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Crónica anacrónica


[...la crítica no debe ser apagada, tiene que correr como un río de aguas vertiginosas...(1)]




Y allí estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.

Manuel José Otón(2)


Gloria sobre ruinas, grandeza sobre
cementerio.

Paco Ignacio Taibo II(3)

[...la revolución la trae uno dentro, y la va llevando de un lado a otro...(4)]

y tal vez usted se pregunte por qué una carta y no un análisis como Dios manda (si es que Dios alguna vez ha mandado), en el que pueda uno manifestarse con más ‘elegancia’ y más ‘finura’? Por qué no recurrir a otro género donde se presente la oportunidad de un diálogo con algún posible lector en lugar de escoger el monólogo hamletiano en que el destinatario puede no verse obligado a contestar?

[...¿qué hay que hacer? Sepa. Yo le cuento, usted me cuenta y vamos viendo...(5)]

[...el cajón de los recuerdos se va llenando de mierdecita al paso del tiempo, y hay cosas que hay que señalar con un lápiz rojo para que no se borren...(6)]

Quiero decirle a usted que si así lo hago

[...siempre es mala hora para hacer confesiones...(7)]

es porque tengo la suerte de no haber adquirido la estúpida costumbre de ser una persona lo bastante seria como para ser señalado como un ente extraño; la petulancia, más por no molestarse que por necesidad, no ha cruzado por mis enlodadas calles, al contrario, siempre que tiene la loca ocurrencia de acercarse por estos contornos extrae, con una mueca nerviosa, de uno de sus aparatosos bolsillos, un perfumado pañuelito de arabesco encaje y oprimiéndose sus delicadas fosas nasales se aleja, para mía fortuna, lo más lejos posible de este barrizal tan siempre popular. Y, por singular suerte, puedo decir con cierto suspiro de triunfo que los pedantes embozos no han tocado a mi puerta.

Soy un tipo que sólo cumple con su responsable misión de ser un ejemplar irresponsable.

[...tengo el jodido vicio de ser como soy...(8)]

[...aquí donde me ves, he triunfado, nada de lo que quisieron que fuera soy; nada de lo que pretendieron que tuviera tengo, nada ha quedado. Nada he dejado...(9)]

A lo largo de estas hojas (que juntas conformarán la carta), tenga usted la seguridad de no hallar mi obligada resignación a esa imposibilidad mía (¡una lástima!) de vomitar conejos; ni siquiera se topará usted ante las consabidas confesiones que no he hecho (y debiera hacerlo) a la imagen dominante de mi padre; ni mucho menos le hablaré de doctrinas filosóficas que tienen por costumbre (es una lata) tornarse dogmáticas dentro de sus torres de marfil.

[...en todos los comportamientos rituales hay una pequeña cantidad de autoengaño y una buena cantidad de culpa...(10)]

Como ve usted, esta faena será cualquier cosa, menos un ‘análisis serio’, y la llevaré a cabo como buenamente he procurado hacerlo

[...la vida, cuando uno se descuida se vuelve inatrapable, inasible...(11)]

a lo largo de estos años en que he sido cobijado bajo el techo de esta ‘honorable’ alma mater donde «por mi espíritu hablará la raza». Es decir, con palabras de otros diré lo que siento y con mi propio pensamiento hablaré de otros.

• • •
[...la historia precisa de un capítulo lateral...(12)]

Sin Historia no hay Literatura, usted bien lo sabe; por ello, sin Liberalismo es posible que nuestra historia literaria se hubiere visto truncada. Además de ser esa época uno de los episodios más bellos en la Historia mexicana, tiene particular interés por ser nuestra infancia feliz en las letras, en ella se dieron los primeros balbuceos en un mundo de adultos con cultura extranjera.

[...aquí estamos todos como locos de tanta chingadera que ha pasado...(13)]

Este movimiento político-cultural nacido en Europa y traído a América de contrabando, provocó en todo aquel que se sentía llamado a coronarse con los laureles de las musas a colocar su pluma al servicio no de la literatura misma, sino al servicio de un sueño literario con miras a europeizarlo. Sin embargo, como ha sucedido en todo tiempo histórico, surgieron otros hombres más honestos que vieron en ese mismo sueño un sueño mexicano;

[...la vida era mitad curiosidad y mitad compromiso...(14)]

otros hombres honestos ocupados no sólo en soñar y crear obras nacionales que reflejaran un interés popular,

[...porque contar y vivir eran demasiadas cosas para hacer en un mismo tiempo...(15)]

sino también preocupados (cosa que hoy no se estila) en defender y establecer un país mexicano propio.

