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Como cada día

Cuando esa mañana llegué a la oficina de mi amigo Carlos, Saturnino estaba allí, parado en la puerta como portero, nadie entraba o salía sin declarar a lo que iba o donde iba, nada escapaba a su mirada entre inquisidora y tierna. Yo, como en cada visita le saludé con cordialidad, una ceremonia que habíamos establecido meses atrás cuando nos conocimos. Conocerlo fue una simple casualidad, ya tuve que ir a conversar con Carlos a su sitio de trabajo y es que, teníamos algunos problemas que dilucidar y buscar sus soluciones.
—Buen día Don Kato, ¿Cómo se encuentra hoy?
Me respondió que estaba bien, pero siempre está bien, nunca triste a pesar de las circunstancias que lo llevaron a estar allí de portero. Otra cuestión que me llama la atención es su parecido con Carlos, mismo peinado, misma manera de vestir, hasta los gestos son similares, Carlos es un gran amigo, lo conozco hace ya una punta de años, el parecido que hay entre Carlos y Don Kato es asombroso, alguien podría pensar que son parientes.
—¿Dónde están hoy? – Le pregunté – consulta que le hacía cada vez que nos topábamos allí, en su puerta.
Hoy caminan en el subterráneo. Luego de bañarme bajé a conversar con ellos, son buenas personas – me respondió – cosa que tampoco es extraña ya que siempre dice que sus amigos son buenas personas, hoy les he pedido me aclaren la película de cuestiones que me cuesta comprender.
—¿Cómo qué? Si es que se puede saber – le pregunté
—Mire, el otro día su amigo, Don Carlos, me prestó unos apuntes, usted sabe que me gusta mucho leer, me llegó a doler la cabeza, mire jefe, en un lugar de los apuntes decía que hay alguien que dijo que, primero pensaba y después existía, yo pensé que eso está bien, pero, me pregunté, entonces, ¿Quién piensa? Y para rematar la cosa, en otra parte del escrito del jefe, habían planteos de otros que decían, que primero se debía existir para después pensar, ahí tuve que ir a tomarme un par de aspirinas para que se me pasara el dolor de cabeza. Llevan como cien años o más en la tontera esa, Don José, mire, lo único que me dije, esto ya parece a esa cosa de quien es primero si el huevo o la gallina. Luego recordé de que alguna vez leí acerca de esas discusiones entre los sabios católicos allá en el imperio Bizantino, eso de ¿si los ángeles tiene sexo o no?, decía la lectura, que como doscientos años duró esa controversia, de ahí nació ese término de “discusiones bizantinas”, cuando son interminables, claro, en esa época era peor la cosa, quién tuviese el poder se cocinaba a los otros, en las cocinas de la inquisición. No hay salud en el mundo don José. – terminó diciéndome.

Le miré y me rasqué la cabeza, la verdad es que hace tiempo he dejado de pensar en esas cosas tan etéreas, le sonreí y le pregunté ¿Y qué le dijeron sus amigos esta mañana?
—¿Ellos? Me comentaron que lo malo de los hombres es que se meten a polémicas insolubles y no se ocupan de lo que debieran.

Dejamos hasta allí la charla ya que salió Carlos y me hizo pasar a su oficina. Con Carlos la charla fue corta ya que él tenía que atender a varias visitas esa mañana. Nuestras charlas son siempre así, breves, ya que ni él ni yo, tenemos el tiempo para sentarnos y conversar, Saturnino, siempre es tema de charla, Saturnino o Don Kato como le digo, el portero.

—Así que lo metiste con tus anotaciones filosóficas, ahí anda con cefalea el pobre viejo, eres canalla Carlos.
—No José, estás equivocado, él es quien llega a revisar, varias veces lo he encontrado sentado en mi escritorio leyendo y ayer se me quedaron esos apuntes sobre el escritorio y ya ves, los leyó.
Es un buen hombre, celoso cuidador cuando se toma un descanso de la portería, va a cultivar un jardín, que tiene en las cercanías, hortalizas y flores son las que ha sembrado – Me dijo Carlos.

Al salir de la oficina estaba don Kato en su puesto, fue en ese instante cuando me fijé que esa mañana llevaba una margarita en el ojal de su chaqueta.
—Bonita flor Don Kato ¿son de su jardín? – Le felicité por ser un aplicado jardinero – él me llevó a conocer su obra verde, es normal que me arrastre a ver las flores, en no pocas oportunidades me ha regalado rosas y camelias que son sus regalonas.

—Jefe – así me dice – y hablando bajito me pide que no le haga ruido porque está oyendo una conversación de sus amigos, como soy medio sordo, no oigo mucho, me quedo silente esperando para despedirme. Me dice que su turno ha terminado y me invita a conversar en un banco que hay bajo un manzano. La verdad es que me tomó del brazo y me llevó.

