Una canción triste puede llenar de alegría un corazón,
Con ese principio he vivido siempre.
Juglares con mirada melancólica y voz ronca por culpa de la vida beoda que impulsa los dolores y grietas de los sentimientos.
Días grises que sin avisar, las gotas que surgen de los nubarrones se cruzan con un minúsculo rayo de sol, creando el más hermoso de los arcos irisados.
Que más se le puedo pedir a un mal día, que acompañarlo en su exterior y en el interior propio del pensamiento.
Dualidad perpetua de un gato con garras de trapo y hambre de león,
Jamás saciado, siempre incompleto.
Pero de vez en cuando una luz florece justo a su lado y simplemente debe mostrar una lágrima para encontrar su arco de color,
Gracias por el regalo, quise gritar,
Pero mi corazón no lo permitía, latiendo demasiado rápido y sus palpitaciones ahogaron las palabras que intente balbucear.
No hay mal que por bien, no venga, pensé,
Pero mas tarde descubrí que siempre eras tú la que me sorprendías y me sentí ruin.
¿Cómo agradecértelo?
No sé, pero lo haré.
Estaré expectante al que el murmullo del riachuelo me de una pista, que el vuelo de una mariposa me haga despertar y escribirte esas palabras que te gustan y a mi me cuestan.
Que real fue lo que para mi fue una fantasía, un irrealizable logrado.
Una canción triste que alegró mi corazón.