[...el enemigo no será el que haya nacido al otro lado de las fronteras, ni el que hable un idioma diferente del nuestro sino el que no tenga razón, el que quiera violar la libertad y la independencia de los otros...(16)]

La levadura necesaria para reinventar una nación se descubre siempre, no en las clases que se visten y adornan de brillantez y supercherías traídas de Europa o de la parte más al norte del continente americano, sino entre los jodidos, entre los que se cubren con lo que según van encontrando durante el día, entre los que no saben si alguna vez entrarán por el resquicio de la Historia.

[...uno es de donde está en ese momento...(17)]

Por ello, los verdaderos liberales terminaron por bajar los ojos hacia las clases insignificantes, hacia las clases que casi nadie toma en cuenta salvo para obligarlos a servir sus caprichos más superfluos. Tuvieron que aprender de ellos para describirlos, tuvieron que mezclarse entre ellos y hacerse inconfundibles entre la chinaca.

Es triste y mucho más canijo

[...confieso que puedo explicar más claramente lo que rechazo que lo que quiero...(18)]

ver la birria de noble cuna (usted ya habrá tenido ocasión de verla) que llega a las grandes Facultades que se autonombran de ‘Humanidades’, llamándose estudiantes (si se les puede llamar así) que cuando nos hacen el favor de pensar lo hacen con una mano en la cintura y con la otra gesticulando en el aire, engrandecidos de expresar con palabras almidonadas cosas tan innovadoras que creen

[...cada uno cree lo que quiere...(19)]

provocar asombro y maravilla con sus destempladas ideas; pero saben o no quieren saber que lo único que llegan a producir es simple y abundante basca. Se van al baño construyendo complicados paradigmas como este: “¡Ignacio Manuel Altamirano no fue más que un indio que quiso escribir como blanco!”

Pobrecitos.

[...sólo si aceptas que una vida vale tanto como otra [...], entonces podrás tomar en tus manos el derecho a la venganza...(20)]

A pesar de no proyectar más que su primitivo racismo, esos estudiantillos, como los llamó Cervantes, nunca se la-mentarán de ser los únicos herederos universales de los Nepomuceno o, en su caso, de los Limantour.

[...no se tienen buenas respuestas a mitad del sueño...(21)]

Esas mismas personas recargan el ojo en lo que quieren, que es lo que refulge con breves destellos opalinos, y no en lo que deben, que es el infecto lodazal donde se incuba el cólera y la cólera.

[...cuánta soledad, carajo...(22)]

Luis González ha observado refiriéndose a los novelistas históricos y costumbristas: «Si se quitan truculencias y moralizaciones, sus libros se convierten en crónicas muy interesantes de la era liberal»(23). Esta cita señala la importancia que para los escritores liberales significó el hecho de saber “qué” es lo que se ha de escribir y no tanto el “cómo” escribir. (En el siglo XX se invertirá, en gran medida, esta forma de hacer literatura, trasladando la importancia al “cómo” y no al “qué”; aunque para nosotros no está bastante claro si esto último puede ser plenamente válido, puesto que el hombre en cualquier parte del mundo y en cualesquiera de las fechas históricas siempre ha buscado “qué” escribir; pero esto es tema para otro análisis más extenso y ya habrá pretexto de escribirlo en otra carta.)

Volviendo a la materia que nos atañe (para no provocar su justo enojo), diremos que sin un Altamirano, un Prieto, un Cuéllar, un Payno, un Riva Palacio, un Mateos, etc.; e incluso, si vamos un poco más lejos, un Lizardi,

[...que nos maten a todos, muertos somos más cabrones...(24)]

no existiría hoy lo que distinguimos como La Novela de la Revolución Mexicana y, sin esos dos momentos literarios, sería imposible que hoy tuviéramos conocimiento de un Rulfo, un Monsiváis, un Pacheco, un Fuentes, una Poniatowska, etc., etc. Estamos fritos si rumiamos que la época del Liberalismo es un lapso de tiempo que fue o es posible evitar o sortear.

• • •

Pero de quien quiero yo hablar y del que no he dicho una sola palabra hasta ahora (ya me imagino su mirada inquisitiva sobre esta líneas y me disculpo ante usted, pero es que yo, como Neruda, «a veces tengo estas costumbres de loco»), es de un hombre que tuvo a la muerte por confidente y a la vida por amante;

[...son malos tiempos para enamorarse de fantasmas...(25)]

un hombre pequeño que tenía por máxima diversión deambular entre las esquinas como perro callejero; quien no conocía el idioma de los animales pero que sabía a ciencia cierta sus exóticas costumbres; a quien le tocó en suerte vivir una época de transición; quien prefería devorar con sus gafas no a los seres engalanados sino a los seres “micros”cópicos; a quien tenía por altísimo honor firmar sus «semanas alegres» con el sonsonete interminable de un reloj; de quien se autollamaba: «cronista inédito, humorista que va de incógnito»(26).

