Quise esperarte oculto tras unos bastidores y cuando aparecieras, tomarte de la cintura y voltearte para besar tus labios sorprendidos. Quise, pero fue al revés. Sentí un roce en mis costillas y dije: -Me ganaste querida, ahora el sorprendido soy yo. Pero al voltearme, vi el rostro de un tipo mal encarado que me encañonaba con una pistola.

Te cuento ahora, que estás frente a mí con expresión de desconcierto. El tipo me robó todo, nada me dejó, salvo una sola cosa, que antes ya me habías robado tú: mi corazón, que ahora late jubiloso por el sólo hecho de tenerte junto a mí…