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EL COLUMPIO

En los eternos segundos en los que volaba en el aire, recordé a mamá lavándome la cara con una toallita empapada en agua helada, la había sumergido en la pila de lavar y con ella limpiaba mis mocos secos, mis lágrimas y el hilito de sangre que emanaba de mi frente partida. - Con una telita de huevo se le va a sanar- , les dijo a mis hermanas, que espectaban horrorizadas su travesura. Me habían subido a su cochecito de muñecas y me habían lanzado cuesta abajo.

Mamá me lavará y me curará si me sale sangre, pensé mientras aún volaba. El columpio del que me había soltado en pleno vuelo marcaba su paso con un chirriar de cadenas oxidadas sobre las argollas. La vieja tabla brillosa de tantas vueltas, mecidas y voladas, posiblemente, había sido la muda espectadora de muchas caídas como la mía.
Recuerdo el agudo dolor en el codo, la sangre en mi camisa escocesa y luego la oscuridad total. Mis hermanas gritando ¡se cayó el ñaño!, ¡auxilio, socorro, se cayó mi ñaño!, voces de mujeres y hombres, ¡el niño está muerto!, ¡¿dónde está su mamá?! No, mi ñaño no está muerto, cuando se cae, él se pone así, como muertito…!!!….no, mi ñañito no…!!!…lloraba mi hermana Cindy, la más linda, la más rubia, la más dulce.
Alguien me levantó en brazos, cargándome como a un bebé y empezó a correr. El zarandeo que provocaba en mí su corrida, hacía que mi cabeza, tope con los bolígrafos y algunas monedas del bolsillo de su camisa. Escuchaba un leve tic, tic, tic, en cada zancada del hombre que me llevaba y gritaba…!abran paso, llevo a un niño herido!....Yo imaginaba sus gigantes y estruendosas pisadas en el césped del parque, matando a los bichitos que se escondían debajo de cada hierbita.
Abrí los ojos lentamente y vi su barba sobre mi pecho, larga y oscura. El hombre no paraba de correr. Yo no podía ver su cara, pero sentía su aliento jadeante y el tufo a ajos que emanaba su boca. A lo lejos escuchaba el llanto de Cindy y las voces de personas que seguían en estampida al niño herido en brazos del judío Isaac, el niño que se cayó del columpio, el niño que quería a su mamá para que le limpiara la cara con una toallita mojada en agua helada del páramo. Yo tenía tres años y mucho miedo.

No sé por qué la caída del cochecito, la del columpio han llegado a mi mente. Cindy me había llevado al parque, sin permiso de mi madre. Había aprovechado que ella estaba recibiendo al panadero que llegaba temprano cada mañana, para abastecer la pequeña tienda que teníamos en la esquina de nuestra casa. Me tomó de la mano y dijo: “vamos al parque ñañito, ya le dije a mi mami”. Como buen hermano menor, la seguí muy confiado y obedecí a cada uno de sus caprichos de linda niña de rubios bucles, ojos azules y zapatitos blancos de charol.
Trato de imaginar mi vida antes de ese día y no puedo recordar nada. Lo único que existe, es el recuerdo en mi mente de tres años. Mamá lavándome la cara con agua helada. Debe ser que allí empezó mi verdadera vida, la real. Aquella que tiene tramas, las buenas y las malas. Empecé a saborear las diferentes sazones de la vida. Nuevas sensaciones se arremolinaban en mi ser. La alegría de ser tomado en cuenta por mi hermana linda; el miedo de salir por primera vez de casa, sin mamá, cruzar la gran avenida de cuatro carriles, tomado de la mano de Cindy, dos años mayor que yo; la maravillosa sensación de los pies descalzos en la hierba del parque, aun mojada por el rocío madrugado; el olor del columpio, madera húmeda y óxido de las cadenas que manchaban mis manos con un nuevo color que no existía en la caja de crayones; una hora extraña del día, no habían niños en el parque, solamente… “grandes que van a su trabajo”, dijo Cindy muy seria, cuando le pregunté quiénes eran ellos…, el señor que barría los caminitos entre las flores, Cindy y yo, yo y Cindy; el pánico sobre el columpio, mi cuerpo temblando impreciso, sentado sobre la húmeda tabla; el vértigo y el desamparo cuando Cindy empezó a mecer el columpio y el mundo iba en un vaivén debajo de mis pies; el vuelo; la caída; la corrida; los sonidos……..todo nuevo para mí. De pronto, empecé a vivir.



