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Inicio / Cuenteros Locales / Ysobelt / LA COCAÍNA DE LOS MUERTOS (continuacion de \"a medio gas\"

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La calle esta abarrotada de bares y garitos, el paseo marítimo te lleva de un lugar a otro sin consideración alguna. Y la música se rebosa de cada uno haciendo que aquello sea parecido a la famosa torre de Babel. Estoy colocada, colgada y para ser mas exacta, drogada. Para mi no hay fiesta, para mi no hay nada más allá de la línea del horizonte y mi mente cabecea gritándome un respiro, un lugar blanco.
No tengo piedad, no quiero respirar. Y me meto dentro de la masa de humo perpetuo que se ve a kilómetros de distancia: El bar de Freddy, el bar marrón y verde con techo de tela, como la carpa de un circo. Allí me mimetizo con la masa medio dormida, medio asqueada. Aguardo mi turno para pedir un trago y decido pedir dos, por aquello de no tener que volver a esperar. Hay mucho ruido. Un vaso se rompe y alguien estalla en carcajadas histéricas, yo me contagio y sigo el ritmo hasta llegar a verla. Es una tía, una chica en minifalda que se ríe mientras recoge los trozos de cristal. Su chulo, o su novio, eso tampoco me importa demasiado, la mira con cara de pasmado y la coge por los pelos, una larga coleta negra, de esas que ya casi no se ven, de esas que parecen extensiones de un cerebro con mechas invisibles. El seguratas de la puerta hace acto de presencia y la fiesta se va animando cada vez más. Levantó la cerveza por encima de mi misma y la dejo caer, la chica de la minifalda me mira, yo le guiño un ojo, o los dos, eso no lo recuerdo. Ella se acerca, me escupe en la cara y yo le doy las gracias a la vez que le pateo la entrepierna. Porque señoras y señores, a una dama, o una puta, eso también le jode. El seguratas nos coge como muñequitas de trapo y somos arrojadas al frío de la calle. Al salir alguien aplaude y yo me retuerzo porque quiero hacer una reverencia.
Me desentiendo de todo y camino rumbo a otro bar. Un bar muy limpio con butacas enfiladas a la barra como un pelotón de fusilamiento. Pido un trago, esta vez sólo uno, y me dedico a mirar. El techo es de madera, La barra es de madera y las mesas de billar brillan bajo las lámparas que las coronan. Suena una música espantosa y me bebo aquello con ganas de salir corriendo, pero primero voy al baño. Un baño silencioso con taza blanca, y luces amarillas. Después me fugo sin pagar la cuenta.
El siguiente bar es de ladrillos, si como el cuento de los tres cerditos. Ladrillos desnudos plagados de graffitis que no pude leer porque el enfoque estaba sobreexpuesto. En una esquina eché la pota, que coño, el bar olía a vomitonas y perros mojados. Me pareció ver una cucaracha caminando por el pasillo y la seguí a ver si aquello era una señal.
Había un reservado, una habitación oscura dónde tres tíos jugaban a las cartas. Entré y me senté, nadie hablaba, nadie se movía, cogí siete cartas y creo que gané. ¿Estaban muertos?
No, uno me pasó un espejo y yo aspire la cocaína de los muertos. Revivimos todos juntos. Se había hecho de día, había salido el sol y todo se convertía, de nuevo, en paseo turista y tiendas de todo a cien.

Texto agregado el 01-12-2006, y leído por 637 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-07-2009 No tiene suerte con los bares, ésta niña...¿O sí? El presente lo vuelve vertiginoso sin masticar, ideal para glotones como yo. Buen texto, saludos y estrellas. Entinieblas
03-12-2006 me gusta el final, porque esas vivencias, pensando si lo que ocurre es real o imaginado viene acorde con el título irakur
02-12-2006 si. todos te lo dicen, todos lo comentan, es que tu estilo es unico Ysobelt y eso es algo envidiable! felicitaciones. beso.lau. aruald
02-12-2006 ME ENKANTO LA MANERA BRUTAL COMO LO NARRAS ******* GEHENA
02-12-2006 cocaina?? peligro...exquisita pero peligrosa aloneagain
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