo blues, me hizo recordar, momentos de mi vida, y mi primer amor, pero aquí estoy, tan solo en la vida, que mejor me voy”. El dulce sabor de la contradicción. Porque el festejo acontece en el pueblo de los tres colores: verde, marrón y gris. Y así como el mural, quienes se quedan a construir sus vidas en esas callecitas secas, buscando una alternativa al olor espantoso del vapor, ofrecen una forma de resistencia. Echan mano de la paleta y buscan un nuevo color.



Rocío Navarro










Otras fuentes:
http://www.revistachaque.com.ar/1impacto.htm
http://www.clarin.com/diario/2003/02/10/s-03 301.htm
http://www.unitan.net/espanol/quebracho.html
http://www.corrientesnoticias.com.ar/interior .php?nid=35105
http://www.poderlocal.net/leer_noticias.asp?ID=26016
Nota sobre Exportación de Tanino, en Clarín del Martes 22 de marzo de 2005

Texto agregado el 23-08-2006, y leído por 194 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-08-2006 un placer conocer tu lado periodista; lograr que el lector paseé literalmente contigo por este tricolor punto olvidado de la geografía es cosa de agradecerse, aplaudirse y disfrutarse. Magnífico esbozo lleno de humor corrosivo y guiños al lector. De la situación no puedo opinar más que lo que leí... acá también hay más de tres Puerto Tirol desangrándose Aristidemo
 
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