¿Tiene algo de tiempo Don José?
–Para usted Don Saturnino, siempre tengo tiempo, cuénteme que le escucho - le dije - preparándome para a lo menos una hora con él
– Esta mañana no solo conversé con los amigos sobre las cuestiones del jefe, esas cosas son de fácil despacho, hablamos de comunicaciones. Usted se va a reír de mi, pero, alguna vez siendo muy joven estudié radio. Fíjese que una vez me coloqué a jugar con una tapadura de un diente que se me cayó, usted no me va a creer qué, ese pedacito de amalgama me sirvió como piedra galena, luego una antena más dos auriculares pude oír una radio, oiga no se me ría.

–No Don kato ¿Cómo me voy a reír de usted? si soy de su misma época, también anduve buscando por todas las casas de radio una piedra galena para escuchar radio, en mi casa tenía una antena de más de treinta metros.
–Don José la otra noche con la galena (no le cuente a nadie, pero aun tengo la radio galena, los resortes del somier me sirven de antena) oí unas voces incomprensibles, creo que de otras galaxias.
–Don Kato, pero a lo mejor tomó alguna radio de la China o Iraq, no ve que hablan diferente,
–Sí Don José, podría ser, pero, la verdad que no, era diferente, no era voz humana. Usted no me cree, pero, fíjese que los gringos tienen en Arecibo, que está en una isla del caribe, espérese, ah si en Puerto Rico, allí tienen radiotelescopios que se dedican a buscar señales de radio que vengan de otros mundos, y si ellos que saben harto más que nosotros escuchan ¿Por qué yo no podría hacerlo?, mire, yo le voy a pedir un favor, no le cuente al jefe, pero, me voy a construir un radio receptor más potente y “ellos” me ayudarán a calibrarlo, si, “ellos” me ayudarán por que saben más que yo. Estoy seguro que encontraré alguna frecuencia de otro mundo, claro, a lo mejor son señales que enviaron hace muchos años.
–No me venga con esas cosas si oír radio es casi instantáneo, no me haga rabiar pues Don kato,
–Jefe, las ondas de radio frecuencia viajan a la velocidad de la luz y en línea recta, acá en la tierra si, puede ser que sea instantáneo, pero, imagínese un mundo que esté a veinte años luz, una señal de radio demoraría veinte años en llegar a la tierra, el otro día, leí de estrellas que se apagaron hace millones de años y que recién llegó su luz a la tierra, mire otra cosa
Le presto mucha atención, pero, estoy preocupado ya que llegaré atrasado donde voy
—Le contaré que sería muy posible que usted oiga cosas que fueron radiadas hace años.
–No, no le puedo creer Don Kato. ¿Cómo va a ser posible eso?
–Don José, “ellos” me dijeron y yo también recuerdo algo de lo que me enseñaba el gringo Bruno en la escuela, qué las ondas de radio viajan en línea recta y en todas las direcciones, imagínese que luego de años de viajar chocan con algún cuerpo muy denso o algo parecido a un espejo y la onda rebote regresando en todas las direcciones probables, es posible que alguna de ellas regrese en algún instante a la tierra y sea oída cincuenta años después de haber sido emitida. “Ellos” que saben más que yo, me lo afirmaron.

–¿Sabe Don Saturnino? Tiene sentido lo que me dice, pero ahora tengo que ir a trabajar, el lunes próximo tengo que venir a conversar con Carlos, allí podemos conversar otro rato. ¿Le parece?
–Si, amigo, me parece, voy a estudiar mis apuntes de radio para estar mejor preparado. Don José ¿Le puedo pedir un favor?
–Pudiendo, claro se lo hago.
—Tráigame unos metros de alambre de cobre, lo necesito para una antena mejor que la que tengo, y si no es mucho, algunos aisladores de cerámica, cuando venda algunas flores o lechugas le pago lo que gaste.
—Yo le traigo lo queme pide, lo del pago, lo dejamos por las flores que usted me ha regalado y con ellas he enamorado a más de alguna bella dama. Ah, usted quiere hacer una antena como Dios manda, cuente con esas cosas.

Le di la mano y me abrazó como muestra de agradecimiento, por aquellos días tenía que ver a Carlos una vez a la semana, le llevé a Don Saturnino lo que me había pedido. El lugar en donde trabaja mi amigo está retirado de la ciudad, razón por la cual debía hacer un viaje largo, de varias horas, Saturnino me decía que no le gustaba el tráfago de la ciudad así que no venía por estos rumbos, por ello me solicitaba le proveyese de sus necesidades, cosa que yo hacía de mil amores ya que era un amigo.

