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La luna ya estaba alta en el oscuro manto celeste, los animales nocturnos ya estaban entrados en sus tareas de sobrevivencia, el frío no era mucho pero ya empezaba a sentirse en cada parte de mi cuerpo así que bajé la mochila por un momento y saqué el abrigo para calentarme un poco. Saqué también un cigarrillo, lo encendí y contemplé por un momento las formas abstractas y disfruté profundamente del silencio con la vista fija en las estrellas. Me pareció un poco extraño estar de nuevo en ese paraje luego de tanto tiempo de haber pasado por allí. Mientras seguí avanzando todo me pareció muy igual a como lo había visto por última vez; el espinazo del diablo sigue siendo igual de hostil para el caminante que se aventura a pasar por él para llegar a la montaña, su escarpado terreno sigue siendo difícil de ascender y las rocas aún castigan los pies a cada paso mientras los muslos van acumulando los efectos del ejercicio y la espalda y los hombros reclaman por el peso que se les ha impuesto.

Paso a paso parecía que un nuevo pensamiento se introducía en la mente para permanecer allí cierto tiempo, hasta que uno nuevo lo reemplazaba o se unía a los que se iban quedando. Un rostro era lo que más tiempo se había quedado esta vez, su rostro, el rostro que no volveré a ver. Sí, eso es lo que me empujó a este lugar como para buscar la manera de olvidar todo lo que pasó y asimilar la ausencia de ella que se me viene encima. Desde los orígenes de los tiempos la humanidad ha buscado las alturas para encontrarse a sí misma o en algunos casos, encontrar a Dios. No sabía que encontraría, pero supuse que algo encontraría, aunque fuera soledad y espacio para pensar y ser yo mismo.

El tiempo pasaba y los kilómetros se iban quedando atrás; al principio sentí miedo de que caminando a solas el camino se hiciera más largo y tedioso, pero no resultó así. Me sorprendió lo rápido que llegué tan lejos, a la entrada de la Cicuta. Este ha sido un paso muy poco esperado para quienes llegan allí, también ahora lo fue para mí pues sabía que durante bastante tiempo estaría imposibilitado de poder ver las estrellas; una vez que ingresase en ese túnel de ramas duras y enredadas serían pocos los espacios por los que ver al cielo. El cuadro que tenía frente a mí tampoco era muy incitador, la luz de la luna se veía imposibilitada de penetrar en el túnel vegetal y los pocos rayos que lo pueden hacer crean juegos de luces dentro, que con el movimiento provocado por el suave viento, inventaban sombras en continuo movimiento como de pequeños animales que cruzaban el angosto camino y jugaban de un lado a otro. Un ave nocturna pasó sobre mi cabeza y el batir de sus alas me sorprendió y me hizo saltar ligeramente; su graznido parecía avisar a los de su especie que había un intruso rondando su casa y había que tener precaución.

Empecé el descenso y me empecé a encontrar los problemas de tener que caminar a menudo agachado y recibiendo los jalones de las ramas que se trababan en mi mochila. El frío era un poco más intenso, pero el calor de la caminata me permitía soportarlo con facilidad.

De pronto sentí un escalofrío por toda la espalda que no fue provocado por ninguna corriente de aire. Volví la vista y me encontré con el camino vacío y obscuro; sin embargo sentí algo raro, como si fuera observado. Un graznido volvió a cortar el silencio, lo produjo un ave parada en la punta de una rama desnuda. Al verlo me pareció más obscuro de lo normal, pero supongo que fue por el mismo sobresalto que me hizo ver atrás.

Respiré profundo y seguí mi camino. De vez en cuando volví a sentir necesidad de ver atrás, pero me resistí y enfoqué mis esfuerzos por seguir adelante y terminar mi camino. Delante, a unos kilómetros de donde estaba, después de la Cicuta y después de la Canaleta estaba la Playona, el lugar donde dormiría esa noche; me pregunté si los zorros estarían haciéndome compañía como la última vez, cuando les dejamos los restos de la cena para que se pelearan entre ellos por el bocado necesario para sobrevivir.

