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Una calle vacía, el viento acuoso que levantaba por el aire la basura que la gente había tirado en las veredas antes de que comenzara la tormenta. La lluvia, fría, helada, que dormía las extremidades de unos pocos que todavía estaban vagando por ahí. Los cables de electricidad que bailoteaban al compás de la “música de las alcantarillas” y todo que parecía ponerse cada vez más oscuro. Mientras tanto, un ser intentaba refugiarse en algún lugar, pues la lluvia tenía una inclinación tal que los techos no la detenían.

Ella buscaba lo que nunca encontró, y cuya falta la había llevado a esta situación. Tuvo fastuosos sueños, sueños de grandeza, de aquellos que se tienen cuando no se tiene nada que hacer y nada la conformaba, a pesar de que tenía mucho para disfrutar, no lo había podido hacer; ahora, debajo de la pertinaz lluvia, extrañaba horrores las cosas más insignificantes que componían su vida cotidiana, tomar mate a la mañana en la cocina de su casa, escuchar el canto de los pájaros al atardecer, ver a sus niños corretear en la plaza, todo cobraba un valor inmenso en relación a estar bajo esa tormenta enorme.

No pudo avanzar más, se refugió entre unas cajas y chapas amontonadas en la vereda y pasó toda la noche hasta que la luz del nuevo día se hizo presente.

Durante las horas que se encontró sitiada por la tormenta, vio claramente representada ante sus ojos su propia vida, como si la viera en una pantalla, descubrió sus valores, sus errores, sus egoísmos; descubrió que en realidad ella era útil y no como lo creía hasta hace un instante. Nunca antes había sido tan honesta consigo misma, ni tampoco había estado en una situación tan extrema como esa, ya nadie era culpable de sus dolores, ahora podría presentarse ante el mundo tal como ella era.

Hacía un rato que se había levantado de su refugio y emprendía el regreso caminando por el costado de la calle, los primeros rayos de sol ya asomaban, vio a unas personas salir de una fábrica y en tono amigable se dirigió a ellos (necesitaba hablar con alguien para aliviar las tensiones sufridas durante la noche)

-¡Hola, que tal, que tormenta anoche eh…!

Las personas la miraron y se miraron entre ellos, hasta que luego de unos cuantos segundos uno por fin se animó a contestarle.

-Disculpe señora, ¿pero de que tormenta nos habla?, ¡anoche no llovió!, hace una semana que no llueve…


Vivimos encerrados en nuestro cubículo, a veces… demasiado.

Massimo

Texto agregado el 22-12-2006, y leído por 112 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-12-2006 Un hermoso escrito.!!***** terref
 
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