- Tienes los labios rojos- me dijo tras los arbustos.
Los labios me dolían por el frío. Los humedecí y me besó tibiamente. Sentí un leve rubor y el agradable calor de sus manos en mi rostro.
- Te amo mi blanquita- me confesó con un abrazo apretado. Lo miré sonriente a sus ojos y me invitó a recorrer el parque.
Nunca nos habíamos tomado de las manos. Noté que las suyas se volvían rosadas y azules con el tacto.
A medio camino nos sentamos en una banca de madera. Miré hacia un lado y acomodó mi pelo detrás de mi oreja izquierda. Me observaba. Sonriente besaba mis mejillas.
Nos estiramos en el pasto y reimos con el atardecer como humorista.

"Amo tu frío,
Amo tus labios sabor verde
Y tu amarillo corazón
(...) Al contrario de pablo
A mi tú me gustas cuando hablas,
Cuando me sigues,
Me gustas cuando escucho el susurro del sol en mi oreja,
Ese sol de tus besos mojados,
Tu blanca tez
Y tu sumisa adicción a este infeliz"

Escuché sus palabras y rezé porque el momento no terminara.

Él es un hombre que comenzó a amarme a partir de la simpleza de mi semblante, del rojo tras el rostro, del latido en su palma y en su corazón. Con él viajo y sueño con luminosos senderos de colores, y con él, para no viciar el frío, nos enamoramos del verano.