[...yo creo que nadie se muere mientras sepa que alguien los está queriendo...(27)]

Ángel de Campo es, como diría Conrad, «uno de los nuestros».

[...nosotros tenemos los tambores de nuestro lado...(28)]

Él podía sentir en el aire la pena de los aporreados; veía cómo la lluvia arrastraba la miseria paupérrima por las acequias; sabía cómo el sol lograba calentar a-penas, un poquito, esa fría vida del zampalimosnas.

[...gran evocador de memorias, gran reconstructor de nostalgias, fabricante ideal de los sueños...(29)]

«Durante un período prolongado el detallismo exhaustivo de los cronistas sirve a un propósito central: contribuir a la forja de la nación describiéndola y, si se puede, moralizándola»(30).

El «ligero trabajo del cronista es como el espejo por donde se ve pasar la vida. [...] lo que la realidad tiene de tremendo y doloroso»(31).

Nada en los escritos de Ángel de Campo es gratuito, nos mete por los ojos lo que no pretendemos oír, nos obliga a ver con una irónica y triste sonrisa cómo «las sombras se hacen en el alma»(32).

En sus “notas de cartera”

[...está viendo a los otros y se da cuenta de que son nosotros...(33)]

nos habla de “el ciudadano Gestas” “¡pobre viejo!”. Nos cuenta la “historia de unos versos”, “idilio y elegía” con “prosa pequeña”. Nos susurra casi a solas de “la Rumba” cuando pasa mirando “desde lejos” “las moscas”, “mariposas”, “hiedras”, “brisas y ondas”, “hojas y plumas”. De “la pantomima” de “Doña Chole”. De “el domingo” y “el niño de los anteojos azules” y “el caramelo” y “el Pinto”(34).

[...descubre que la vida de uno, sólo vale la pena vivirla para todos...(35)]

«En la crónica, el juego literario usa a discreción la primera persona o narra libremente los acontecimientos como vistos y vividos desde la interioridad ajena»(36).

Cada escrito de Ángel de Campo es una denuncia que crece en silencio, un indicio burlón de cómo somos, un señalarnos alegremente nuestra cobardía, un decirnos con palmaditas en el hombro lo poco que sabemos vivir.

[...es hielo abrasador, es fuego helado/ es herida que duele y no se siente/ es un soñado bien, un mal presente/ es un breve descanso muy cansado...(37)]

A Ángel de Campo hay que leerlo entre líneas, hay que saber desenterrar sus palabras, quitarles su elegancia y aventarlas como banderas, pues «la información es aquello que empieza al terminar la lectura»(38).

[...es como esos mensajes que van y vienen. Aunque no quieran decir nada, si sabes a quién van dirigidos ya sabes algo...(39)]

• • •

Pues bien, hemos llegado a la puerta final y no hemos dicho casi nada y usted estará un poco molesta por haber perdido su tiempo al leer esta carta y yo estaré un poco contento porque sé que así me sucede cuando quiero decir algo. Las palabras fueron hechas para que otros no sepan lo que decimos.

[...la lluvia era una maravilla que impedía que los imbéciles salieran a la calle...(40)]

Pero si usted quiere, puede tomar esta carta como un homenaje muy mío a Ángel de Campo, a la Historia que a golpe de aburrimiento se me fue metiendo en las venas, y a esas ganas de seguir viviendo todas las cosas que valgan la pena.

[...las historias se cuentan de una manera o de ninguna...(41)]

[...se habla pero no se dice, para no violar la regla del silencio; se engaña un poco, se bromea mucho, se juguetea con las palabras; pero no se permite que las palabras guíen, manden y ordenen...(42)]

En este jodido, pinche y hermoso país hacen falta muchas cosas para poder cambiar todas las cosas, ni siquiera todos los escritos juntos de todos los escritores posibles bastan para cambiar las cosas. Nos dicen que los sueños han llegado a su fin, que a la fantasía se le ha acabado la tinta, que la Utopía es «una historia contada por un idiota». Nos han arrebatado todo. Lo que fue ya no puede ser, pero los que es no tiene porque ser.

[...ese país que conocemos en el D. F., y que parece que no tiene salida, que nos dice día a día que somos parte de los derrotados, que todo sueño es imposible a excepción de la pesadilla, y que ésta está instalada sobre nosotros...(43)]

Habiendo dicho todo y nada, me despido de usted con la plena certeza de que, a pesar de todo, ellos no tienen razón, porque cómo decirle a un niño que un dulce no lleva azúcar, por qué pensar que la Luna no es de queso, cómo creer que el mar por dentro es tranquilo, por qué no mirar el universo en los ojos de una mujer; y así y así y así hasta el infinito. Ellos sucumbirán y nosotros seguiremos insistiendo, no hay fin, sólo descanso.


Atentamente:

Guillermo.