No pude evitar seguir pensando en la extraña sensación de que no estaba recorriendo sólo este camino, pero el recuerdo de ella siempre fue más fuerte y me hizo restar atención a lo que escuchaba o veía. Su voz me acompañó en cada paso; sus palabras seguían retumbando en mis oídos y hacían eco como queriendo enloquecerme con su constante repetición. Todo cambió tan pronto, de la enorme emoción de sentirme completo en su compañía, hasta este sentimiento que me vacía y que no sé ni cómo se llama ni cómo deshacerme de él.

Nunca me había sentido tan lleno por algo como me sentía junto a ella, nunca aparté mi atención de ella por nada en el mundo. Mis aficiones nunca la relegaron a segundo plano, siempre compartimos lo que era afín a los dos y siempre encontré la manera de seguir mi vida sin interrumpir mi vida con ella. No sé aún que fue lo que la hizo cambiar de opinión; hasta los momentos difíciles que recientemente nos encontramos fueron enfrentados por los dos y siempre encontró en mí el hombro en que se podía recostar o la persona en quien podía confiar.

Estábamos plenos de felicidad hasta que sus debilidades y las vueltas de la vida nos resquebrajaron la confianza. Es imposible llegar a creer que una persona como ella pudiera caer en los vicios como ella lo hizo. Siempre se cree que se sabe quien puede y quien no puede caer en drogas; siempre se cree que quienes entran en ese mundo lo hacen por decepciones causadas por la soledad, pero no es así, la persona más feliz del mundo también está expuesta a caer en la tentación. Poco a poco la adicción hace de la persona un pelele, una marioneta manejada por su deseo de volver a un estado de falsa felicidad y grandeza creado por los alucinógenos y antidepresivos. Traté de ser una alternativa a esa necesidad y la involucré en actividades que la apartaran de eso, pero no era fácil.

Luego ella quedó embarazada, eso le causó alegría y la hizo caer en la cuenta de que no podía seguir abusando de su organismo como lo estaba haciendo. La ilusión de ser madre fue lo único que la hizo cambiar y dejar los excesos. Aparentemente estaba cada día mejor, pero no era así; su organismo poco a poco resintió la falta de sustancias y sin dar señas fue volviéndose débil. Hasta que llegó al momento en que sostener dos vidas le fue imposible y el hilo de nuestro retoño fue cortado sin aviso previo.

Las lágrimas que lloró parecían secarla aceleradamente y el agua de la vida se fue acabando. Al verse así, muy distante a lo que era y podía ser, decidió que no era justo que siguiera afectándome la vida viéndola así. Dijo que si su vida debía seguir, sería lejos de mí, pues ver mi tristeza y preocupación no le permitía salir de donde estaba. Traté por mil maneras posibles de cambiarle esa idea, pero me fue imposible; posiblemente era tanto el amor que sentía por mí que no podía permitirse seguir haciéndome mal. Se fue, no la pude detener, simplemente me dejó una nota en casa y con pocas cosas se fue. Una llamada telefónica sirvió para cerrar la puerta que dejaba detrás. Lloró, lloré, lloramos; no podía hacer nada por detenerla, así que simplemente nos despedimos y nos deseamos lo mejor en la vida.

Luego me emborraché y lloré solo en mi casa a más no poder. Al pasarme la resaca tomé mis cosas y me encaminé hacia acá, para tratar de olvidar aunque sé que no podré olvidar. El tiempo va dejando huella en nuestro ser y cuando existen personas que comparten ese tiempo la huella es aún más profunda e indeleble.

Estaba saliendo de la Cicuta y pareció que el pájaro que había visto actualizaba las noticias y avisaba que ya había saldo. Frente a mí la Canaleta se pintaba en lo oscuro de la noche como un camino brillante que me llevaría a la Playona. Me tomé un breve descanso, muy breve para no permitir que el calor escapara de mi cuerpo; el tiempo suficiente para consumir un cigarrillo más.

