Sabe tan mal el dar lástimas ajenas, que ahora que lo pienso, acaso deba dejar de olerte o respirarte y preocuparme por tu regreso, sobre todo cuando me has resuelto no volverás pues buscas otras cosas qe no se me perecen... Son esas dos absurdas cosas que debe uno empezar a dejar de aprender a hacer por salud y amor propio, si quiere uno jactarse de tenerlo.

Después del tiempo la distancia se lo irá llevando todo, paso a paso; difuminando hasta la efímera gota que un mal día rodó por mis ojos y se convirtió en tu llanto, mientras las fiestas y los estudios te mantienen también en pensamiento, alejada de mí.

Sea que las vendas se han caído de estos necios ojos que secos ahora, ven las cosas más crudas que nunca, más ciertas y menos rosas. Sea acaso que con la distancia de no recibir noticia alguna, se note por fin lo destrozado que ha quedado todo en mi ser, después de esta tormenta de sueños destrozados, será que no he sabido asimilarlo del todo.

Esas esperanzas que reservamos hasta el último respiro para dejarles marchar o morir, se han ido ya desde hace un tiempo, pero la marca de su sombra engañaba como si estuvieran aquí, no quedan tiempos para reclamos con sabor a desencuentro y crudo desengaño, porque nunca el final de un platillo dejó un sabor tan seco, ni tan amargo falto de aroma a consuelo jamás dado.