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DESPERTAR EN EL DESIERTO

Esta semana ya está resultando demasiado dura, y sólo es lunes. Los lunes son tu día, eso es lo que has pensado toda la vida, ¿no? y es lo que siempre te dicen los astros. De acuerdo con ello, tu horóscopo de hoy se muestra así de esperanzador: “Inicias una semana de progresos y a medida que pasen los días se irán poniendo más interesante tus asuntos. Mejoras el nivel”. ¡Soberbia estupidez! ¿A qué nivel se refiere? No irás a decirme que es la primera vez que el horóscopo no acierta. No es que no acierte, es que no tiene sentido. Ningún sentido. Todo esto viene por culpa de mi ignorancia, de dejarme arrastrar por desconocidos, de querer creer en el horóscopo y de embarcarme en proyectos absurdos, tanto que no sé si me gustan o no, y que posiblemente no conduzcan a ninguna parte. Tiempo y sólo tiempo es lo que estoy perdiendo. Y salud, y noches de sueño… Bueno… relájate, tomemos una copa, … no pienses más en ello. Intenta por un momento olvidarte. Un poco de whisky en el té, lo justo para que…

…me despierte en medio del desierto, y no recuerde cómo he llegado hasta aquí. A mi lado, mi novia duerme todavía, sobre una alfombra extendida en el lecho que se forma entre dos dunas pequeñas. Es como un pequeño valle, rodeado a su vez de una infinidad de pequeños valles, cuya existencia es debida únicamente al juego de luces y sombras. La luna está llena sobre las dunas, y al ponerme de pie se dibuja de manera fulgurante mi sombra sobre la arena oscura. Todas las formas existen esta noche gracias a esta luna llena de vida. Es increíble la claridad, pese a ser aún noche cerrada. Mi sorpresa mayúscula sólo se ve superada por la fascinación de encontrarme en este lugar. ¿Cuál ha sido el camino recorrido hasta llegar aquí? Tiene que haber una explicación a esta situación, una respuesta lógica. No hay caminos en el desierto, o al menos no hay caminos permanentes. Sólo existen sendas efímeras, huellas dejadas sobre la arena por caminantes y caravanas, huellas que encontrarán el límite de su existencia en el próximo soplo de viento. No hay camino ninguno a nuestro alrededor, y sin embargo hemos llegado hasta este lugar. Un viento suave acaricia mi cuerpo y mi rostro, y dejo que esta brisa me emborrache de dulzura.
Contemplo el cuerpo pequeño de mi novia, arrebujado sobre la alfombra, apenas encogido por el frío. La noche no parece muy fría, en contra de lo que dicen todos los estudios que tratan del desierto. Son casi las cinco y media. En menos de una hora empezará a despuntar el sol, y siempre he querido ver amanecer sobre el desierto.

“Lo hermoso del desierto es que esconde un pozo en alguna parte”. Recuerdo al Principito de Saint Exupèry repitiendo esta frase, para significar que la belleza de las cosas se encuentra siempre en algún lugar oculto, un aspecto escondido a ojos de casi todos, que sólo se muestra a quienes realmente lo buscan. Me propongo buscar y encontrar ese pozo, o quién sabe qué otro tesoro que me tenga reservado este desierto al que, ¿será gracias a Alá?, he llegado. Vuelvo de rodillas sobre la alfombra, y beso con ternura a mi amada, un beso de despedida, al partir en busca de mi pozo. Apenas se mueve cuando la beso, y el sabor de su boca resulta más dulce que de costumbre.

Comienzo a caminar sobre la arena, y de inmediato me doy cuenta de la dificultad que entraña. En un principio a duras penas logro mantenerme en pie. Con esta blandura de la arena quizá lo mejor sea descalzarse. Los zapatos, tan prácticos en la ciudad en la que habito, pierden su finalidad en este lugar. No hay nada duro ni hostil en esta arena, nada de lo que huir ni contra lo que se sienta la necesidad de protegerse.

