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La Manilla

El viernes en la noche.

Era un viernes como cualquier otro en la “Ciudad Satélite”. Había llegado hacía poco de mi trabajo y estaba reposando en mi cama viendo las noticias en televisión, luego de haber sorteado los “tacos” de la peor hora de tránsito, aún más por el hecho de ser viernes.

Estaba recién relajándome e interesándome en lo que decía el conductor de noticias, cuando entra mi señora al dormitorio muy molesta:

- ¿Por qué me molestas en el baño?
- ¿Qué? (le dije). Yo no me he movido de acá. ¿Qué te sucede?
- Me movías la manilla de la puerta. Ibas a abrir, pero la soltabas. Y así un montón de veces.
- ¡NO!, te prometo que no he hecho nada, te estás volviendo loca! ¿y las niñas?
- Están durmiendo. No te creo. Querías asustarme, y no te resultó. Me cargan tus bromas. ¿vienes a comer?

No hubo caso. Por más que traté de convencerla, con toda mi serenidad y cara “circunspecta”, no me creyó ni un pelo. Bueno. Tampoco es algo tan importante, ya se le pasará.

El Sábado al medio día.

Me levanté tarde ese sábado. Hacía tiempo no dormía tan profundamente toda una mañana. Realmente recomponedor.

Ya se!. Hoy haré un rico asado a las brasas para el almuerzo, pensé. Me doy una rica ducha, voy a comprar al supermercado con mi esposa y las niñas, y a disfrutar de un rico almuerzo.
Antes de la ducha, me siento en el “trono”, para “aliviarme” antes del baño. Aprovecho de ver los titulares del periódico.

De pronto, siento que alguien llega a la puerta por el pasillo. La Manilla empieza a bajar, en una clara intención de abrir la puerta. No estaba con seguro. En casa, solo con la familia, jamás uso el seguro. Al fin mientras me ducho, alguien puede necesitar algo. Y ¡zás! Soltaron la manilla. Esto se repite un montón de veces, pero sin llegar a abrir la puerta.

¡Aha!. Seguro es ella, tratando de vengarse por el “supuesto susto” que le trate de pasar anoche. La voy a sorprender. Me preparo para ello. Termino de resolver rápidamente mis temas “biológicos básicos” y quedo esperando al acecho, el próximo movimiento de la manilla.

De pronto, comienza a bajar de nuevo. Espero en silencio que llegue a su punto más bajo… y ¡Zas!, la tomo, y abro la puerta de golpe gritando.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, y me puso la piel de gallina.
Allí no había nadie.

Salgo inmediatamente al pasillo, voy al dormitorio, al living, al comedor… y nadie!. Voy por la cocina hacia el patio, y allí me encuentro a mi mujer bañando a las niñas en la piscina todas muy contentas y felices. Jamás pudo llegar allí en un segundo. Ella no pudo hacer nada.

Me quedé callado. En ese momento entendí porqué no me creyó tantas veces que me negaba a su pregunta de si yo le había cambiado de posición los adornos en el Living.


Puente Alto, 9 de noviembre, 2006.

Texto agregado el 10-11-2006, y leído por 256 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-12-2006 Me encanto. Es algo que me ha ocurrido, y no emcuentro respuesta alguna a lo sucedido. lectora_8
11-11-2006 Si yo estuviera sola en casa y me pasara eso..mama mia..no se me verían los pies. Me gustó como lo expresas. Para ti mis estrellitas. Un saludo de una jaenera. currilla
11-11-2006 Muy bien narrado esto, me gustó. Esto de los objetos del living cambiados de lugar me dio más escalofríos que la puerta. Debe ser porque no es tan raro como parece... chantal-deveraux
 
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