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III

Sintió como la temperatura de su cuerpo subió repentinamente hasta 39 grados y comenzó a sudar profusamente. Un extraño malestar comenzó a invadirla. Su cabeza parecía soportar avisperos en su frente y sienes. Los ojos le dolían y lucían inyectados de sangre. La invadió la nausea y fue presa del vomito y diarrea acompañada de un insoportable dolor abdominal.

A las tres horas, desagradables tumores invadían su cabeza que había sido rasurada para evitar la contaminación de piojos y otros parásitos. Tenía la faringe inflamada, incapacitándola para deglutir. La deshidratación era patente dándole un aspecto senil.

antes del amanecer, comenzó a arrojar sangre por la nariz, encías y ano. Parecía estar vaciándose por la vagina. No dejaba de orinar sangre.

Una gran mancha roja se le comenzó a esparcir por las nalgas, tronco y brazos.

Finalmente le invadió un hipo persistente que le hizo pensar que moriría por eso, que moriría de hipo. En ese punto, hubo clara evidencia de una falla multiorgánica, parecieron colapsar el riñón y el hígado. Un edema se hizo presente y el SNC se alteró provocando un coma y síndrome de shock terminal que pareció presagiar su inminente muerte.


El Dr. Najera se levanto precipitadamente de su silla y se dirigió a grandes pasos por el pasillo hacia el sótano de la casa. La mujer había sido abandonada a sus puertas en medio de la madrugada. Su corazón dio un vuelco cuando noto la hematuria en su cuello, única de esas características que había podido apreciar en un individuo vivo.

Inmediatamente se dispuso a trasladarla al sótano donde realizaba junto con el Dr. Pelz sus investigaciones médicas al margen de extrañas miradas. Ahí habían logrado conservar los cuerpos de las victimas relacionadas con extraños ataques inexplicables a ancianos en el centro antiguo de la ciudad. Antes de los sucesos del 14.

En ese entonces la policía había encontrado cinco cadáveres en diversos sitios que mostraban traumas severos en diversas partes del cuerpo y un avanzado estado de deterioro grave provocado quizá por algún tipo de virus no identificado. El aspecto de los ancianos y los humores que despedían los cuerpos no presagiaron nada bueno para los investigadores. En todo caso llamaron a Najera y Pelz que en su calidad de médicos forenses debieron determinar las causas de muerte de los cinco individuos. Los resultados de las autopsias provocaron más preguntas que respuestas. En primer lugar los galenos determinaron que los “ancianos” tenían edades que iban de entre los 18 a 45 años de acuerdo a los análisis que realizaron a las estructuras óseas a pesar de que estas habían perdido en gran medida sus características estructurales los esqueletos en una especie de materia gelatinosa. La piel se había convertido en una cáscara reseca adherida a los huesos dando esa apariencia de ancianos que los había confundido a la policía en un primer momento. Les llamo la atención la falta total de sangre, en su lugar una sustancia espesa y gelatinosa se desbordaba por todos los orificios del cuerpo y que provocaba aquel olor fétido que inundaba el ambiente.

Todos los cuerpos presentaban esa extraña hematuria en el cuello. La misma que ahora, casi quince años después, presentaba la mujer que respiraba con dificultad en la mesa del salón.

Texto agregado el 07-02-2004, y leído por 369 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-03-2004 Tétrico. Gatoazul
26-02-2004 ¿Quien anda suelto por ahí? ¿Se puede salir de noche a la calle? Saludos FranLend
08-02-2004 SUPER INTERESANTE, jajajja Besos monilili
07-02-2004 interesante hebertov
 
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