El descenso por la Canaleta no fue muy tardado, ya en lo último de ella me pareció que el pájaro ya no me prestaba importancia y me dejaba continuar sin vigilancia; seguro al alejarme de su nido vio alejarse el peligro.

La Playona estaba igual que siempre. Encontré el camino y muchos recuerdos me vinieron a la mente acerca de la última vez que estuve allí. Esos pensamientos se interrumpieron por un nuevo aviso de mis sentidos sobre que no estaba solo. Al ver a todos lados un nuevo estremecimiento recorrió mi cuerpo, tenía la sensación de que mil ojos me estaban viendo; pero no veía a nadie, sólo veía miles de rocas volcánicas entre cenizas que formaban muchos caminitos; a lo lejos, en lo alto de la montaña veía el resplandor de una erupción del cráter del volcán. El frío se hacía más intenso de pronto y sentí que los mil ojos que me veían se movían con mucha rapidez a mí alrededor. Tratando de encontrar algo giré sobre el lugar en que estaba parado; no veía nada más que piedras y cenizas y el resplandor en lo alto. De pronto sentí como si alguien estaba parado a mi lado y respiraba muy cerca de mi cuello, como olfateándome. Al darme vuelta una mano pasó tocando mi hombro y una risita se alejó rápidamente de mí; era una risa como infantil pero con rasgos que no eran de la risa de un niño, era como una risa mala, siniestra. Seguía moviéndose a mi alrededor y poco a poco ya no era una, eran dos, eran tres, eran cien, eran mil... eran muchísimas risas y todas parecían reírse de mí. Mi atención se desvió al cielo, parecía haber millones de estrellas danzando de manera extraña, las constelaciones habían cobrado vida, el fénix parecía salir de la boca del volcán huyendo de la flecha del cazador. El escorpión volvía a picar el talón del cazador mientras el dragón se movía ondulante por todo el cielo, como buscando el fin de la vía láctea. Luego miles de estrellas fugaces cruzaron el espacio como si la tierra hubiera empezado a girar más rápido sobre su eje. El movimiento me hizo marear y caí sentado sobre una roca que había quedado detrás de mí. Sentí calor a mis espaldas y una voz me dijo que me volteara, que el fuego estaba allí. Un extraño y fuerte escalofrío recorrió toda mi columna y lentamente me di vuelta hacia donde escuché la voz. Mientras lo hice caí en cuenta que la voz me era familiar, increíble y absurdamente familiar.

No pude evitar saltar sobre mi duro asiento cuando me encontré con una fogata y me percaté que el rostro de mi anfitrión era el mío. Era yo quien estaba sentado frente a mí, como si tuviera un espejo al otro lado del fuego. Casi caí de espaldas al suelo.

- Causa risa la reacción de la gente cuando se encuentran con si mismos - me dijo - me lo habían comentado pero nunca logré captar cómo es. Es hasta divertido.

- ¿Quién eres?

- ¿No lo ves? - me dijo

- ¿Me estoy viendo a mí mismo?

- Sí y no. - hizo un silencio como buscando palabras antes de seguir hablando - Podemos decir que soy lo malo que hay en el mundo, lo malo que hay en ti y en lo que te rodea.

La incredulidad llenó mi cabeza y el miedo se apoderó de mis sentidos.

- ¿Eres el diablo? - dije

- ¿El diablo? No, tu diablo, la idea de un solo diablo para todos se extinguió desde que los hombres son los suficientemente capaces de hacer el mal y crear la discordia entre ellos. Muy eficazmente, por cierto. - Observó mi rostro incrédulo y suspiró. - Creo que no será muy fácil convencerte, así que nos ahorraremos tiempo y lo haremos de la manera rápida. Perdón por lo abrupto del método. ¿Listo?