Voy a cumplir 40. Sentado en el borde de la cama, pienso en mi hija. Ha crecido tan rápido, ya casi no la veo. Entre la universidad, su trabajo y sus amigos, apenas tiene tiempo para su padre. - Eres un padre joven- , dicen mis amigos, - debe ser maravilloso disfrutar con tu hija, son casi de la misma generación…- Yo quiero, ella no. Y cuando viene a visitarme, todo es un conflicto y deseo que sea lunes y se vaya con su madre otra vez. - No digas eso papá, así no es, tú no sabes nada, ya no se dice así, eso pasó de moda, eres anticuado, yo tengo la razón...mejor me voy con mamá -. Y se va, en verdad se va y aparece el siguiente fin de semana como si nada, no me llama por teléfono entre semana, salvo que necesite dinero para un nuevo pantalón, zapatos o paseos con los amigos. Y si no tengo, claro, viene el reclamo -…eres egoísta papá, solo piensas en ti, me haces quedar mal ante mis amigos, soy la única que no va a ir al paseo…- Lina, Lina, Lina…..si fueras mi niña otra vez….

Salgo de mis pensamientos con el vibrar del teléfono en el bolsillo de mi pantalón. Es Clara, mi ex esposa, la madre de la niña de mis ojos. Por quien vivo y muero cada día. -…No has mandado el cheque, ¿hasta cuándo crees que voy a esperar, crees que nosotros no comemos? …- Y dice “nosotros”, la muy cínica, en vez de nosotras, ella y Lina. El “nosotros” incluye a su nuevo marido, a quien yo también doy de comer, lo hago por mi hija. Si el marido come y viste, estará feliz, tratará bien a Clara, Clara estará feliz y se llevará de maravillas con Lina…. ¿Es así o estoy equivocado?

Digo que se me olvidó, pensando en que será la mejor excusa, pero no, ha sido lo peor que pudo haber dicho mi estúpida boca.
-¿Te das cuenta?, no sirves para nada, ni siquiera para escribir un cheque y mandarlo a dejar. Estúpido, igual a toda tu familia. Igual a la zorra de tu hermana……..-
Cuelgo. Ella seguirá gritando como loca por diez minutos más hasta que se preacatará de que no la acompaño al otro lado de la línea. Siempre es así. No sé en que terminan sus discursos, pues siempre le cuelgo. No soporto escucharla gritar. Por eso me fui, por eso la dejé, por eso me enamoré de Karen.
Karen no grita, a veces se enoja, pero se le pasa con un beso y un abrazo, la dejo sola un rato y ella viene a mí, me abraza y todo pasa. - Así son todas al comienzo, todas mimositas, cariñositas, espera a que te cases y vas a ver como saca las garras -, me dijo Joaquín mientras nos tomábamos unas cervezas la semana pasada.

Sigo sentado en el borde de la cama, con el teléfono en la mano. Ya no sé si quiero estar aquí. No me gusta estar aquí. No quiero estar así. Mi vida es un columpio, vengo y voy, me da miedo parar, temo lanzarme a la tierra. Temo caer.

Escucho el timbre, me hago el sordo y o me muevo de la cama. Timbran insistentemente, gritan mi nombre. Niños gritan, - tío, tío………- , Ahora recuerdo, es Cindy con sus hijos…………prometí llevarlos al parque.

Marzo del 2006

Texto agregado el 03-09-2006, y leído por 717 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-10-2006 Un placer leerte Susana, en serio que si. Precioso texto. Un abrazo. Thais
04-09-2006 Relato de dos partes; la primera: nostalgia y casi prosa poética con preciosas imágenes; la segunda parte: más realista, cruda, dura, hasta se denota cierta amargura, que es superada al final con la aparición de Karen, espejo de esperanza. El final está muy bien logrado con la vuelta de la hermana Cindy....Bien por tu relato. churruka
 
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