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MI TERO Y YO
HISTORIA D VIDA
Esta historia comienza en el mes de Noviembre del 2003, es una de las tantas historias de vida que podemos escuchar o leer y quisiera compartirla con ustedes...
Primavera, qué hermosa estación del año. en mi casa que está ubicada en el Gran Bs. As. (Argentina), parece más linda. Mi hogar, es mi refugio y el de mi marido Guillermo también, es amplio, está conformado por muchos árboles, plantas y flores.
Con los cálidos días de Primavera la gente parece más alegre, el sol con sus rayos ardientes nos brinda su tibieza y las aves comienzan su ritual para luego demostrarnos el milagro de la procreación.
En mi hogar hay miles de aves (calandrias, horneros, zorzales, etc...) todo el año, pero en Primavera hay muchísimas más, vienen emigrando de todos lados y anidan en nuestras plantas y árboles. Siempre Guillermo en esta estación encuentra escondido en alguna mata de plantas algún nido con huevitos; pero tanto él como yo amamos la naturaleza y todo lo que la conforma, es por eso que no les hacemos daño y tratamos de no acercarnos a ellos para que el ave pueda empollar sus huevos.
De noche, el calor comienza a disminuir, pero siempre sopla una tibia brisa que roza nuestras mejillas, cuando nos encontramos sentados debajo del viejo caqui después de cenar. De pronto comienzan a rodearnos unas pequeñas lucecitas, son las luciérnagas o “Bichitos de Luz” que vienen a visitarnos con sus linternas, que intermitentemente prenden y apagan en su alegre danza.
Cuando el reloj da las 4 de la madrugada, desde un frondoso paraíso llega a nuestros oídos, el canto del zorzal, despertando tímidamente a los demás pajaritos.
Así van pasando los días, pero un jueves de fines de Noviembre algo sucedió que cambió nuestras vidas; llamaron por teléfono mis sobrinos para comunicarme que su padre les había traído hace tres meses un pichón de tero en una jaula para pájaros y que desde ese día el ave estaba siempre allí porque no tenían lugar para soltarlo. El comentario de mis sobrinos, me estremeció, con sólo pensar e imaginar a ese pequeño terito tanto tiempo en cautiverio, no me dejó dudar, inmediatamente les pedí que lo trajeran a casa.
Pasó todo el jueves, todo el viernes y los chicos no traían al tero, hasta que llegó el sábado y desde nuestro portón se escuchó llamar. Guillermo salió a atender a sus tres sobrinos que traían una pequeña jaula con un diminuto terito.
Salí apresuradamente luego de verlos por el ventanal de la cocina, cuando logré percibir a ese pájaro tan pequeño, lo primero que atiné, fue a sacarlo de su jaula y depositarlo en el pasto junto a una laguna, que la copiosa lluvia de los días anteriores había formado en el pasto.
El terito tenía nombre, Kenchu se llamaba, nombre raro dije, pero igual se lo dejamos.
Durante los días posteriores de la llegada del terito, éste dormía por las noches en un cuarto donde Guillermo le había construido una especie de “corralito”. Por las mañanas salía al parque, caminaba, se echaba, chillaba, yo le acercaba carne picada para que se alimentara, lo hacía con cuidado porque entre él y yo todavía no había confianza, él desconfiaba de todo; luego lo tomaba entre mis manos y lo trasladaba cerca de una ligustrina donde anteriormente ponía agua y lo depositaba cerca para que bebiera. Después de esto lo levantaba y lo llevaba debajo de un viejo naranjo, para que estuviera a la sombra porque el calor era sofocante.
Ese trabajo lo realizaba cada media hora, vivía pendiente de él, “tan pequeñito mi bebotito”, le decía.
Una vez cuando Kenchu estaba recorriendo el parque, noté que él caminaba mal, tenía sus patitas dobladas caminaba como yo decía “con sus coditos” así...



Sus dedos estaban doblados y a veces se encimaban uno sobre el otro. Decidí llevarlo al veterinario, éste lo revisó y diagnosticó que por haber estado tanto tiempo en cautiverio y como no se podía levantar en esa jaula tan diminuta, había quedado así con dificultad y debía caminar con sus “coditos” siempre, pero sólo en el pasto o en la tierra. me recetó un poli vitamínico para pájaros.
Por medio de los cuidados recibidos y del remedio, Kenchu, comenzó a estar un poco más vivaracho, comía de mi mano la carne, me seguía cuando me veía, tomaba agua solamente cuando lo colocaba en la lagunita que le hacía con el agua de la manguera, mojaba sus patitas y ahí se daba cuenta de beber.
Yo era feliz junto a él y Guillermo disfrutaba viéndome atenderlo.
Y así fue pasando el tiempo, Kenchu no volaba, Guillermo le cortaba las alas porque si él lo hacía y se iba de nosotros no iba a poder sobrevivir; no podía comer por su cuenta, yo le llevaba la carne picada cerca de él para que se alimente, no iba a poder tomar agua solo, porque yo lo llevaba y lo colocaba en la lagunita y ahí se daba cuenta y bebía.
Era un terito discapacitado, desde un principio quisimos que sea libre y que se vaya con los pájaros de su especie, pero aunque lo intentara no lo iba a poder lograr, si bien amamos a los pájaros libres, Kenchu no iba a poder.
Mi mamá que ama a los animales como nosotros, decía: “pobrecito terito, sus piecitos parecen chancletitas”.
Y así llegó el verano y junto a él la Navidad, el Año Nuevo, el mes de Febrero y Marzo, mes triste para nosotros, noté una desmejora en el terito. Ya no podía caminar, sus “coditos” estaban inflamados, no tenía estabilidad, se sostenía para hacer equilibrio con un ala apoyada en el pasto.
El 11 de Marzo del 2004, de mañana temprano, fui al cuartito a verlo y lo encontré con sus patitas para arriba, chillaba, lo tomé suavemente entre mis manos y lo deposité en el pasto, le di agua y no bebió, le di carne y no comió. Decidimos llevarlo al veterinario, ya preveía el desenlace, Guillermo al verme llorar desconsoladamente decidió trasladarlo él, pero no quise, yo lo quería llevar, porque desde un principio me había hecho cargo de él.
Tomamos un remis y nos dirigimos solamente mi tero y yo al veterinario, en el viaje lo llevaba sobre mi pecho y él me miraba como queriéndome decir algo. al llegar el veterinario lo revisó y Kenchu que ya no quería caminar más con sus “coditos”, que ya quería volar con los demás teros, tuvo un paro cardíaco y murió.
No se pudo hacer nada más, lo enterramos debajo del viejo naranjo, allí donde le gustaba estar; no encontramos Guillermo y yo consuelo durante mucho tiempo, sólo podemos pensar que nuestro terito ahora es feliz, que puede volar, que puede comer solo, que puede caminar y que también puede tomar agua.
Querido Kenchu: Nunca te olvidaremos, siempre estarás en nuestro corazón, guardamos los mejores recuerdos de tu pequeña estadía en nuestro hogar.
Este relato ha sido un sencillo homenaje a mi tero Kenchu, el cual estará siempre en mi corazón y al que siempre querré aunque no esté más conmigo, porque siempre, siempre, seremos... MI TERO Y YO.
FIN

Texto agregado el 13-11-2006, y leído por 422 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-11-2006 Un relato muy humano, son estas pequenas cosas de la vida que nos hacen grande en nuestro interior, tienes mucha bondad hacia la vida eutopia
13-11-2006 Lunacristal, que triste tu historia pero es así cuando uno ama a los animalitos, sufre con ellos. Un beso. Tequendama Tequendama
 
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