Al terminar de hablar se estiró por sobre las llamas y me tomó del hombro para tirarme al fuego. Inmediatamente sentí que caía en un agujero en el suelo mientras las llamas parecían quemar cada parte de mi cuerpo. Era como si estuviera cayendo por el cráter del volcán hacia el mismo infierno. Caí en el fondo, en una pequeña elevación de fango rodeada por lava y fuego. Era una bóveda enorme llena de seres de cuerpos desnudos con rostros desfigurados por el dolor. En otras elevaciones fangosas había seres monstruosos torturando a los seres con lanzas. Había algunos seres atados en aparatos de tortura como los utilizados en los tiempos medievales por la iglesia. Algunos de los seres estaban siendo despellejados y cegados con llamas ardientes.

Los que estaban frotando en la lava trataban de salir agarrándose de salientes en las paredes, pero sus esfuerzos eran inútiles pues los demás los jalaban de los tobillos y los utilizaban para poder agarrar una saliente más alta. Uno de ellos se dio cuenta de mi presencia y se dirigió a donde yo estaba; inmediatamente los demás le siguieron comenzaron a tratar de agarrarme. Sentía un pánico demasiado grande busqué la manera de salvarme pero parecía que todos estaban en lo mismo, no sé que era lo que querían, pero estaban decididos a agarrarme. Comencé a gritar, estaba cercado, no quedaba mucho tiempo para que me tuvieran en sus manos mientras los torturadores se reían a carcajadas. Mis gritos se mezclaban con las risas de los monstruos y los lamentos de los seres que me reclamaban.

De pronto cerré los ojos y la única risa que escuché entonces fue la de compañero de fogata. Cuando abrí los ojos, él estaba tirado en el suelo, revolcándose de la risa con las manos en el vientre.

- ¿De qué te ríes? - le reclamé.

- Perdona, pero es gracioso el miedo que les da a ustedes el encontrarse con el mal que tienen dentro y las fantasías que pueden llegar a albergar. - Se regresó a su asiento mientras se limpiaba la ropa.

- En medio de todo tengo que felicitarte - me dijo mientras su rostro pasaba a una expresión seria - en toda la historia han sido muy pocos los que han visto lo que viste y casi todos han caído en la locura. Si no mira a Charles Manson o Adolf Hitler. Pero, bueno, supongo que ya has creído en lo que te digo, así que entremos a lo que nos tiene aquí; pregunta que se te responderá.

- ¿Qué supone que es lo que nos tiene aquí? - le interrogué en tono imperativo.

- ¡Acabáramos! ¿Qué no te encaminaste hasta acá por que quieres encontrar respuestas? Pues yo te las puedo dar.

Mi mente aún procesaba la información que acababa de recibir y mis sentidos trataban de ubicarme pues aún no sabía si estaba en el plano de la realidad o todo esto había sido un sueño. El frío me parecía muy real, incluso el calor que me daba la fogata era real. Increíblemente para mí, estaba muy convencido de que lo que estaba viviendo era realidad. Así que me decidí a preguntar.

- Nunca pensé que el diablo fuera como nosotros - pensé.

- Eso siempre es algo difícil de asimilar para ustedes, pero ¿te sería más fácil si me viera así? - y cambió su forma por la de un hombre de finos bigotes, vestido de frac y corbatín, con un bastón negro en una mano y una delgada cola terminada en punta de lanza. - o talvez así - y con una nube de humo se convirtió en un inmenso ser con alas de murciélago, grandes cuernos de carnero y patas peludas. Debió ver miedo en mi rostro pues no duró mucho con esa forma. - Claro, aunque ya creas en que lo que estás viendo es cierto comprendo que no debe ser fácil organizar las ideas y pensar en las preguntas correctas para el momento, así que te voy a ayudar un poco. Interrumpe cuando te plazca.

