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Arturo Delverde se despertó el miércoles por la mañana inquieto. Había soñado que él y otros hombres lapidaban a una mujer acusada de adulterio. Recordó que el día anterior había visto en el noticiero el caso de una nigeriana condenada a morir de esa manera, pero sabía que había algo más, no era la primera vez que sus noches se teñían de este tipo de experiencias. Desde hacía un mes hombres y mujeres de distintas épocas aparecían en sus sueños, y aunque con diferentes rostros y distintos ropajes, todas las situaciones que representaban tenían un denominador común, el maltrato hacia las mujeres.
Pero este último no había sido igual a los demás, esta vez la mujer de semblante doliente a la que vapuleaban inescrupulosamente era Celina, su esposa. No había querido hablar este asunto con nadie, pero fue tan fuerte el impacto de esa imagen que aún sin estar convencido del todo decidió comentárselo a ella.
Celina es una apasionada de su profesión, la mitología, y dedicó toda su vida a nutrirse en esta materia. Por eso cuando Arturo le contó la cadena de sueños que lo perseguían diariamente, ella lo escuchó con atención, hilando cada una de sus palabras. Sabía que toda esa información que le enviaba el inconsciente tenía un significado, un mensaje que era posible descifrar. Sabía que en todos esos sueños había símbolos, y lo convenció a su marido de la vital importancia de interpretarlos e integrarlos a su vida personal.
Ambos estaban verdaderamente sorprendidos, ninguno de los dos había vivido o presenciado antes episodios semejantes a los que aparecían en los sueños de Arturo. Y mucho menos parecía significar un deseo oculto de él respecto a su esposa, ya que los unía un profundo amor, sincero y expresado abiertamente día a día. Por lo tanto, Celina siguiendo a su instinto que le decía que esto era algo realmente importante fue a visitar a su maestro de Interpretación para que los ayudara. El les aconsejó que viajaran, ya que podían hacerlo, a Ayers Rock, en Australia. Allí existe un pueblo, Bur Buk Boon, el más antiguo de todos en ese país, cuyos habitantes aborígenes son expertos ensoñadores.
Así lo hicieron, y al siguiente Lunes volaron hacia el desierto de Australia.
Cuando llegaron, la primera en recibirlos fue una mujer que dijo ser la curandera de la tribu. Una anciana de cabellos grises y largos que apenas permitían entrever un rostro castigado por el transcurso del tiempo. Sin embargo, mientras más la observaban, más y más joven les parecía; era ágil en sus movimientos y su voz cálida y amable los instaba a penetrar en un estado muy profundo, tanto que sentían sus cuerpos flotar. La anciana los escuchaba y asentía constantemente con su cabeza como si ya conociese la historia que Arturo y Celina habían ido a contarle. Como si por alguna extraña razón los hubiese estado esperando.
Les dijo que la acompañaran al Templo Sagrado ubicado en la cima de un monte. A este lugar muy pocas personas podían acceder. Y allí, en el recinto principal, una habitación de forma redonda cuyas paredes tenían grabados motivos geométricos y espirales, la curandera les acercó un ánfora adornada con animales y representaciones fantásticas que narraban la historia de ese pueblo y sus mitos.
Dentro de la vasija había unos rollos escritos datados en el año 325 a.C. No eran los únicos, había también otros documentos antiguos que atesoraban las historias y fábulas que a través de todas las generaciones fueron contadas a las almas que pasaron por Bur Buk Boon.
Celina, sin pensarlo siquiera, empujada por una energía interior, asumió el rol que en esa ceremonia le correspondía, y tomó con sus manos los pliegos de papel que ella de inmediato reconoció como escritos en griego y con todos los conocimientos que había adquirido a lo largo de sus estudios, comenzó a traducirlos. Para eso se apartó y cuando hubo terminado se acercó hasta donde estaban Arturo y la anciana, y esto fue lo que leyó en voz alta:

