“...hay gente que no consigues olvidar jamás no importa el tiempo que eso dure...”

Y más si esa gente, esporádica como la mentira de lo posible, te permite observar el otro costado… ese que no se mira cuando los ojos nublados de ausencias y silencios te ciegan, dejándote “inmóvil al borde del camino”…

Digamos que llegaste, sin reconocerme, edificado sobre mil certezas, sobre mil disfraces, dibujándome el hombre y la duda. Una mirada fluctuante que no espera, y una boca amaestrada para no decir. La postura equilibrada pero incomprometida y la experiencia de saltar camas y cuerpos… y yo… observando el misterio de tus palabras y de tus pasos… (incertidumbre que prefiero conservar intacta como el recuerdo temporal de tus labios)

Digamos que llegué, sin reconocerte, envuelta en esperas de otras alas, ausente sobre mil recuerdos, sobre mil heridas, dibujándote la mujer y el desierto. Una sonrisa que declama nostalgias, y la magia censurada para no soñar. La vulnerabilidad encubierta y la inexperiencia de compartir sudores… y vos… descubriéndome la piel y el deseo…

O digamos entonces que ni vos llegaste ni llegué yo… “fortuna” quiso que fugazmente nos encontremos y nos desnudemos al vuelo… y por este simple hallazgo del destino prefiero quedarme con aquello que, de alguna manera y aún sin quererlo, me permitiste descubrir:
… que se puede estremecer y arder en otro cuerpo,
… que se pueden crear lazos solamente entre sábanas,
… que después de todo “la pequeña muerte” (le petit mort) es posible en otra piel,
… que siempre existe esa otra persona que te arranca del olvido…

Sin embargo, y a pesar de tu desmedida necesidad de nuevas exploraciones, me quedo, rotundamente, con dos cuerpos comprometidos al vuelo… con el después y el otro día, con todo, sin reservas ni limitaciones… con el miedo al error, a la rutina… con la necesidad constante de reinventar la magia y el deseo… con esa maldita costumbre humana de construir puentes o de dibujar rayuelas… ese puente o esa rayuela que te lleve indefectiblemente a reconocerte en la mirada del otro…

Pero considerando tu pronta ausencia… me guardo cada una de nuestras guerras, cada palabra que dijimos y también aquellas que nunca dije, que me prive de decirte, que no quise que escucharas… Me quedo con las tardes y noches compartidas (pocas pero intensas), con tu inestable mirada, con tu risa… con la murga, los libros y la naranja mecánica… con una película de increíbles vista desde la cama (en la cual te quedaste dormido!!!) y con la ducha que aún no compartimos…