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Cuando me muera y me tengan que enterrar,
quiero que sea con una de tus fotografìas,
para que no me dé miedo estar abajo,
para que no se me olvide cómo es tu cara.
para imaginar que estoy contigo y sentirme un poquito vivo


(Fragmento de Canción)


LES PRESENTO A TERESA.

Es justo que a los amigos les confesemos quienes somos.

Es justo porque la sinceridad es un valor no negociable en la amistad. Es justo también porque los amigos nos eligen y para elegirnos deben conocernos.

Es por esa razón y con el afán de que me conozcan que quiero –porque es justo y es obligación- presentarles a Teresa.

Teresa es yo en las primeras horas de mi vida. Teresa es yo en los primeros días, los de mi niñez.

Teresa es la mujer, la amiga, la parte buena de mi origen, mi raíz en la tierra.

Sí, Teresa es mi madre, o por lo menos lo que biológicamente conocemos con el nombre de “madre” y digo esto porque –para mi fortuna- Teresa no tiene la facha de una madre común.

Teresa, no tiene el rostro dulce que distingue a las mujeres que son madres de las que no lo son. Su rostro es inquieto, inteligente, lleno de preguntas, de curiosidad y de asombro por todo lo que hay en el mundo. Estéticamente es muy bella, ¡Papá dice que se parece a una artista del cine francés!

Se que es hermosa, su piel es blanca y sus mejillas del color de una manzana.

Su sonrisa no es maternal ni abnegada, por el contrario, es de una frescura que provoca, sí, la he estudiado bien y en todas sus fotografías su sonrisa es cautivadora como un fruto de almendro, su sonrisa tiene la magia de la mujer sinuosa.

Sus consejos nunca fueron los de una madre común (Estudia para que saques buenas calificaciones y seas alguien en la vida... ¡no te juntes con esos vagos!...deja de ver la tele y ponte a leer un buen libro).

No. Sus consejos son silentes, sin imposición. Si quiere recomendarme que cultive la lectura, sin que yo la vea, coloca un libro en la superficie del buró junto a la lámpara: platero y yo

Calladamente le hago saber que lo he terminado y que me gustò. Entonces aparece a los dos días “Juan Salvador Gaviota”. Después entiende que he crecido y que estoy dispuesta a buscar mi propia lectura. Por eso me permite leer a los nueve años “La metamorfosis” de Kafka y después “La peste” de Albert Camus y luego “Ojos de perro azul” de García Márquez.

Sus cantos no son los de una madre convencional. Es verdad que de vez en vez nos consiente con una canción de cuna, pero se harta pronto de esos arrumacos, pero a cambio, nos regala largas horas evocando a Serrat, a Alberto Cortés, a Mercedes Sosa, Creo que “Gracias a la vida” es su canción de cuna preferida. Nos ha organizado las voces a mi hermano y a mí para cantar junto con ella “No soy de aquí ni soy de allá”.

A veces la he sorprendido llorando sentada en el sofá, en la penumbra mientras escucha “Penélope”. También solloza con “Alfonsina y El mar”. Creo que ella es la última Alfonsina sobre la tierra, la he presentido en el desapego, en el deseo de ponerse en andas para alejarse, para internarse en la sal de la mar, pero algo la detiene. Somos sus hijos quienes la detenemos.

También le gustan los Beatles, tiene el Abby Road y el álbum café. Cuando quiere un momento íntimo con sus hijos, cuando quiere comulgar, apaga las luces de la casa y nos sienta junto a ella mientras las primeras notas de “Michelle Mabel” suenan en la habitación apenas alumbrada por las débiles luces verde neón que saltan de la consola marca Telefunken.

Así es Teresa, una mujer de ensueño, una mujer que se estremece, que se emociona, que cada que abre los ojos abre el cielo, que cada que me toca me llena de vida, que cada que pienso revivo en mi interior.

Desde la distancia recuerdo cada instante vivido junto a Teresa, mi madre, que hoy es también una hermosa abuela de 30 años. Es de no creerse, pero es cierto: Teresa es cuatro años más joven que yo y es más bella y vigorosa. Solo ella podía hacer posible tal prodigio, solo ella podía vencer a la lógica y sus razones, solo ella podía permanecer por encima de la vida y de la muerte, permanecer por encima del propio tiempo.

Mi madre, Teresa, falleció cuando tenía treinta años. Murió en plenitud de vida. Desprendió sus pies de la tierra y en esa ocasión ya nada la detuvo, ni siquiera nosotros.

Y para que ella no me olvidara, deslicé en su ataúd lfotografías de mis hermanos y de mí con la esperanza de que las tomara con sus manos y las llevara consigo allá, a donde partiera: al mar, al cielo, al infinito del Universo.

Y ella, para que yo no la olvidara nunca, deslizó en mi alma recuerdos y enseñanzas poderosas que hoy, son yo misma.

Texto agregado el 28-08-2006, y leído por 205 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-11-2007 Lo sabia...solo una mamà puede ser asi.Tenia mi propia "Teresa" Cada que abre los ojos abre el cielo, que cada que me toca me llena de vida.Hermoso texto has escrito. anablaum
28-09-2006 Pues..., encantado Teresa... venicio
03-09-2006 me quedo con esta parte las mas soñadora "que las tomara con sus manos y las llevara consigo allá, a donde partiera: al mar, al cielo, al infinito del Universo. " arcano20
03-09-2006 bastante bueno, hay imagenes muy bien logradas y la apertura de matenme por que me muero no podia haber quedado mejor... arcano20
03-09-2006 Excepcional mujer Teresa por saber ganar tan emocionado homenaje.***** logarritmo
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