“ Cuando Misógines estaba en el vientre de su madre, no estaba sólo. En la misma gestación los Dioses dispusieron que su progenitora diera a luz hermanos siameses, una niña y un niño, unidos entre sí por un único brazo. Al nacer ambos la comadrona vio que cada hijo tenía un brazo a cada lado y en el medio un único brazo compartido por los dos.
El Destino quiso que la madre de Misógines fuera sacerdotisa de una hermandad de mujeres que vivían en comunidad y su padre un guerrero espartano muerto en batalla un día después de que él fuera concebido.
La decisión fue tomada con rapidez por el Consejo de Ancianas, el brazo compartido habría de quedar como diestra de la niña. Debido a esta deformación el niño se vería privado de vivir una vida como la de su hermana, quien sería admirada por su llamativa belleza y por ese motivo sería destinataria de cuidados, atenciones y muestras de afecto por las mujeres de la comunidad en la que vivían. Así fue como Misógines desde su primer día de vida tuvo motivos para sentir una fuerte aversión hacia las mujeres que fue creciendo a lo largo de toda su encarnación.
Cuando cumplió trece años partió lleno de sentimientos de odio y rencor en busca de respuestas a su terrible suerte.
Llegó a una plaza de Atenas y vio, muy cerca de él, un numeroso grupo de hombres que rodeaban a una persona con un vistoso atuendo. Se acercó para contemplarlo mejor y su sorpresa fue enorme cuando comprobó que la túnica blanca vestía el cuerpo de Aristóteles, filósofo al cual Misógines había leído en secreto y por el cual sentía una especial admiración.
- La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades – fueron las primeras palabras que Misógines le oyó decir. Su corazón comenzó a latir a mayor velocidad, supo que Aristóteles era la persona que había estado buscando desde siempre.
Se transformó en el discípulo más fiel e incondicional de Aristóteles, incorporando toda la sabiduría que ese viejo maestro le transmitió. Hasta que un día el sabio murió, y Misógines tomó para sí la tarea de llevar a quien quisiera escuchar el mensaje que había aprendido, al cual de a poco le fue agregando su propio parecer basado en el odio surgido a partir de su triste experiencia.
Misógines viajó a través de la tierra de los hombres negros, navegó por varios mares y llegó a la tierra de los canguros y los koalas. Su opinión era que las mujeres eran inferiores a los hombres, animales débiles e ineptos, surgidas de las tinieblas y del caos. Al mismo tiempo eran peligrosas y manipuladoras, por lo que el hombre debía estar atento y desconfiado ante su maligno actuar. Pregonó por todas direcciones su odio y el beneficio que traería para toda la Humanidad rechazar a las mujeres y a todo lo relacionado con lo femenino. Sostuvo que el dominio masculino era indispensable ya que por naturaleza la mujer no era capaz de hacerlo. Fue por doquier hablando de la supremacía del hombre y de la inferioridad de la mujer.
Y un día Misógines estaba descansando a la orilla de un río y vio a una mujer. Le habló dulcemente, y cuando ella se acercó la violó. Muchas otras mujeres padecieron su maltrato y fueron también violadas por él. Y todas ellas le dieron descendencia. Se sabe que al menos nacieron ciento treinta y siete varones de esas relaciones, que crecieron y diseminaron por todo el planeta las palabras y las acciones de su padre. Y éstos tuvieron hijos, que a su vez tuvieron hijos, y así sucesivamente hasta el fin de los tiempos.
Es así como Misógines imprimió en la psique de todos los varones su propia huella, y cada hombre que la pise, ya sea en sueños o en la vigilia, vivirá al menos por un instante la experiencia de odiar a la mujer”.

Al terminar de leer el manuscrito ya era muy tarde en la noche. La vieja curandera concluyó la ceremonia con un ritual de purificación y pocas horas después Arturo y Celina viajaron de regreso a casa.
Los sueños de Arturo no volvieron a repetirse, y la experiencia vivida quedó en sus memorias como un recuerdo inolvidable. Al fin la puerta que por alguna misteriosa razón se había abierto, pudo ser cerrada.


- FIN -

Texto agregado el 07-07-2002, y leído por 603 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
24-07-2002 Merlina Gracias por tu comentario. Es cierto que aùn falta corregirlo. Quizàs la idea fue màs que nada centrarme en la leyenda, por eso no hice tanto hincapiè en los personajes de Celina y Arturo. Muchas gracias. tilcara
08-07-2002 Me gustaría detenerme más en la realidad de Celina y Arturo. La Celina de Cortázar sería buena destinataria del rechazo de Misógines, por cierto. merlina
 
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