- El mundo es un maravilloso sistema que funciona a la perfección debido al equilibrio que existe entre el bien y el mal. El ying-yang es algo muy cierto, cuando uno de los dos elementos tiene más peso por sobre el otro es cuando el mundo empieza a funcionar mal. Afortunadamente eso no sucede a gran escala desde que existe el mal, y como sabrás, el mal existe desde hace michísimo tiempo. Imagínate el mundo en el que no exista el mal, en el que todos se llevaran bien con todos, en el que nadie muera si no es por causas naturales o por un desafortunado accidente sin intención, en el que no existiera el sexo por placer, las bebidas alcohólicas o la pereza. Sólo hay una palabra para describir un mundo así: aburrimiento. Es por eso que no puede ser todo bueno en este mundo, por eso es que el mal es necesario, como necesarios son los distintos sistemas políticos o las diferentes religiones; para equilibrar la existencia de todos ustedes, los humanos. - Sus palabras ingresaban a mi cerebro e incomprensiblemente tomaban lógica cuando lo hacían.

- Pero entonces ¿por qué la Biblia nos insta a luchar contra el mal? - le pregunté

- Mmmhhhh. Porque eso también es necesario, ¿que sería del equilibrio si el bien y el mal no se repelieran entre sí? Si los hombres aceptaran completamente el mal como algo necesario, entonces se terminaría por romper el equilibrio con el cese de las hostilidades. Verás - se acomodó en su piedra y entonces me di cuenta que ésta tenía forma de una silla; era una silla, parecía tallada con la fuerza de un rayo - si algo tenemos que reconocer es que Dios, como creador y diseñador, se la fumó al hacer todo este sistema. Dicen por allí que el mejor truco del diablo es hacer creer al hombre que él no existe, pero el mejor mérito de Dios es el haberle enseñado al hombre que el diablo (y por consiguiente, el mal) existe y que hay que luchar contra él. Con esto se aseguró del perfecto funcionamiento de todo esto, para que entonces él se pueda sentar cómodamente a verla como la creación que le entretendrá por siempre. Brillante ¿No?

- Pero entonces esto, la vida, no es más que un juego del que Dios se vale para no aburrirse en su celeste morada. - nunca antes había creído oírme decir eso.

- No es un juego, antes lo era, pero entonces, como pasa con todos los juegos, llegó a aburrirse de jugar y creo algo que funciona por sí mismo sin ningún patrón y lleno de sorpresas.

Guardamos silencio un momento y durante ese espacio el rostro de ella volvió a mi mente, como si fuera el momento de aparecer de nuevo.

- ¡Ahhhh...! Eso es realmente lo que te trajo aquí. Los asuntos teologales y filosóficos no son la verdadera razón de tu venida. Pues déjame decirte algo, esos asuntos como el que llena tu mente son los que de veras valen la pena. Es decir, ¿para qué consumir tu tiempo buscando la explicación de la vida? Al fin y al cabo, la vida se te va a terminar. Lo que realmente vale la pena es hacer esa vida más interesante, y los problemas que traen el amor y las desilusiones son lo que llenan más la vida. Por allí dicen que el diablo tiene cuerpo de mujer; ¿me parezco? - y cuando dijo eso tomó la forma de ella, se rió y volvió a ser el mismo; yo - no sé por que dirán eso. Ahora resulta, que lo que pasa por ellas, es culpa de nosotros. Mira, como te dije, las cosas malas que pasan en la vida, pues son un mal necesario. Claro, tu sentías que tu vida ya estaba lo suficientemente llena cuando estabas con ella, pero dime la verdad, ¿no te estabas aburriendo? ¿O me vas a decir que nunca te percataste lo bien que está tu compañera de trabajo? Yo sé que en algún momento te pasó por la mente la imagen de ella en tu cama, completamente desnuda; sé que el pensar en su piel te erizó el cuerpo y que imaginarte haciéndole el amor te causó una erección mientras contabilizabas cada beso que le darías. Yo sé que sí. Desgraciadamente nunca te propusiste materializar esas visiones. De lo que te perdiste, ella hubiera estado muy dispuesta a cooperar, mira que lo sé yo. Así mismo sé que tu amada tampoco estaba exenta de esos pensamientos, pensamientos en los que no estabas precisamente tú dándole todos esos besos y causándole esos orgasmos. A ver, ¿quién te dice que no fue por eso que ella te dejó? A todo mundo le gusta la variedad.