Y armó un aparato receptor, no sé de donde sacó tanta cosa antigua, tubos, condensadores, resistencias, transformadores de voltaje y frecuencia. Le llevé de regalo unos audífonos que ya no uso, me mostró la antena que había construido, la tenia soportada en una larga cañería de hierro, el tronco de un ciprés le servía de tutor, la direccionaba con unos engranajes y una manivela. A pesar de tanta cosa que hacía, no abandonaba por nada la puerta, actividad que le aseguraba las charlas con “ellos”, que le aclaraban sus dudas. Yo, por aquellos días debí dejar de ir tan seguido, a decir verdad, le hice una visita a Carlos después de seis meses, estaba terminando el invierno recuerdo, Carlos estaba sólo esa mañana, no estaba Don Kato, me extrañó no verlo, le pregunté a Carlos y me contó el final de la historia.

—Ocurrió que un atardecer, Saturnino (qué no se llamaba así, sino, Santiago, le pusieron Kato, a razón de una broma, lo supe en la charla con Carlos) se fue al campo, fue el dieciocho Noviembre, iba como siempre con su cajita, a oír radio decía, con un par de audífonos que tú le regalaste. La cosa es que aquella tarde hubo una tormenta eléctrica, ya sabes, - me dijo - que acá en estos cerros cordilleranos siempre hay truenos y relámpagos, estaba el Kato sentado o tendido en el pasto cuando un rayo cayó en la antena que tenía, lo electrocutó, fueron varios miles de voltios los que recibió su humanidad, carbonizado quedó Santiago, al menos de fue cuando estaba en lo suyo y de manera rápida.

—Triste la cosa doc, se hacía querer el Kato, nunca fue atrevido, siempre atento y sus charlas me sacaban un rato de las obligaciones de aquellos días. —¿Por qué le colocaron Saturnino?
–Eso, bueno, por la fijación que siempre tuvo con “ellos”. Nos comentaba que hablaba cada día con “ellos” ya sabes son los habitantes de Venus, sus “Venusianos”, veía a estos extraterrestres a veces en el subterráneo y también en los entretechos. Sus amigos como no encontraron algún nombre que tuviese que ver con el planeta Venus, le llamaron primero Saturno y más adelante Saturnino y de allí a Kato un solo paso.

–¿ Carlos, cuánto tiempo llevaba acá?
–Cuándo llegué ha hacerme cargo de estos pabellones, ya era huésped, su ficha dice que a hoy, serían diez años, paranoia, sus parientes lo dejaron acá, fue como si lo hubiesen venido a botar, ya te he contado que ningún enfermo sale de acá, muchos ni siquiera reciben nunca más visitas, hay parientes que los vienen a dejar y no regresan nunca ni siquiera cuando fallecen.
Como estamos en los faldeos cordilleranos y tenemos más de cincuenta hectáreas de campo, a los menos conflictivos les damos lugares donde hacen sus jardines y huertas, les sirve para comprar sus cositas, Don Kato, vendía sus flores.
¡Ah! Y usted mi camarada, ya está bien de su depresión. Ven cuando quieras, no te descuides. Algún día también la parca nos visitará.

Me fui caminando hasta la salida del hospital, una fuerte tristeza embargaba mi corazón, extrañaré a Don Kato y sus charlas, lo más triste fue pasar por el jardín de Saturnino y ver sus flores ya mustias por falta de agua y cuidado ¿Se habrá comunicado con algún otro mundo? ¿Ese rayo los habrá transportado a ese nuevo planeta? El suyo
Curiche
Octubre 2006




Texto agregado el 28-10-2006, y leído por 391 visitantes. (27 votos)


Lectores Opinan
10-11-2006 aleccionador.Realmente las personas que padecen algun trastorno sicologico,muchas veces son relegados y me parece bien que alguien se acuerde de ellos. Por lo mensos el personaje tuvo paz y un amigo conquien conversar de sus verdades .gracias por acordarse de los que nadie se acuerda. marsolesca
10-11-2006 Linda persona ese Saturnino, estoy de acuerdo con el narrador: se fue con "ellos". libelula
09-11-2006 Me saco el sombrero y le hago la venia. Más nada maestro.. Un abrazo, amigo. ******** bohemio5
07-11-2006 Fantásticamente elaborado para llevar al lector al cuestionamiento de quién es el cuerdo…y sólo se abandona la locura con la muerte…vaya consuelo…después de tanta visitas a “Carlos” no sé sí sigo vivo, loco o cuerdo, pienso que es una pequeña depresión por la muerte de don Kato después de todo yo le regale unos metro de cable…yo soy el asesino de Saturnino mi amigo del sanatorio. José.***** casafuerte
06-11-2006 Querido amigo curiche.. sabes?me hiciste llorar con tu relato.. cada escena? la fui dibujando en mi imagen.. y quieralo o no , creo que todos en algun momento nos hemos cruzado con un "don saturnino" siempre afable y con una sonrisa , dispuesto como todo portero.. Quizás? debe estar allá "filosofando" con San Pedro y ayudándole a cuidar las puertas del cielo , de vez en cuando.. verdad?:) mis estrellitas dejo aqui humildemente para ti y para don Saturnino..************************************************ Vilyalisse
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