Parecía mas simple cuando me dijeron que lo hiciera,
entonces no me imagine corriendo descalza,
arrastrando piojos,
chorreando sangre en las escaleras presidenciales.
No me lo imagine entonces y no me lo imagino ahora.
Pasó por la noche,
inmensa cara de niño perdido.
Abofeteado por la culpa nuestra de cada día.
Niño cansado,
días de colegio,
córtate el pelo.
Chorreando sangre de piojo gordito.
Sangre que no era vino,
que no era cristo pero si era ministro,
quizá concejal.
No me lo imagine porque yo quería ser artista.
Pero repartía justo a la hora,
piojos cerrados, ojos abiertos.
Gotitas de menstruación de catorce años
que creí que era una herida,
y que me dijeron que ya era mujer,
pero no me dijeron lo del monstruo,
no me dijeron que si no le dabas la comida a tiempo se pone rabioso.
Y en vez de comerse los piojos se come a los ministros,
al paco derechito que esta en la puerta.
Entonces pasaba todos los días a la misma hora
y dejaba los piojos pero me llevaba las cabezas.
Mama, pásame la pistola
que yo también quiero defenderme.
Porque me vine corriendo desde el colegio
para alcanzar a ver las risas en la tele.
Porque me mancharon la cara con barro
y me lavaron la boca con jabón.
Mama, pásame la pistola,
que dios me mira con cara de viejoverde.
Verde celestial, que es el peor de los verdes.