A tu memoria (cada mañana)

Y fue que un día
te reclamó la tierra.
Se bebió hasta tu mirada
empapada de distancia.
Fue justamente antes
de que el miedo transmutara
tus pupilas en piedra
y en descarnada noche.

Y fue de madrugada
que te echaste a dormir
entre las sábanas nuevas
que extendió el silencio.

Y fue que llegó la tarde
en que se hizo indispensable
retirar la pesada, la opaca manta
que a tantos muertos
cubrió de sombras,
tiñó de olvidos.

Era el día y era la hora
en que debíamos reencontrarnos
para al fin liberar tu aliento
de la cárcel de tus huesos
oxidados por el tiempo
y por el frío de la muerte.
No son ellos tu única herencia
en la débil memoria de éste mundo.

Pronto tus cenizas serán viento
que recorra y suavice
las ochavas más tajantes de mis noches.
Ya no habrá materia alguna
que te pueda retener en éstas calles,
en éste frío.
Habrás de ser memoria viva
despertando en mí cada mañana.