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Inicio / Cuenteros Locales / Mariangelik / La nena y sus demonios

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Había una nena que caminaba sobre los puentes todas las noches. Se comía el tiempo con cada patada y el pavimento con cada pensamiento que la alejaba de la puerta de entrada; así llegaba más rápido.
Eso nunca fue suficiente, o por lo menos no últimamente, los minutos y los segundos se habían vuelto demonios arbitrarios, que en lugar de perseguirla, halarle los cabellos, o golpearla y dejarle huellas informes y moradas en la piel como haría cualquier espíritu maléfico decente, se interponían en el camino y no la dejaban avanzar sino detrás de ellos, casi jugando, casi danzando. “Casi puntual”, le decían los profesores, con gestos de descontento, ella se sentaba, con la lengua pesada y la materia gris transpirada.
Una tarde, la nena había logrado burlar a los demonios, o quizás ni siquiera necesitó hacerlo, salió tan temprano que simplemente caminaba junto a ellos, saltaban por la vereda, se reían de las personas que los señalaban, cantaban todos juntos “sol solecito caliéntame un poquito” y el sol se ponía triste, se sonrojaba y se cubría lentamente. Cada segundo que pasaba, un demonio nuevo se les unía y cada sesenta segundos, sesenta de ellos se convertían en uno, la nena parecía pasear con un ejercito siniestro de vagos. De pronto, justo después de cruzar el puente que queda cerca del Albán Borja, la nena vio en la acera de en frente a una mujer hermosa y elegante, con un caminar tan enérgico y altivo, que hasta los demonios parecían reverenciarla. La nena sin saber si quiera porqué, la siguió hasta el centro comercial, la señora entró al banco y se colocó en la fila, ella brillaba con su impecable vestido blanco entre todos los albañiles.
La nena esperó sentada afuera durante cuarenta y cinco minutos, debía entrar a clases justo en ese momento, si no quería ser reprendida o interrogada a causa de la hora, pero decidió continuar. La señora de blanco salió del centro comercial y empezó a cruzar el puente nuevamente –se dirigiría a Urdesa- pensó la nena; también pensó –cha! qué suerte que no vaya en carro porque sino nunca la agarro- pero en realidad la tarea de seguir a la mujer era bastante difícil con o sin transporte involucrado, puesto que los pequeños demonios ya no andaban junto a ella, debido a la tardanza ya habían empezado a fastidiarle el trayecto cerrándole el camino y la nena no podía acelerar la marcha.
Logró llegar a la principal y en la Víctor Emilio, vio a la señora conversando con un conocido, un amigo de la nena que vivía por ahí, le pareció raro. Cuando estaba ya a medio metro, la señora de blanco se viró y los demonios se quedaron paralizados, no sabían que hacer, hasta que uno de ellos le preguntó la hora a aquel tipo y a su respuesta se fueron con él, a amargarle la vida a otro ser apresurado. La nena se quedó con la señora y la invitó a clases para conversar y beber a la salida, la nena estaba impactada, sus pupilas se dilataban de placer solo con verla, el olor exquisito, la imagen surreal… la nena estaba enamorada, quería comérsela. Al entrar a la universidad, el guardia las quiso detener pero entraron corriendo y se metieron al baño, la señora le dio un beso de despedida y la nena le prometió que volvería después de clase a sacarla de su escondite, le dijo también que guardara silencio, para que no la descubran. La deliciosa frialdad en su boca después de aquel beso, no fue suficiente para que la nena recuerde sacarla del baño al termino de la clase. La nena se fue mientras los perros ladraban sin cesar en el marco del baño. ¡Ay estas nenas!

Texto agregado el 28-08-2006, y leído por 138 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-08-2006 interesante, lo siento por la señora pero "hay estas nenas" 5 pueblerino
 
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