Yo me llamo Adolfo, soy feo, chaparro e insignificante, tengo ojos pequeños, casi inexistentes. Mi piel es del color del cacao y mis cabellos negrìsimos y crespos se elevan al cielo como pùas. Un ser ordinario por fuera pero por mis adentros fluye como savia una sabidurìa ancestral màgica y profunda.
Tu no reparas en mì cuando te miro largamente a la salida de la iglesia y una horda de admiradores te sale al paso; mientras las beatas y solteronas del pueblo te miran con envidia mal disimulada. Tambièn me ignoras cuando te veo atendiendo tu puesto del mercado, envuelta en el dulce aroma de los melones y las naranjas. Tu belleza opaca la de las frutas mas hermosas, como el durazno o la pitahaya. Tampoco te percatas de mi existencia cuando admiro tu gràcil figura mientras le das de comer a las palomas de la Plaza Grande.
Tu no sabes que existo.... ni quieres saber.
Porque tambièn soy un perro negro de ojos rojos que se mete en tu casa cuando estàs dormida. Entro muy despacito, sin hacer ruido, guiado por el olor de las frutas que vendes y que impregna tu piel. ¡Còmo me gusta verte como te estoy viendo ahora! tendida en tu blanco lecho, respirando agitada, sudando y temblando de angustia, cuando intuyes en tus sueños mi presencia. Ahì no puedes ignorarme mas. Y yo me enfermo de ganas de tì. Me da miedo estarte viendo como perro, el deseo que me ha traìdo hasta aquì de repente se desdibuja y me entra un hambre atroz, quisiera darte de mordiscos en los muslos, masticar tu suave carne y que formes parte de mi. Pero luego recobro un poco la lucidez y recuerdo que soy Adolfo, me olvido de mordiscos y pienso en besos y caricias.
Afortunadamente para tì, no puedo acercarme a tocarte, las tijeras en cruz, el romero y las agujas que siempre pone tu madre debajo de tu cama te protegen. Soy un nahual, un nahual enamorado y algùn dìa te harè mìa para siempre.
Tigrilla
El nahual es uno de los seres sobrenaturales más extraordinarios dentro de la cultura mexicana. El término nahual proviene del nombre castellanizado de nahualli, palabra de origen Nahúatl relacionado con la magia. Los nahuales eran sacerdotes hechiceros, que poseían grandes secretos, entre otros, la manera de hacer caer la lluvia sobre los campos, de desviar la corriente de los vientos de enmudecer el trueno y de alejar el granizo de la helada. En el imperio azteca los nahuales eran amparados por Tezcatlipoca, el dios azteca de la guerra y el sacrificio. La leyenda contaba que un nahual podía desprenderse de su piel y transformarse en una de estas criaturas.
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