ray bradbury ha proclamadosu voluntad final:
le ha encargado a la nasa
que con tecnólogica certeza
enfarden sus cenizas,
-no las de su cigarro,
que no sabemos si fuma,
sino las que a su momento,
que tampoco tiene apuro,
queden como residuo último
de sus entresijos-
y que con su habitual
(o casi)matemática destreza
una fúnebre
nave del espacio,
lentamente,
-en cuanto permitan las leyes astrofísicas-
y sin otro cortejo
que el de algún asteroide
extraviado
lo traslade
casi solemnemente
para que un grave astronauta
sepulturero
las derrame
airosamente
en esa roca lejana
a la que hemos dado en llamar
planeta marte.
sueña,
que lo recuerde eternamente
una placa
de titanio inoxidable
que diga:
aquí yace el nuevo adán,
el soñador de imperios marcianos
en revistas baratas,
apenas un poeta
aquí yace en su orgullosa soledad.
después de todo,
no será mayor su soledad
que la nuestra.