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Me detuve en una gasolinera pequeña, pero con una zona de servicio que además de ofrecer lavado para coches y una vieja cabina telefónica, tenía un bar que no estaba nada mal. Aparqué frente a la puerta y entré decidido a sacudirme la tensión con una buena copa y quizás alguna otra.
Estaba a tan sólo tres kilómetros de mi destino final, y pensar que aquella peregrinación por las autopistas había terminado me causaba escalofríos. Siempre he sido uno de esos tíos… esos a los que les gusta perder el tiempo. Pero mi camino estaba a punto de detenerse. Tan sólo tres kilómetros para el final.
Claro que tenía otra posibilidad, la opción de montármelo en plan bien por las carreteras y allí pudrirme sobre las gomas lisas, mientras la radio emitía su incesante zumbido y los bichos se estrellaban contra el parabrisas. Pero sólo faltaban tres kilómetros para el final.
El bar era un hervidero de camioneros con gorras y tatuajes, y todo se me antojo un sueño. Un mal sueño.
Pedí mi copa y saqué unos Lucky de la maquina de tabaco. Allí estaba mi destino, vestida con vaqueros y una camiseta blanca. De pie junto a mi copa de licor barato, con un cigarrillo colgando de sus labios y un gesto demasiado cansado para una chica que no debía pasar de los veintitantos.
--¿Me das fuego forastero? –Me dijo, y yo pensé que no poseía esa clase de fuego que hace que una chiquilla se derrame sobre un catre de motel. Pero acerqué mi zippo y encendí la llama de un sin sentido que me llevaría muy lejos del final.
Ella se llamaba Lucy y su cigarrillo olía marihuana. Se sentó en la butaca junto a la mía y levantó su copa.
--Vamos a brindar –Me dijo mirándome directo a los ojos.
Subí mi copa y deje que fuese ella quien sentenciara la frase definitiva. Después de un intervalo de tiempo relativamente largo, bajó la mirada hacía las colillas del piso y dijo:
--Brindó por las carreteras que serpentean, brindo por las noches muertas de los bares de poca monta y por los forasteros que me dan fuego –Luego volvió a mirarme y bebió el contenido de su copa de un solo trago, yo hice lo propio y nos reímos sin saber porque. Me pasó su cigarrillo de hierba y pidió otra ronda.
--¿Estás de paso? –preguntó arrebatándome el cigarrillo de las manos.
--Sólo me faltan tres kilómetros nena –Le contesté y ella pareció entenderlo sin más explicaciones. Era una chica lista.
--Eres un sin perdón, un jodido cobarde que se va directo a la jaula…eres un sinperdón, cobarde y humillado –Dijo con un hilo de voz que parecía un suspiro.
Le dije que no tenía otra salida, que era mi única oportunidad, pero ella ya me había pillado. Yo aún no lo sabía, pero Lucy se convertiría en mi maravilloso infierno de vaqueros y camiseta blanca. Al final de la noche, el camarero silbó la melodía de Sympathy for the Devil y Lucy me llevó a su catre.

Texto agregado el 16-11-2006, y leído por 306 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
20-11-2006 muy entretenidas imagenes, onda kerouac y buck... en esas añosas carreteras. d-mind
20-11-2006 Genial. Danos mas. marfunebrero
19-11-2006 Sí señora...me quito la gorra azul de esso, y le pongo un fondo musical, de puro J.J Cale... ollaida
19-11-2006 FANTASTICO!!! Miralo al devil disfrazandose de chica joven y atractiva... me recontra-encanto! besos.lau. aruald
19-11-2006 Amena lectura, desgarrada e irónica...Bien, bien elcocodrilotaimado
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