El camino, la búsqueda, poco a poco empiezan a aclararse: está empezando a salir el sol. Hacia el este, las nubes sobre el sol naciente, van cambiando de blanco a rojo, de rojo a rosa, de rosa a amarillo…¡¡Aquí está mi amanecer tan deseado!! Podría pasar horas con cada uno de esos colores, pero apenas son minutos, segundos imperceptibles…Por debajo del sol, ante mis ojos se abre una vasta extensión… ¿de agua? ¿ Uno de esos engañosos reflejos llamados espejismos? Continúo caminando hacia el sol, me aproximo al espejismo, que sigue ahí, cada vez más cerca, una alucinación que se aferra a su apariencia…hasta que llego a la orilla, al borde de lo que ha dejado de ser un espejismo para convertirse en un lago!! ¡Dios mío, qué hermoso es! Un lago de agua salada, por el efecto de tanta arena, lo cual no deja de tener su lógica en el desierto. Querría mojarme en este amanecer mágico, zambullirme y nadar hacia el sol que ya se alza por completo llenando el desierto de luz y color. Tan distinto de noche y de día, tan blando y suave siempre…Comienzo a quitarme la ropa. Desnudo, con el agua a la altura de mis muslos, oigo una voz, un grito a mi espalda. Nada me sorprende ya, nada puede ser más asombroso que el espectáculo que mis ojos han contemplado y que para siempre quedará grabado en mi memoria. La voz detrás de mí pertenece a un beduino, un hombre con túnica hasta casi los pies, que se dirige hacia mí, agitando los brazos por encima de su cabeza, cubierta con un ligero turbante. Le observo con detenimiento y detrás de él alcanzo a ver unas hermosas palmeras, bajas pero de frondosas palmas, estupendas para proporcionar una ansiada sombra a las horas de más calor. Junto a las palmeras, se alza una pequeña tienda. Sin duda el beduino viene de allí; quizás me haya acercado demasiado a su campamento. Desconozco la ley del desierto, al tiempo que espero no haber quebrantado ninguna de las normas de cortesía de los beduinos, y deseo que mi presencia desnuda no sea motivo de conflicto. De cualquier forma, salgo del agua y comienzo a vestirme, mientras veo cómo el morador del desierto continúa caminando a grandes zancadas hacia mí, mientras sigue agitando con furia sus brazos…

…y el policía llega hasta la orilla del mar, me toma por un brazo y entre gritos me conmina a ponerme algo de ropa encima, para que pueda proceder de una forma digna a mi detención. Se me acusa de conducir bebido hasta la playa, de abandonar mi coche en medio de la carretera con los faros encendidos y las puertas abiertas, impidiendo de este modo la circulación normal a otros vehículos, de dormir borracho en la playa, y de escándalo público por andar completamente desnudo en una zona de baños no nudista. Entre otras cosas. Mientras me arrastra hacia el coche policial, pasamos junto a la caseta de alquiler de tumbonas, que no se parece en nada a una tienda de beduinos, y dejamos a un lado las sombrillas que ya el empleado ha comenzado a plantar para proporcionar una ansiada sombra a las horas de más calor. En ese momento me acuerdo de mi novia, que debe seguir durmiendo la mona encima de la toalla.

Texto agregado el 22-01-2004, y leído por 1779 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
20-06-2006 Espero que no tenga tintes autobiográficos, aunque ese tipo de relatos es más divertido vivirlos que narrarlos. En cuanto al texto en sí, me gusta la forma en que el personaje fué definiendose desde el principio y sin que nos demos cuenta deja armada la trampa para el final inesperado. Un texto que a pesar de su extensión se lee de un golpe, muy a tu estilo. Me gustó mucho tu visión del desierto, como habitante de una zona desértica coinido en el concepto de la belleza oculta, solo hay que saber buscarla. Mis estrellas para tí ****. Saludos! migueltr
26-11-2005 Es muy cierto, la belleza de las cosas casi siempre se halla oculta; aunque no demasiado, suele bastar con con una breve búsqueda... Excelente, tu relato. akim
22-04-2005 jejeje tiene un dejo a "Año Mariano"... Muy bueno! orlandoteran
24-01-2005 jajaja...No sabía yo de esa combinación con el té tan alucinógena. Esta muy bien. ¡Me encantó!. Un beso eloisa
15-11-2004 jajajaja, muy bueno, por un momento creí que volvía a Tunez, a las puertas de ese desierto que tb. me cautivó,jeje solo que me temo que yo no le había echado wisky al té. me ha gustado mucho ondina
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