Por las calles corren los tres
En cicla y uniforme de una escuela que no existe
Gritan y juegan incansables
Cargan en la mochila la manzana que le volaron a Don Luís
Y un pequeño arsenal para imprevistos

De susto en susto aguantan el día los tres chinos
Con ojeras y los ojos brotados
Con cuchillos y trabajando
Le caen al primer solitario
Cuando se les acaba lo del diario

Los días pasan largos
Con el filo en la garganta
Con la culpa de tres muertes
A los ocho años de edad

Las noches pasan breves
Huyendo de la ley
Pedaleando sin descanso
Soplando en “El Virrey”

En la esquina los esperan
Dos jefes vitalicios proveedores del poder
Dividen las ganancias y los dejan sin comer
Les quitan la manzana y los mandan a roer
En los terrenos de lo ajeno hasta el amanecer

Es así como crecen sin saber lo que debieron aprender
Juegos inocentes del destino inevitable
Equilibrio natural de la sociedad del más fuerte
Tres débiles entrenados para dar muerte