Cuando dijo eso no pude evitar saltar de mi asiento y lanzarme sobre él. Cuando lo hice se desvaneció en el aire y me fui a dar con la cara en el respaldo de su silla. La sangre salió de la herida que me causé en la ceja derecha al chocar con la roca. Se rió recostado en el respaldo de la silla y lo traté de agarrar por el cuello.

- No te enojes, no vale la pena - dijo mientras volvía a aparecer sentado en la piedra que yo había ocupado. -Lo que no han aprendido nunca, es que no vale la pena ponerse así por una de ellas, no es por gusto que haya más mujeres que hombres en el mundo; hay muchos repuestos. Pero para que te tranquilices, no es por eso que te dejó; te amaba mucho y no quiso decirte la verdadera razón de su partida. Seguramente fue mejor, porque atrasar los hechos hubiera sido peor para ti. Lo que tiene que pasar pasa, y lo que a ella le pasará le pasará a todos, solo que a ella se le está llegando más rápido. El cáncer no es muy noble con las personas y ella se dio cuenta de eso; se dio cuenta que el tiempo se le estaba acabando y no quiso que tu vieras lo que se venía sobre ella.

Yo no podía creer lo que estaba escuchando. No sabía si era peor la idea de que ella me había dejado o el que ella moriría y por eso me había dejado. Es como cuando uno no ve a diario a alguien, pero cuando se va por mucho tiempo a un lugar lejano, siente la ausencia al darse cuenta que no podrá hablar con esa persona cuando se quiera. Si simplemente ella se hubiera ido, cabe la probabilidad de que más adelante la encontraría por alguna casualidad, pero ahora resulta que eso no podrá pasar nunca, ya no existirá la posibilidad de encontrarla por allí, caminando por un parque o en alguna función teatral. No, ya no estará.

Me resbalé en la silla hasta el suelo y comencé a llorar. El dolor que sentía era mayor que el que sentí cuando bajé a lo profundo de mi verdad. El calor del fuego y la lava no pudieron acercarse en lo mínimo a lo que estaba sintiendo en ese momento. Si antes me sentía solo, ahora me sentía inmensamente solo. Las lágrimas comenzaron a mojar mi rostro y caían sobre la ceniza que alfombra la Playona. Escuché pasos a mi alrededor, mientras la persona que caminaba silbaba despreocupadamente. Una mano tocó mi cabeza y una voz me dijo: Esa es tu respuesta; la encontraste. De inmediato quedé dormido.

Esa noche el tiempo perdió su significado. Desperté al filo del medio día, completamente solo. Estaba dentro de mi carpa y todo parecía estar en orden. Cuando salí encontré los restos de una fogata frente a la carpa, pero ningún paso ni silla tallada en piedra. Estaba solo, me sentía solo; no sabía si lo que había pasado fue realidad o sólo un sueño aunque la herida en la ceja me decía a gritos que algo había pasado. Lo que sentía era cierta tranquilidad, como quien encuentra una explicación a algo que le inquietaba grandemente.

El día anterior me había encaminado hacia una cumbre para encontrar una respuesta o un espacio para estar conmigo mismo; encontré ambas cosas antes de llegar a ella. Si fue realidad o no, no lo sabía, pero sentía que había encontrado ambas cosas.

Recogí mis cosas y comencé a caminar de regreso. Caminé a buen paso y sin parar, al parecer el descanso de la noche me sentó bien, pues pude mantener la velocidad al caminar. O talvez fue por el miedo de que la noche me sorprendiera de nuevo en ese lugar.

Texto agregado el 06-11-2006, y leído por 88 visitantes. (0 votos)


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