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Inicio / Cuenteros Locales / Stephen_Maturin / LA CONDESA DE MAHÓN (SEGUNDA PARTE)

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Después de un largo silencio, sólo interrumpido por las olas que se trataban de aferrar a la tierra, fue ella la que dio la primera andanada verbal. – es un día muy frió- dijo mirando las gaviotas en sus tareas habituales, pero no recibió respuesta, el joven miraba al barco que se acercaba hipnotizado en su velamen claro, la condesa pensó que no la había oído, y por eso no le había dicho nada, pero tras un minuto el joven respondió-si, es esta una temporada fría, pero pronto pasara , ah por cierto ese barco no es el “Hastings” esa fragata es más pequeña, este es un buque de línea debe tener como 75 cañones, tal vez sea el “Accio”-

Sin siquiera mirarlo a la cara, la condesa respondió un “puede ser”, el sin darse cuenta había herido el honor de esa enigmática y salvadora mujer, la condesa había estudiado con las mejores institutrices inglesas, ella se sabia los barcos de su majestad de menoría, como pudo equivocarse de esa manera, eso aún es un misterio.

El silencio lentamente fue desapareciendo, y sin darse cuenta comenzaron a hablar, primero fue la condesa la que se presento, su nombre era Elizabeth Galsworthy , pero sólo le dijo su titulo, le hablo un poco de ella, pero nada muy comprometedor, nada que no fuera conocido por todos.

El joven se presento, se llamaba Joshua Stevenson, era guardiamarina del H.M.S. Agincourt, una fragata de 24 cañones que escoltaba buques mercantes por el Mediterráneo, tenia 20 años, aunque no los representaba en su totalidad, su familia vivía en Francia desde hace años por motivos económicos, pero mantenían su patria en el corazón. El señor Stevenson, así lo llamaban todos se había enlistado cuando tenia 16 años, ya casi no recuerda a su familia, la última ves que la vio fue hace 3 años, pero se nota que la quiere demasiando.

Sin darse cuenta el sol se comienza a alejar, y la claridad se vuelve más oscura, ya esta atardeciendo, han pasado 2 horas de el pequeño incidente, pero hay que volver a casa, pensó la condesa, su padre le guste o no reconocerlo, esta siempre en sus pensamientos, así que decidió irse a casa.

En sus intrincados pensamientos, la condesa tenia en mente que el señor Stevenson no podría seguir el servicio de su majestad, al menos por un tiempo, así que mirándolo con el aplomo que la caracteriza de dijo-¿por que no te quedas en mi casa?, hasta mañana, cuando estés mejor-.

-disculpe mi condesa, ¿lo dice en serio?- respondió rápidamente Joshua de forma casi automática ante el gentil ofrecimiento de la Lady de Mahón.

Con una mueca que haría sonrojar a Homero, la condesa respondió, estaba claro que era en serio, ella rara vez bromeaba, o si lo hacia era con un fino y satírico humor, digno sólo de su posición social. El señor Stevenson con una ligera inclinación de cabeza se dio por entendido, y a la vez agradecido por la conducta de la “noble” señorita.

La noche cae, y la marea cambia a favor de las almas, el viaje compartido fue lento, pero no por eso menos interesante, en el cual la condesa le pregunto sobre el estado de la armada en esos tiempos, tan modernos, la respuesta fue clara y obvia:

- La real armada esta en buenas condiciones, mi condesa, pero teniendo en cuenta a los enemigos de su majestad es difícil saber que sucederá- dijo el joven guardiamarina con una notoria ansiedad en su pálido rostro.

La casa de la condesa, o mejor dicho de su padre, era una típica construcción inglesa con un estilo bastante conservador para la época, altas paredes blancas, finas maderas, posiblemente traídas de medio oriente y gran cantidad de costosa piedra de Grecia. Al entrar al vestíbulo la condesa, un poco asustada pregunto a la señora Walter, sobre el paradero de su padre, para su alegría el aún no había llegado, estaba en una reunión con el capitán Duncan, el de la fragata Agincourt.

-Señorita, la cena esta servida. ¿desea pasar a el comedor?- dijo la señora Walter, con un respeto que asombraría a cualquier persona, y el señor Stevenson no era la excepción.

-Claro, y que se le prepare algo al guardiamarina- la condesa respondió con su característico aplomo.

La cena fue ligera, la conversación un poco escasa, pero el silencio tuvo un gran valor, no eran necesarias las palabras, mas aún cuando la condesa se dio cuenta que el señor Stevenson no sabia ocupar los cubiertos, ella educada desde su niñez tomo su mano, y le fue indicando para que servia cada uno, cuando se percato que le había tomado su mano, se apuro en soltarle la mano a el guardiamarina, ese gesto fue incalculable como los destellos de las estrella del norte.

Ya en la sala la señora Walter le dijo al joven guardiamarina que la habitación de huéspedes estaba lista, el acompañado de una notoria timidez, y un aún más notorio nerviosismo dio cortésmente las gracias.

El ya se sentía mejor, pero su faz mostraba una extraña preocupación, la condesa lo noto rápidamente y le sonrió.

-Mañana será otro día, mejor es que descanses- la condesa a pesar de su frió ser demostró por primera ves que ella no era como todos pensaban…



Texto agregado el 26-08-2006, y leído por 227 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
23-09-2006 Esto se pone interesante... margarita-zamudio
18-09-2006 Interesante, sigo honeyrocio
14-09-2006 muy buena sigo elidaros1
12-09-2006 La haces correr a un ritmo que te mueve el gusanito de saber que sigue ••••• esme_ralda
10-09-2006 Poco a poco ellos se comenzaban a entender, a pesar de las diferencias sociales/…me gusta como vas narrando la historia. clear_su
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