Notas


(1). Paco Ignacio Taibo II, Sombra de la sombra, (5ª. reimp.), México, Planeta, 1989, p. 68.

(2). En “Idilio salvaje”, citado por Luis González en Galería de la Reforma. Una remembranza y 45 testimonios de Juárez y su México, (Prólogo, selección y notas de Luis González.), México, SEP, 1986, (Colección Cien de México), p. 47.

(3). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, México, Grupo Editorial Z, 1990, (Colección Cosecha roja), p. 338.

(4). Paco Ignacio Taibo II, De paso, (5ª. edición.), México, Leega, 1989, p. 14.

(5). Paco Ignacio Taibo II, El regreso de la verdadera araña, México, Joaquín Mortiz, 1989, (Serie del Volador), p. 123.

(6). Paca Ignacio Taibo II, De paso, op. cit., p. 19.

(7). Paco Ignacio Taibo II, Cosa fácil, (5ª. edición.), Leega, 1989, p. 206.

(8). Paco Ignacio Taibo II, Días de combate, (3ª. edición.), México, Leega, 1991, p. 26.

(9). Paco Ignacio Taibo II, Sombra de la sombra, op. cit., p. 30.

(10). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, op. cit., p. 72.

(11). Paco Ignacio Taibo II, Sombra de la sombra, op. cit., p. 233.

(12). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, op. cit., p. 41.

(13). Paco Ignacio Taibo II, La vida misma, México, Planeta, 1990, p. 139.

(14). Paco Ignacio Taibo II, Algunas nubes, (6ª. edición.), México, Leega, 1989, p. 33.

(15). Paco Ignacio Taibo II, El regreso de la verdadera araña, op. cit., p. 110.

(16). Malatesta, citado por Paco Ignacio Taibo II en Sombra de la sombra, op. cit., p. 30.

(17). Paco Ignacio Taibo II, Ibíd., p. 185.

(18). D. Cohn-Bendit, citado por Paco Ignacio Taibo II en Cosa fácil, op. cit., p. 29.

(19). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, op. cit., p. 259.

(20). Paco Ignacio Taibo II, Días de combate, op. cit., p. 174.

(21). Paco Ignacio Taibo II, Sintiendo que el campo de batalla..., México, El Juglar Editores, 1989, p. 89.

(22). Paco Ignacio Taibo II, Días de combate, op. cit., p. 225.

(23). Luis González, Galería de la Reforma, op. cit., p. 33.

(24). Paco Ignacio Taibo II, La vida misma, op. cit., p. 38.

(25). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, op. cit., p. 441.

(26). Ángel de Campo en La semana alegre, (Introducción y recopilación de Miguel Ángel Castro.), México, UNAM, 1991, p. 59.

(27). Emilio Suri, citado por Paco Ignacio Taibo II en Amorosos fantasmas, México, Promexa, 1990, p. 61.

(28). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, op. cit., p. 294.

(29). Ibíd., p. 432.

(30). Carlos Monsiváis, citado por Miguel Ángel Castro en su Introducción a La semana alegre de Ángel de Campo, UNAM, p. 19.

(31). Luis G. Urbina, citado por Carlos Monsiváis en su Prólogo de A ustedes les consta. Antología de la crónica en México, (4ª. reimpresión.), México, Era, 1989, p. 39.

(32). Ángel de Campo, “Almas blancas” en Ocios y Apuntes y La Rumba, (12ª. edición.), (Edición y prólogo de María del Carmen Millán.), México, Porrúa, 1991, (Colección Escritores Mexicanos, No. 76.), p. 16.

(33). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, op. cit., p. 296.

(34). Los entrecomillados son títulos de algunos escritos de Ángel de Campo.

(35). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, op. cit., p. 296.

(36). Carlos Monsiváis en su nota preliminar de A ustedes les consta, op. cit., p. 13.

(37). Francisco de Quevedo, citado por Paco Ignacio Taibo II en Cuatro manos, op. cit., p. 269.

(38). Carlos Monsiváis en su prólogo de A ustedes les consta, op. cit., p. 54.

(39). Paco Ignacio Taibo II, La vida misma, op. cit., p. 126.

(40). Paco Ignacio Taibo II, Cuatro manos, op. cit., pp. 100-101.

(41). Paco Ignacio Taibo II, Sueños de frontera, México, Promexa, 1990, p. 68.

(42). Paco Ignacio Taibo II, Sombra de la sombra, op. cit., p. 78.

(43). Paco Ignacio Taibo II, La vida misma, op. cit., p. 30.

Texto agregado el 24-10-2006, y leído por 2953 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-01-2007 fabuloso obio k keda seleccionado gracias .-.. apoya y difunde renacerlibertario
24-10-2006 Estupendo!!!!!! Aytana
 
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