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AQUÍ NADIE SE LLAMA CAÍN


Había caminado por la misma acera seis veces hasta que la vio aparecer. Con la silueta que había recordado esos años, la misma que guardada en los registros de su memoria, como la perfecta, la que caminaba a su lado por las veredas de la 9 de octubre, la que pedía siempre ají para su empanada de queso. Los jeans apretados revelaban las curvas prominentes de Sandra, una diminuta camiseta negra, radiantes lentejuelas y piedritas de colores rellenaban la palabra “baby”, angostos tirantes y gran escote perfilaban los senos que querían brincar hacia la tarde soleada.

Sandra se emocionó esa mañana cuando recibió la llamada de Álvaro, habían pasado cuatro años desde la última vez que lo vio, aunque habían mantenido contacto y de vez en cuando chateaban o se escribían, no estaba segura de querer verlo. Su corazón palpitaba como tambor en fiesta y su cerebro dirigía sermones y tomaba decisiones que contradecían al ilusionado corazón. La batalla había empezado otra vez, como hace cuatro años cuando tuvieron que separarse y dejar de lado ese romance del que ninguno de los dos podía safarse. Pero ella estaba tan emocionada de volverlo a ver que accedió. Álvaro la esperaba en la acera de enfrente a la florería.

El la vio acercarse y miles de hormigas le invadieron las entrañas, bajaban y subían, corriendo, dándose mensajes unas a otras. Ella estaba allí parada frente a él y él sin saber que hacer. Con las piernas petrificadas y los pies congelados. La tomó de las manos, se las besó, la tomó la barbilla y depositó en los labios de la chica, un manso beso guardado desde la última vez. Ella se abalanzó a su cuello y lo besó con pasión, mientras lloraba mezclando la alegría y la rabia contenida y disimulada por cuatro años.
- ¿Cuándo llegaste?, ¿Te vas a quedar?, dime que si…. Mientras lo asediaba con preguntas, tomaba su rostro entre las manos finas con uñas pintadas de rojo, lo acariciaba y sus palabras eran más un lamento, una súplica, un ruego.
Álvaro, le tomó otra vez las manos y se las besó. Le dijo que se quedaría el tiempo necesario para que ella decidiera que era lo que quería en realidad. Sandra agachó la mirada, se soltó de la prisión de sus manos que ya olían a él y levantando la cabeza, embistió con sus profundos ojos negros a los de Álvaro.
- Sabes perfectamente que no puedo tomar una decisión y me parece horrible que me hagas escoger. Tú sabes que no puedo.
- Solo tienes que decir si y listo. Esta vez no me dejes ir solo…….
- ¿Así de fácil Álvaro?, ¿Crees que es así de fácil?, vienes después de cuatro años a decirme que me vaya contigo a Colombia y ni siquiera me preguntas qué ha sido de mi vida, no me preguntas si soy feliz?
- Eso ya me lo dijiste en tu último correo, me dijiste que no eras feliz y que me extrañabas….Sandra, las palabras no hacen falta…..yo te siento adentro, tu ya vives en mi y yo en ti. Es por eso que estoy aquí,

Álvaro sacó del bolsillo de la camisa una cajetilla de cigarrillos, le ofreció a Sandra y los encendió. La miraba en silencio en tanto que ella hablaba sin parar de lo que era justo y de lo que no, del tiempo que había transcurrido, de los cuatro años de ausencia, de los cortísimos correos electrónicos que él le enviaba y de las interminables cartas de amor que ella le había enviado.
- Lo se, Sandy, no soy bueno para escribir y tu lo sabes, yo soy así, no me gusta escribir
- ¿Y acaso no tenías manos para coger un teléfono y llamarme de vez en cuando?
- Corazón, no sabes por todo lo que he pasado, es terrible lo que he pasado………….ahora las cosas son diferentes, te vienes conmigo y empezamos una vida juntos, una vida linda como tu siempre quisiste.
- ¡Chuta!, ¿qué fácil no?, ahora te das cuenta que estás enamorado, vienes y quieres que me vaya contigo para……

Álvaro no la dejó terminar de hablar, selló con sus labios los de Sandra, la tomó de la mano, entrelazó sus dedos con los de ella y la llevó caminando rápido hacia la Catedral. Un Jesucristo crucificado los miraba de reojo mientras los Santos conversaban del desamor.




