Tenés que correr.
Tenés que correr como el Samara que encauzado en tu piel te inunda los ojos. Ahogada tu mirada de torrentes dulces me observa cristalina y me habla...Y no entiendo ese murmullo. ¡No tengo más que piedras para darte!

Tenés que correr ahora. Seguir la corriente en tus venas, calar hondo y pulir este lecho. Rajar el horizonte árido delineando el recurso inagotable de tu anhelo. Arremeter con pasión y beber cada lluvia como en sequía.

Tenés que hacerte río
y correr tras la luz de tu nombre.
Crecer lejos. Y correr más...

No es una partida mi amor,
si tu viaje inicia con la humedad de este beso.

Yo te espero allá,
en la orilla del remanso,
para asomarme a tu reflejo.