Te acordás, estoy seguro,
de esa noche que la luna
se derritió en el lago.

Brillaba el cielo como
cuero negro lustrado.

Estaba tan vivo
el olor de las hierbas
que podía escucharlo.

En el naranjal colgaban
bolas de fuego en cada árbol,
por todos lados.

¿Por qué nadie quiso
cosechar alguna?

Las columnas blancas
en la casona del campo
eran luz maciza de luna.
No eran usuales.

El olor a libros viejos
era más suave.

En la madrugada
¿te acordás?
entraba el cielo a la cocina
por los ventanales.

Se iban apagando
para siempre las naranjas
y volvían las aves.