Sandra había querido esa vida siempre. Un hogar con el hombre que amaba, hijos y tranquilidad. Álvaro se lo había ofrecido antes, pero siempre la vida se encargaba de interponer en sus destinos algún asunto que lo impedía.

En la antigua banca tallada en guayacán, los enamorados se besaron para recuperar el tiempo perdido, el incienso calaba con sus agujas perfumadas, el recuerdo intacto de años atrás, en la misma banca, con los sueños haciéndose humo y mezclándose con los del perfume que invadía sus sentidos. Álvaro se mojaba las ganas en los besos guardados de Sandra y ella, generosa, abría sus fuentes para que él saciara su sed.
- Vas a ser la señora de Cárdenas mi amor, serás mi esposa.
- ¿……….voy a ser la señora de Cárdenas?…………!qué ironía!

El la abrazó y la atrajo hacia su pecho. La camisa sudada por el calor guayaquileño, se adhería a su piel húmeda de calor y deseos, mezclando sus aromas con los de ella y creando una amalgama perfecta que entraba por sus narices y se grababa otra vez, trayendo a la mente los recuerdos de antes, los olores pasados. Ella respiró profundamente, con los ojos cerrados……..- Te quiero recordar así……le dijo, - dentro de mí, guardado, anclado en mi vida para que de allí no te muevas aunque tengas que marcharte otra vez-


La tarde se llenó de sonidos y ecos que el recordaba, parecía estar viviendo en el tiempo de antes, retrocediendo a la época en que él la esperaba afuera del Banco en el que trabajaba. En la vereda del frente. Ella salía y de un brinco se colgaba de su cuello, se besaban y caminaban hasta el malecón tomados de la mano. Tomaban el autobús que iba al norte de la ciudad. Ya en el asiento conversaban de los planes, del futuro, de los hijos y del posible viaje de él a Colombia a hacer su maestría en Administración de Empresas. Cuando empezaba este tema, Sandra lo cambiaba inmediatamente, se ponía de mal genio y casi siempre empezaba una discusión. Conversaban de todo y de nada, se reían y besaban como cualquier pareja de jóvenes enamorados. Si el tiempo lo permitía, se bajaban a una cuadra de la universidad para caminar tomados de la mano, el la llevaba a tomar un café con empanada en el bar de afuera de la universidad, saludaban con los compañeros de ella y luego se dirigían despacio hasta la puerta del curso, en donde él la dejaba. Álvaro se quedaba afuera esperándola, si silbaba largo, era porque se iba, si silbaba dos cortos, iba a estar en el bar.


Una de esas tardes, Álvaro le dijo a Sandra que le habían contestado de la universidad y que además le había salido el trabajo, que su hermano había conseguido que la firma abriera un local en Guayaquil, pero que los colombianos querían preparar al nuevo administrador y ese era Álvaro. Sandra como siempre quiso cambiar el tema, pero esta vez no se lo permitió.
- Ya basta Sandy, enfrentémoslo, ya llega el día, estamos a una semana de mi viaje, tienes que decidirte, vente conmigo por favor, dejas la universidad por un año, cuando regresemos, retomas la carrera y listo.
-¡Qué fácil que es todo para ti!....- .reclamó disgustada y empezó a imitarlo - Deja la universidad, vente conmigo, yo te mantengo….puras tonterías, ya estoy cansada, ¿por qué no me pides que me case contigo, por qué no nos casamos y nos vamos juntos? -
- Porque……-
-¿Por qué, dímelo?, ¡!!Siempre tienes una excusa!!!, gritó .
-No me grites Sandra, si te escucho. Ya sabes que por ahora no podemos casarnos, no tenemos casa, dinero ni nada. Hagamos las cosas bien.
- Bien las vamos a hacer Alvarito, las vamos a hacer muy bien. Tú te irás a Colombia por un año y cuando regreses si aun me quieres, nos casamos.
- No me hagas esto Sandra.
- No me lo hagas tú a mí. Dices que no nos podemos casar, sin embargo si nos podemos ir a vivir juntos…. ¿Y me hablas de dinero?, deja que me ría.

Álvaro la miró, no dijo una palabra más. La gente empezó a aglomerarse en el mesón del bar de la universidad, hablaban a gritos y se bromeaban entre ellos. Álvaro se levantó de la silla, recogió su cajetilla de cigarrillos de la mesa, la besó en la cabeza, esperó una respuesta, mirando hacia la puerta, dándole la espalda. Ella no se movió, ni se inmutó, pero estaba arrepentida de todo lo que su maldita boca había dicho. Su razón pudo más, su orgullo estaba riéndose y soltando los perros negros en las entrañas, la suficiencia de siempre la obligaba a quedarse sentada y esperar que él le pidiera perdón, su poder luchaba por ocupar su lugar esta vez.., pero la derrota se veía venir. Álvaro se marchó sin regresarla a ver. Su café se enfrió sobre la mesa y Sandra bebió de su salado arrepentimiento, rogándole a Dios que la mano de Álvaro la tocara en el hombro y le dijera: -…volví mi amor, perdóname- como tantas otras veces terminaban sus caprichos.

Un año después Sandra le envió un correo en el que le decía: “Hola Alvarito, la secretaria de tu hermano Roberto me dio tu e-mail, espero que estés bien, yo, ya tu sabes, tratando de estar bien. Me retiré de la U, no me deja estudiar, quiere que me haga cargo de la florería……a veces te extraño, cuídate”

Álvaro no le contestó, pero las lágrimas recorrieron sus mejillas hasta caer en el teclado de la computadora. Se encerró en la oficina y lloró como cuando era niño………..algún día Sandra, algún día………. Sabía lo que sentía ella, y el también la amaba. Después de esa breve carta, Sandra siguió escribiéndole, largas cartas que cada vez se intensificaban en las declaraciones que Sandra le hacía. Le decía que no era feliz, que quería verlo, que regresara a Guayaquil, que nunca lo había olvidado, que lo amaba.



Álvaro, mirando a Jesucristo, perdiendo su mirada en el clavo de sus pies, intentaba comprender el juego de Sandra…… Dice que me ama, me besa con pasión, me hizo regresar a Guayaquil……...y ahora me reclama y no requiere ir conmigo?, no entiendo nada, decía para sus adentros. De pronto, Álvaro se puso de pie y le dijo a Sandra que se había cansado del juego. -Si me amas, te vienes conmigo ahora, no mañana, ni en un mes y no quiero saber nada de nada. Nos vamos a Colombia hoy mismo. No necesitas nada.

Ella cerró los ojos y se recostó sobre su pecho, serena, tranquila….como antes.

A las nueve de la noche Roberto decide llamar a la policía…..- Aló, quiero reportar a una persona desaparecida, se llama Sandra Sánchez de Cárdenas, si, si, si, es mi esposa Si, si señor, si, está bien….esperaré…………


Texto agregado el 08-09-2006, y leído por 388 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
24-08-2007 Con lo difícil que es contar historias de amor! Lo has hecho con una soltura que me impresiona. Buen cuento, saludos. eride
22-09-2006 Me encantó la descripción de sentimientos e impresiones personales femeninas, que ilustran, de cierto modo y no en todos los casos, por supuesto, su naturaleza. ALMEND
12-09-2006 Y al final ella se fue con el amor, bien por ella, bien por el amor, bien por todo el cuento***** curiche
12-09-2006 Guayaquil es una ciudad que guarda bien el amor y sus historias, como ésta que une y desune a dos seres marcados por las distancias que no quisieron acortar... aukisa
11-09-2006 Bufffff!!!Una gran historia, gran relato, preciosa historia de amor y de pasión y de vida!!! Me encantó, soñé con ella, viví con ella y casi lloré con ella! Felicitaciones princesa!!Un saludo y***** josef
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